miércoles, 1 de julio de 2009

CUIDANDOSE

-Cónchale, pana, hay que cuidarse. Buena alimentación y ejercicios; tú sabes…
……

Aunque no me crean, esto me pasó. Hace tiempo un carajo que entró nuevo en el departamento, me dijo que parecía una paleta, que debería (así, deber) levantar algo de pesas para desarrollar masa muscular. Parece ser que si uno no ejercita (cosa que da trabajo y flojera) y engorda o se ve desvaído, está mal. Es de suponer que es obligación de todo el mundo ejercitarse, cosa que como he dicho, está bien, ayuda al organismo, pero no como una meta para… cómo lo digo, verse así. Aunque, y como también he dicho, no me molestaría tener esta facha. Con esa pinta viviría sin camisa, ¿y quién se molestaría?

Pero seamos sinceros, ¿quién carajo se ve así de bien en la vida real? Es imposible. Como ya dije una vez, tiene que ser un truco de fotografía (o eso espero). Todos vivimos pendiente, en mayor o menor medida, pendientes del cómo nos vemos. No es grato sentir esas miradas evaluadoras que a veces las féminas, en primeras instancias, nos arrojan. Pero tener ese cuerpo debe dar trabajo, y no hablo únicamente de dietas para no engordar. Hay que endurecer músculos, y abultar otros. Y para eso no hay pastillitas. Cirugía sí, pero ¿qué loco se somete a eso? No hay soluciones mágicas, aunque la televisión nos la venda cada día.

Tengo un amigo, Abelardo, de cierta panza que se compró uno de esos cinturones artronic o no sé cómo se llama, que según masajeaba, pero creo que únicamente daba toques eléctricos (y no era nada agradable), para verse como la gente del comercial. Cómo me reí, le dije que esa panza no la bajaba con eso ni en un millón de años. Y no lo hizo. Para esos comerciales buscan a gente que se ve bien. Lo mismo me pasaba, de muchacho, cuando iba a comprar franelas y cosas así. Las vendedoras querían mostrarme catálogos con tipos que tenían pectorales, bíceps y vainas, a quienes les quedaba de maravilla esa ropa, y a mí me incomodaba. Siempre gruñía: “sí, sí, dámela”, y salía a la carrera. Pensé que eso se acabaría cuando dejara atrás la adolescencia y sus inquietudes, pero como que la manía por la apariencia dura toda la vida.

Por cierto, ese amigo del que les hablo, que también trabaja conmigo, una vez tuvo unas palabras con un flaco que laboraba en el ascensor. A la hora del café todos coincidíamos en el salón, y el muchacho contaba algo de un carajo con el que tuvo una discusión y dijo algo como: “Y el tipo era alto, más o menos con la figura de Abelardo, bueno si es que a eso se le puede llamar figura”. Yo me reí mucho, pero Abelardo no, y dijo con ese tonito irónico que lo caracteriza: “Ay, Julio, qué mal me siento; me ha herido hablando de mi apariencia alguien que parece un enfermo terminal, y que está muriendo de algo raro”. Todavía me río al recordarlo.

Julio César.

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