miércoles, 29 de abril de 2009

THE JOKER, EL ÚNICO SEÑOR OSCURO

La verdad es que este artículo, publicado en la página ‘oficial’ del recordado Heath Ledger, me resultó contradictorio. Un grupo creciente de sus fans (de él y del villano antagonista del Hombre Murciélago) desean que el personaje del Guasón sea borrado para siempre de futuras cintas sobre el Encapotado. Y temo que no únicamente en las versiones de Christopher Nolan, sino de todas. Emociona, ¿verdad? Es el reconocimiento máximo, el culto más bien, al siniestro, demente, perverso y enfermo personaje creado por el australiano. Después de su Guasón, difícilmente puede crearse otro ser tan complejo y aterrador. No hay frase o maldad que el Guasón no dijera o cometiera.

Por una parte me agrada la idea, fue una magistral interpretación, nunca nadie lo había hecho de esa manera, y posiblemente nadie lo hará mejor que Heath Ledger (Ennis)… y sin embargo, la naturaleza misma de ese personaje estremecedor hace desear ver más. No lo sé, tal vez alguien de por sí algo tocado, como Johnny Deep, podría hacerlo. Repito, tal vez. Aunque no creo que ninguna realización alcance jamás a ese payaso demente, carismático y totalmente loco. En fin, esto fue lo publicado:

FANS DE HEATH LEDGER SOLICITAN QUE EL GUASÓN SE RETIRE DE FUTUROS FILMES
-¿Por qué tan serios?

La grandiosa actuación de Heath Ledger, y su trágica muerte, han inmortalizado su interpretación del rol del Guasón en la película de Chris Nolan, The Dark Knight. Pero, ¿debería el payaso asesino de Ledger ser el último Guasón de la gran pantalla?

Eso es lo que los fans creadores de un nuevo site llamado The Ultimate Joker tienen como argumento. Ellos han lanzado una petición a los estudios para que el personaje de buena forma no sea agregado nuevamente en alguna película de Batman en el futuro.

"De verdad creemos que la actuación de Ledger como el Guasón es lo mejor que un actor podría llegar a hacer", fue lo que la líder del equipo del site Fer Barbella dijo en wired.com en una entrevista por email.

"Cualquier otra actuación crearía de seguro expectativas, y nosotros queremos mantener para siempre el Guasón de Ledger como el único" - agregó Barbella, quien lanzó el site la semana pasada con su colega Nico Pimentel.

Desde Jack Nicholson y César Romero hasta Larry Storch, Mark Hamill y Kevin Michael Richardson, han sido los némesis de Batman y han dado vida al Guasón con un gran talento. Sacar al Guasón de la pantalla podría ser algo como irrazonable, pero el equipo de Ultimate Joker insiste en ello, y no duda de que es posible si Ledger recibe el Oscar póstumo este mes por su interpretación.

Hasta el momento juntaron más de 2.500 firmas. Además permiten que los usuarios puedan votar por cuál fue la mejor actuación de la historia del Joker: Mark Hammil, César Romero, Jack Nicholson o Heath Ledger. Sorpresivamente es Romero quien se lleva la mayoría de votos. Pero la causa es por Ledger, para que sea el último, el mejor.

Publicado por Dalia en 3:21 PM 1 comentarios
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Creo que por Heath Ledger, firmaría… pero también me gustaría ver a otro intentarlo, y que dijéramos, con un deje de gozo malsano, de alivio interior, recordando al querido vaquero solitario: “Estuvo bien, pero no le llega ni a las botas al australiano”. Dos cosas más, me gusta saber que la gente recuerda con cariño el Guasón de César Romero, era grato. Y ¿cuándo carajo Mark Hammil hizo del Guasón? ¿En cuál? Me gustaría verlo. También él era de mis actores favoritos, aunque la fuerza Jedi se lo haya tragado.

Julio César.

jueves, 23 de abril de 2009

SIEMPRE CON JAKE GYLLENHAAL

Por no decir una barbaridad.

Del blog ‘oficial’ sobre el apreciado caballerito, UN LAZO A JAKE GYLLENHAAL, (me gusta lo que escriben), encontré esto. Vamos a leerlo y después les cuento:
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Una sorpresa

La semana pasada fui a ver Confessions of a Shopholics y la sorpresa que me llevé!!!

En una escena donde va la protagonista en uno de esos tradicionales taxis amarillo neoyorquinos, de repente PUM!! Reflejado en la vidriera los suficientes segundos para que una mente interesada en el tema lo capte: el afiche de El Príncipe de Persia aparece reflejado en la ventanilla y se distingue a Jake convertido en el famoso príncipe...

Yo, por supuesto, fui la única en el cine que brinqué y casi grité: "el afiche del príncipe!!!!"... y claro, todos los que estaban cerca, incluida mi hermana y amigos, me miraron como a bicho raro pero no se molestaron ni en preguntar.

Fue una linda sorpresa y me encantó verlo, recordar a Jake y la noticia que había leído en algún lado de que aparecería por primera vez así: disimuladamente dentro de un filme.

Un aporte de Dalia ... 11:19 AM 1 lazos
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Comienzo diciendo que ¡vaya, qué enterada está! Eso de la promoción dentro de un film ni lo había escuchado. Por otro lado refleja algo que siempre he sostenido, las mujeres son mejores observando. Pueden captar cada imagen de la realidad, detallándola. Los hombres, o al menos hablo por mí, vemos el movimiento, las intensiones (si son agresivas o amorosas tanto mejor), y la acción (por decir violencia), sin fijarnos en rasgos.

Pero el punto que sostiene Dalia es valido. Andamos pendientes, todavía, de la vida de estos dos, aún cuando uno ya no esté. Hace poco en el trabajo, a la hora del café, entré a la salita de descanso y en el televisor transmitían por TNT, LA VIDA CONTINÚA, o esa era la traducción que hicieron del titulo de esa película donde Jake Gyllenhaal comparte roles estelares con Dustin Hoffman y Susan Sarandon; allí personifica a un muchacho algo extraño que va al garete después de haber perdido a su novia. Siendo sinceros, esa cinta no me gustó mucho, pero ahí estaba él y uno lo recuerda en sus otros roles. Además, estaba en la mejor escena de la película, cuando todo mal por la muerte de su ‘amiga’, lo confiesa al fin a alguien, que se siente responsable de su muerte. Es cuando la protagonista joven, Ellen Pompeo, le habla de su novio desaparecido en la guerra y de una herida en el labio y le pide a él que lo toque y note lo extraña que es. Fue una escena increíblemente hermosa (los dos tienen ojos y miradas bonitas) y... ¡cambiaron de canal!

Por un momento quise exigir que lo regresaran pero… no tenía derecho. La magia del vaquero enamorado, que se estrella una y otra vez cuando pide que cabalguen hacia otro destino; la del muchacho drogadicto y extraviado que busca a una chica que una vez lo creyó especial; el tierno personaje infantil e ingenuo atrapado en la burbuja de plástico; el soñador que enfrenta al peor enemigo, su propio padre, quien desea impedirle que vuele hasta las estrellas; y el irascible guerrero de un desierto donde la tierra llora lágrimas negras… es difícil dejarla pasar inadvertido.

Julio César.

DE MIEDOS Y FOBIAS

Hace algunos domingos desperté tarde después de una noche de juerga por una cena en casa de amigos que terminó en fiesta. Fui acompañado y con ella regresé al apartamento. Al día siguiente despertamos casi a las nueve, lo que se sintió bien; y después del café (sin hambre todavía), regresamos a la cama y vimos algo de televisión para apartar la flojera. Sintonizamos el canal AXN donde transmitían uno de sus buenos seriales. Un grupo del FBI perseguí a un demente que mataba a sus víctimas prácticamente de miedo. Utilizaba sus temores para torturarlos y luego asesinarlos. Era realmente cruel, sádico, pero lo más inquietante era que, pensándolo en frío, algo así podría ocurrir en la vida real. El caso fue que en dos de los asesinatos, mi ‘novia’, quien trabaja en salud, dijo que era absurdo, que nadie podía ser asesinado de esa manera. Estuve de acuerdo, pero más tarde pensé que en nuestro análisis no tomamos algo en cuenta: el verdadero rostro del miedo.

Todos hemos sentido temor más de una vez. Un carro que se nos viene encima, un humo saliendo de una habitación, alguien que nos sigue por una calleja larga y solitaria (pregúntenle a cualquier caraqueño). ¿Qué puede haber más aterrador que un teléfono sonando a las dos o tres de la madrugada? Siempre se piensa lo mismo: un muerto, alguien murió, alguien cercano; y en el corto tiempo que cubrimos la distancia hasta el teléfono, nos imaginamos todas las combinaciones posible y no sabemos cuál es peor. Pero tener algo de miedo no está mal. El miedo es una alarma del cuerpo que nos advierte que estamos frente a una situación potencialmente dañina tirando a catastrófica; tal vez es ese remanente del instinto, atrofiado en nuestro caso, que les avisa a los animales del peligro. ¿Un carro casi te arrolla porque cruzas la avenida hablando por teléfono o pensando en qué comerás?, fíjate mejor la próxima vez. Y es cierto, el recuerdo queda. La lección se aprende.

Pero ese es el miedo, una sensación desagradable donde se disparan todas las alarmas para que nos pongamos en guardia; las fobias son distintas, es el miedo a la enésima potencia, el temor patológico e irracional a situaciones o eventos que otros consideran pueden afrontar fácilmente, pero donde el fóbico siente que se ahoga y cae inerme. El temor visceral a los espacios encerrados, el miedo al agua, a las alturas, son temores conocidos. En buena medida todos las compartimos, pero podemos afrontarlo con racionalidad. Personalmente les tengo un asco incurable a las cucarachas (a las grandes, no la las chiripitas), ir por un pasillo y que alguna venga volando quién sabe de dónde y me corte el paso, me paraliza por segundos. Me parece que si me muevo o algo, el animalejo se me arroja. Y pensar que me pueda tocar es algo que no puedo ni imaginar. Pero al momento uno sabe que, o le da un zapatazo o sí se está cerca de la cocina se va por un aerosol, y terminamos con esa fuente de inquietudes. Los que padecen fobias no, no pueden razonar, cuantificar. Se entregan totalmente al pánico y ya no pueden ver nada más. Atacados de miedo una persona puede enloquecer temporalmente y correr hacia la fuente de peligro, o caer en estado casi catatónico, doblado sobre sí, deseando confundirse con la tierra o el medio ambiente, incapaz de controlarse.

En la serie en cuestión, el demente induce a un joven a entrar a un lago profundo para ayudarlo a vencer su miedo al agua, enfrentando el objeto del temor (morir ahogado), pero el sujeto, una vez sumergido el otro, le quita el apoyo que tiene. La víctima pataleó y gritó, entregándose al pánico (cómo suplicó ayuda a su verdugo). Claro que se ahogó, porque no pudo vencer el miedo paralizante que no lo dejó razonar. Todo el que ha estado en una piscina profunda, o un mar en calma, sabe que basta acostarse de espadas, estirando totalmente el cuerpo, intentando que cabeza, hombros y pies sobresalgan, y se tiene una buena oportunidad de flotar durante mucho tiempo. En casos de peligro, hasta que alguien llegue y ayude. La posición ofrece una amplia zona de resistencia a la superpie del agua, a menos que se lleve pesas o rocas o algo así en los bolsillos. El asesino, en la serie, no intentó hundirlo, simplemente se dedicó a verlo sufrir y morir.

El otro asesinato trataba sobre una joven que temía ser enterrada viva; aquí el falso médico la arrojó a un pozo y comenzó a lanzarle tierra (como parte del tratamiento de curación); pero el hombre pensaba asesinarla sepultándola. Ella gritaba y suplicaba, pero dejaba que pasara. Estaba allí, metida en un hueco, quieta, mientras él vaciaba bolsitas de tierra sobre ella. Una persona normal sabe que si te arrojan tierra o arena, a menos que sea muy fina, es posible dejar que se vaya asentando en el fondo, intentando mover los pies como escalando para formar escalones o apoyos naturales que ayuden a ganar altura mientras esta cae. Claro, si a uno le arrojan una palada mecánica de tierra no hay caso, quedas sepultado de inmediato; pero este arrojaba tierra con lentitud. Por eso a mi amiga no la convenció nada de eso, sin embargo…

Pensar en flotar sobre las aguas, o escalar y moverse para ‘subir’ sobre la tierra que cae, es un acto de pensamiento racional en medio del peligro que una persona con fobias no puede ejecutar. En sus cabezas todo es rojo, todo es peligro. Una persona así ya no es dueña de sus actos; y repito, o cae postrada ante aquello que puede destruirlo, o atacará de forma descontrolada, como la rata en la ratonera. Debe ser extraño tener tanto miedo, ¿verdad? Todo aquello que te haga perder tus capacidades mentales, de raciocinio, de ser humano, debe ser una tortura. En cuanto a la tortuosidad de la gente en tal situación de peligro, una vez hablando un grupo de nosotros sobre qué haríamos para salvarnos en un tercer piso si hay un incendio, un amigo dijo: yo dejo que llevados por el pánico muchos se arrojen por un balcón, y después trato de caer de nalgas sobre algunos para que amortigüen. Eso es pensamiento racional… de algún tipo.

Julio César.

viernes, 17 de abril de 2009

ESPERÁNDOTE COMO SIEMPRE

Hoy, de repente, mi corazón comenzó a latir.

Vuelve pronto, por favor. A veces no me importa que estés lejos, basta saberte en este mundo para sentirme feliz… Pero en otros momentos me duele tanto ver mi reflejo en el espejo, deseando que fuera el tuyo, que no sé de donde saco fuerzas para continuar viviendo. Sí un día te marchas y no regresas…
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Vivir extrañando debe ser difícil. No para el que viaja sabiendo que el amor lo aguarda, en su casa, en su pueblo; sino para aquellos que piensan que a esa pasión no tienen ningún ‘derecho’. El cínico sonríe ante la idea del amor lejano, porque en verdad nunca ha amado, para otros es, simplemente, estar muertos por dentro.

Julio César.

LA MALA SEMILLA SIEMPRE CAE CERCA DEL ÁRBOL

¿Recuerdan aquella película? ¿La de la niña asesina? ¿Y la de El Ángel Malvado, el niño sicópata? Las personas cometen con los niños un error natural de apreciación: piensan que infancia, que nacer, es sinónimo de bondad. No, no nacemos buenos, nacemos inocentes porque aún no hemos hecho nada malo. No hemos tenido tiempo. Eso no significa ni es garantía de que podemos mantenernos en ‘estado de gracia’. Eso de que un niño bien criado y guiado será ‘bueno’, es tan cierto como creer que dándole un besito a una zona herida, se quita o cura el dolor físico. Todo es fe en fuerzas que no se ven.

Repito, nacemos inocentes, no buenos. Y el ser ‘malos’ no depende de una falla educativa o falta de amor. Eso puede influir. Un niño golpeado, abandonado, puede estar más lleno de ira o resentimientos que uno que fue protegido y amado, pero eso no predispone hacia ‘el lado oscuro’, como gustan de creer tantos payasos que intentan explicar el problema de la delincuencia juvenil con simplismos. Esa es tan sólo una excusa floja y torpe. Millones y millones pasan por situaciones horribles, dantescas, y no se transforman en delincuentes o monstruos. La falta de mano dura para fijar los límites de lo permitido o no, demarcar la diferencia de lo bueno de lo malo, sí influye, ya que por tendencia el muchacho hará aquello que le brinde placer, sea escapando por una ventana para ir a una fiesta, o golpeando a niños más pequeños en el preescolar; y dentro de esta categoría, más aberrante pero con igual explicación, está quien va a una fiesta y viola a una joven, creyendo que no es grave, encontrando atenuantes y complicidades en familiares y amigos. Aquí estamos en presencia de personalidades sicóticas.

Tengo una amiga (seguramente pensarán, ¿pero cuántas tiene? Muchas. Tengo facilidad para hacer amistades. Sé escuchar y poner cara de circunstancia), a la que llamaremos Gina (no es su nombre, pero no la quiero detrás de mí con una escopeta). Ella tiene una nena de cinco años, pequeña para su edad, pero de ojos grandes, atentos, inteligentes. Es de las que se queda mirándote como calculando dónde darte. La niña se llama Nancy (inventado, ¿lo ves, Gina?). Cuando Nancy comenzó el preescolar a los cuatro añitos, un niño más grande que ella le quitó su lonchera, arrojó su comida al piso y le dio una cachetada.

Nancy no le dijo nada a nadie, pero al otro día comenzó a brindarle al niño caramelos y manzanas. Se hicieron amigos, eran el terror del salón, por tremendos y todo eso. Más o menos un mes después (sospecho que esperaba el ‘aniversario’), Nancy le dijo que pusiera la mano que le traía un regalo. En palabras de la maestra que estaba allí, el niño abrió la palma… y ella le clavó un lápiz al que había afilado previamente. No contenta con eso, lo agitó, rompiendo la mina dentro de la piel del niño. Imaginarán los gritos de este y el susto de la maestra ante la agresión. Nancy, y Gina, fueron con el ‘director’, y allí la niña contó por qué lo hizo. Claro que no se hizo un favor al hacerlo, porque como le dije luego a Gina, en su actuar mostró que no fue tremendura o rabia de una niña agredida, sino que actuó con premeditación, alevosía y hasta fingimiento. ¡Una niña de cuatro años! Uno entiende una venganza, ese niño la golpeó y al descuidarse, ella se desquitó. Pero esto era… tortuoso. A Gina le recomendaron que cambiara a la niña de colegio, y creo que temiendo un escándalo o una nota de mala conducta, por decir lo menos, aceptó. La ha llevado con sicólogos infantiles, y se ve bien, sonriente, bonita y pícara… pero yo siempre le digo a Gina que si discuten, no le de la espada y que tenga cuidado con el racumín.

Todo eso lo recordé revisando la Web leyendo noticias, encontrando esta. La leí y reviví todo aquello. ¿Puede un niño nacer malo, torcido? Todos aseguran que no, pero a veces temo que sea únicamente el deseo de creer que no es así lo que nos impulsa a decirlo. En fin, leamos la nota:
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KIP KINKEL – EL ASESINO DEL INSTITUTO

El 20 de mayo de 1998, hace ahora once años, Kip Kinkel, el hijo adolescente de una respetada familia de clase media de Springfield, Oregón, asesinó a sus padres y luego disparó contra sus compañeros de instituto, matando a dos e hiriendo gravemente a veinticinco.

El joven fue criado bajo la autoridad de unos padres represivos. Era frecuente la aparición de dibujos siniestros en sus tareas de clase. En su adolescencia mostró afición por las armas de fuego, afición consentida por sus padres. En 1998 fue detenido por llevar y haber guardado una pistola dentro de su casillero. La policía lo dejó bajo la custodia de su padre, quien al llegar a casa reprendía duramente a Kip.

Poco después, mientras su padre se encontraba en la cocina, Kip tomó un rifle, apuntó a su nuca y disparó. Al poco tiempo recibió la llamada de un amigo, con quien conversó durante más de una hora con aparente tranquilidad. Mientras su madre subía las escaleras de la case Kip le dijo "te quiero mamá" y disparó. Fueron encontrados 6 disparos en el cuerpo de ésta.

Kip cargó su pistola, y dejó escrita una nota en su casa: "Acabo de asesinar a mis padres. Soy un hijo terrible. Ojalá mi madre hubiera abortado. Mi cabeza no funciona bien, oigo voces dentro de ella." Aquella noche Kip la pasó solo en su casa y a la mañana siguiente se puso una gabardina, para esconder su rifle. Condujo solo el coche de sus padres y en 20 minutos llegó al instituto. Poco después de las 10, llegó a su colegio. El vestíbulo estaba casi vacío, por lo que se llegó a la cafetería. Disparó 48 veces en menos de un minuto. Alcanzó a 24 estudiantes.

El rifle de Kip se quedó sin munición, sacó su pistola y pudo hacer todavía un disparo mientras un grupo de muchachos intentaba reducirle. Grita a los muchachos que lo maten.

En sus declaraciones a la policía se muestra muy dolido por la muerte de sus padres, a quienes quería mucho. Repite continuamente que quiere morir. En Septiembre de 1999 se declara culpable de 4 asesinatos y 26 intentos de homicidio. Con su edad, 15 años, es condenado a cadena perpetua (gracias a Dios, nota de JC).

Si el tópico asegura que detrás de este tipo de actos hay familias desestructuradas, hogares inhóspitos, abandono físico o emocional, la investigación llevada a cabo para este documental sorprende al descubrir un entorno familiar cálido, unos padres atentos, una comunidad confortable. Nada en el expediente escolar de Kip hacía pensar en que se tratara de un chico con predisposición a la violencia.

“El asesino del Instituto” cuenta con los vídeos domésticos de la familia Kinkel y los escritos dejados por Kip, lo que permite explorar en profundidad los hechos de su vida cotidiana, en un intento por comprender qué acontecimientos hubieran podido conducir a este muchacho a este acto impredecible de violencia. De su análisis se van extrayendo pequeñas señales que permiten intuir qué acontecimientos fueron marcando el mundo interior de Kip y creando las perturbaciones emocionales que le llevaron a cometer esos asesinatos. Kip dejó escrito: “Soy el diablo. Deseo matar y provocar dolor gratuito. Me odio por haberme convertido en esto”.
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¿Qué creo? Nació malo. Y sin embargo hay detalles que hablan de una perturbación mental, que suena más bien a una profunda depresión, una oscura y mórbida de la que no supo cómo salir. Ese chico parecía atrapado en una miasma que no lo dejaba ver el sol o el día bonito más allá de su pesar anímico, posiblemente sintiéndose nada, basura en comparación con otros. Casi es posible imaginar lo que se dijo: Sí acabo con todo, todo puede cambiar. ¿Será este un caso aislado, algo raro que ocurre de tarde en tarde, o estamos rodeados de monstruos, de seres que de lejos parecen gente como todos pero de cerca tienen más colmillos que un vampiro? Asusta e inquieta.

Julio César.

QUEMÁNDOSE

-Chamas, esos muchachos quieren echarnos el bronceador, ¿los dejamos?

-No sé; esos seis carajos se ven como muy grandes y malosos.

-Mejor, así nos echan más a cada una.

Julio César.

FUSILANDO A UN FUSILADOR

Por fusilar, en Venezuela, fuera de la connotación literal, también indicamos cuando alguien copia descaradamente a otra persona en un trabajo, y debo confesar (porque ya lo saben, de lo contrario ni abro la boca), que caigo mucho en eso. Como empleado público que lleva estadísticas sobre cuestiones sanitarias, cuando me pongo intenso, aburro a los conocidos con los problemas de las distintas zonas de la Gran Caracas, que si cáncer de cuello uterino en la zona de Petare, SIDA que juega garrote en Guatire y Guarenas, desnutrición en los Valles del Tuy. Cosa que pasa justo antes de emborracharme totalmente, y fue en uno de esos momentos de fastidiosa seriedad sobre los problemas del país cuando discutimos un grupo sobre la manera de afrontar dichos males. Fue el marido de una amiga, el de Fátima, quien nos habló sobre un trabajo que había presentado en la universidad, ya que a él le pasó como a mí, después de años de graduados nos obligaron a volver para resolver un problema de títulos. Y él odió eso más que yo. A su vez, el trabajo lo había basado en un reportaje de un distinguido periodista venezolano, Rafael poleo, por lo que digo el fusil del fusilado. He aquí lo que colegí de su trabajo, que se negó a presentar él mismo en mis páginas.

Cuando las universidades de los países serios hacen proyecciones anuales sobre las causas y formas de resolver los problemas en sus países en los años venideros (parece que planifican a futuro, ¡qué bárbaros!), o el rumbo político, económico y social que tomará el mundo en los próximos años (qué gente, Dios), muestran una capacidad de planeación que parece cosa de magia a otras naciones menos previsoras. Es así como en el orden de importancia de los problemas a resolver, los grandes han llegado a la conclusión de dar prioridad a la educación sobre la salud (suena a tontería politiquera, todos dicen lo mismo: lo nuestro es un problema de educación; y sin embargo no hay manera de que resolvamos nada). Cuando se hacen las previsiones de los problemas por atender en cualquier país, el primer reflejo es dar relevancia a la salud sobre la educación, ya que es necesario contar con gente viva y medianamente sana para enseñarles luego a hacer cosas, desde reparar un cohete, a operar un cerebro o a preparar Cuba Libres (no es tan fácil como se cree). Sin embargo, de los newyores nos llega la noticia de que eso ya no es así. ¡Cómo inventa esa gente!

Aparentemente, el hincapié ahora está en poner a la EDUCACIÓN por delante de la SALUD. Sostienen que enfrentar los problemas de salud en primer lugar es una batalla perdida, que la esperanza está en transformar a cada individuo en un guerrero de la salud, fortaleciendo la prevención sobre el tratamiento. Alegan, hasta con lógica, que la sociedad moderna está creando a un enjambre de enfermos en potencia que ni puta idea tienen de que lo son o lo serán. Están los hombres que fuman y exhalan más humo que un tubo de escape en carro viejo, sin haber iodo jamás hablar de los enfisemas o de la relación de la nicotina con los infartos; que toman aguardiente como cosacos después de una invasión (ah, la caña, que rica), sin hacer una relación directa con los accidentes viales, la violencia domestica contra la pareja y los hijos (de ahí nacen los Aníbal Lecter), o con el viejo y cansado hígado enfermo (y de este condenado sólo tenemos uno). Hombres que comen como caballos llevando una vida totalmente sedentaria, que miran con angustia, mientras tragan un pedazo de chicharrón grasiento que chorrea aceite por su brazo, como abultan sus estómagos, sin detenerse a pensar (no se les enseñó cómo) que todo eso va a las arterias, cubre el hígado de grasa y tapa el corazón.

Vivimos en un mundo donde una jovencita no puede llegar a los trece años, y que le crezcan un poco las teticas, sin que salga a la calle creyéndose sobrada, un mujerón que va a comerse el mundo y lo primero es sentir que atrae machos. Y eso pasa por la mente de la niña en la gran urbanización así como en el caserío más miserable, que sale a buscar quien le eche la primera vaina porque ‘ya es una mujer’, comenzando muchas veces un vida sexual activa sin tener noticia ni de lejos de la relación que hay entre una vida promiscua (¿cómo una palabrita tan exótica puede ser mala?) sin llevar un control de la salud de sus parejas, relacionándolo a vainas como el SIDA o los problema del Papiloma Humano. La relación de este con el cáncer de cuello uterino, es algo que ignora totalmente (Dios, ¡cáncer!, eso no se trata ni cura con aspirinas o antibióticos, pero tampoco lo sabe muchas veces). Estas muchachas que se levantan un día no pensando voy a estudiar, tener una carrera, visitar mundo y tener amantes en bellas ciudades internacionales porque soy autosuficiente y puedo encargarme de mí misma, sino diciéndose: “yo puedo levantarme al que quiera, ahí está el malandro ese que no sirve para nada; voy a probar”; no puede relacionar la paridera de muchachos sin control (nunca se les ocurre practicar sexo seguro; no, meten la pata hasta lo hondo) con el agotamiento del cuerpo, con distinta infecciones e incluso con el cáncer ya mencionado. Circunstancia que en muchos casos únicamente viene a acrecentar el círculo de la miseria en grupos donde no tienen ni con que alimentar bien a un muchacho, no hablemos ya de tres, cuatro o cinco. Muchas veces por el ejemplo en casa, lo que fue la vida de los suyos antes que ella, quedan marcadas sin llegar a saber que hay otros mundos.

Asistimos a la cultura de las drogas, ¡las muy malditas!, desde las ilegales a los estimulantes o sedantes médicos, y los esteroides anabólicos con los que tantos muchachos bolsas creen que pueden desarrollar cuerpo y músculos, lamentablemente no más cerebro. Es una cultura donde se les inculca que la marihuana no es tan mala, que las clases chic pueden darse su piquito de coca como una inofensiva diversión en fiestas, vainas controladas de gente sofisticadas (qué tonterías se inventan estos enfermos para ocultar una falla mental y de personalidad). Son jóvenes que crecen al garete, sin una guía, tomando el camino que mejor les parece, creyéndose sobrados, muchas veces cayendo en la franca manipulación de otros que los azuzan a hacer tonterías, o que se aprovechan de ellos incentivándolos a consumir, desde productos de marcas y basura, hasta drogas para fines ilícitos o para que brillen como atletas. Muchacho no es gente, decía siempre mi abuelo, y tanto que lo odiábamos en esa época cuando lo gruñía entre dientes. Pero ahí están, muchos de ellos careciendo de una segura figura de autoridad que sirva de faro cuando tengan problemas, porque hasta el rol de ‘padre, responsable y representante’ ha sido abandonado por una generación necia y no preparada que cree que esos roles deben ser ‘negociados’, vacío familiar este que posibilita la entrada de otras influencias en la vida de los muchachos. En su conjunto es preocupante la psicopatía que va manifestándose dentro de una población joven aparentemente privilegiada como la norteamericana, ¿qué queda en estos lares donde un grupo criminal cree que puede robarse unos muchachos, darle drogas y convertirlos en guerrilla, o carne a la venta para turismos extraños?

Toda esta enorme masa humana que toma por donde más fácil parece, que piensa que le va bien hasta que el cuerpo le echa la vaina con dolores, disminución de facultades o el colapso total, van a conformar un ejercito igualmente enorme de enfermos, de gente que atestará clínicas y hospitales, obligando a que buena parte de los presupuestos de los países, al menos en los países serios donde los lideres no toman la plata para hacer lo que les da la gana como obras en otros países mientras su pueblo muere de enfermedades o hambre, o lo roban mientras el pueblo resiste como puede otro día. Pero los países serios ven como se incrementan los gastos sanitarios, de gastos médicos, los gastos de la seguridad social porque a toda esa gente que sufre, se queja y le duele hay que atenderlos. Lamentablemente para este enjambre de enfermos jamás alcanzaran ni las plazas médicas, los recursos sanitarios ni habrá médicos suficiente; ni alcanzará el dinero para mantener a tantos. Así de simple. Si dentro de un país cualquiera doce millones de personas se preparan para posiblemente estallar más o menos a mismo tiempo, ¿cómo se hace? Siempre la demanda será muy superior a los recursos necesitados. Es aquí donde parece obvia la indicación de las grandes universidades: cortar la cadena donde se forman los enfermos metiendo entre los engranajes la palanca de la educación sanitaria.

Suena fácil, ¿verdad? Hasta lógico, pero no lo es. En muchas partes hay un deprecio increíble por el sentido común, por las cosas que están de anteojito. Siempre se busca la salida extraña, la mágica, la que no da trabajo ni preocupaciones, muchas veces irreal como dejar que todo se resuelva por sí mismo; o por alguna necesidad pedestre se necesita ensayar algo ‘nuevo’ para ser distinto. Y eso cuando no hay desinterés total, algo como: bueno, que se mueran, esos reales lo vamos a enviar en una maleta para que fulano sea presidente de tal sitio (por decir cualquier locura, sin nadie en mente). El problema de este tipo de soluciones, sentase y discutir entre todos qué hacer para romper la cadena, obliga al angustiado a buscar a otros, a pensar, a hablar, tomar notar, discutir y luego implementar, y vigilar que se cumplan ciertas máximas o normativas… y es ahí dónde está el problema para enfrentar las cosas, es ahí dónde mueren las iniciativas.

Vamos a estar claro, es más cómodo, fácil y rico estar sentado en su casa, tomando cerveza, viendo un juego de béisbol, comiendo cerdo, a hacer todo esto, reunirse con los maestros de las escuelas de la zona y expresar que se desea que se tomen cierta medidas en el programa escolar, y exigir que se haga y cumpla. Mientras tanto crece el número de enfermos, de gente que padece y exige atención que no le llega, con barriadas que se llenan de muchachos que sólo conocen el ejemplo de la carajita que es su mamá, y que muchas veces está obstinada de ellos, porque como son cuatro ya no consigue otro marido que cargue con todos; pero lo peor es que muchas veces ya se preparan para repetir el ciclo nada más llegan a los doce. ¿Qué se le hace? ¿Nada? Suena irresponsable, ¿verdad? Es como sentarse y dejar que todo siga como va en el mundo hasta que ocurra un desastre natural real, como un deslave en Vargas o un tornado en Nueva Orleáns, y chilar que se debió hacer algo para detener el deterioro ambiental. Y sin embargo, eso hacemos, es decir: nada. Nunca es nuestro problema, eso tiene que resolverlo 'otro’; para eso están los dirigentes y los políticos (sí, cómo no).

Bueno, si nos sentamos sin hacer ruido ni llamar la atención, otros se alarmarán y algo harán. O esperamos que lo hagan; pero silencio, que no nos vean o nos llaman y nos obligan a tomar la responsabilidad de nuestras vida. Qué fastidio…

Julio César.

LA TRABAJADORA DE LA NOCHE

Si tienes para la tarifa contigo me voy…

El médico miró a la mujer, una desconocida todavía, aprobatoriamente. Era una fémina normal de clase media trabajadora pero con aspiraciones. Delgada y flexible, se veía fuerte físicamente aunque no era alta. De cabellos amarillentos, ni por un momento la cree catira natural, con esas cejas no podía serlo, se veía bien sin embargo. Era treintona, comenzando, de rostro cuidado pero no maquillado en exceso. Una mujer segura de sí, podía muy bien imaginarla haciéndole frente a un hombre, gritándole hasta del mal que se iba a morir con las manos en las caderas y tongoneándose desafiante. Sus ropas eran llamativas pero no muy buenas, un suéter algo ajustado que enmarcaba divinamente su busto generoso y una faldita a medio muslo. Su cartera y zapatos sí eran de calidad. Cuando mira sus ojos, se inquieta… Ella ha estado estudiándolo y no parece convencida de que sirva. Vaya…

-Buenos días, señora Martínez.

-Buenos días, doctor. –responde ella tomando asiento, mirándolo inquisitiva.- Disculpe que se lo diga, pero no me imaginaba que usted…

-¿Fuera tan joven? Hay muchos siquiatras jóvenes, señora.

-No, no es eso sino que… ¿me estaba mirando las tetas? En mi trabajo noto cuando un sujeto…

-No, no es eso, señora. Estaba acotando algunos signos externos sobre su… -se acalora, tomado fuera de base por un momento.

-¡Ah!, no le gustan las mujeres. Por mí está bien. –parece más relajada.- Me agradan los gay. –sonríe señalándolo.- Y me disculpo por creerlo un mirón, no me fije bien en sus… -y no termina pero mueve las manos elocuente. Él la mira terriblemente impactado.

-¡¡¡Señora Martínez!!! –traga saliva, acomodándose la corbata; maldita sea, y justo ese día llevaba una de seda rosa suave.- No creo que debamos hablar de mí. –reprende.

-Bien, doctor. Lo siento si me metí en su vida. –toma aire.- Vengo a verlo por consejos de mi ginecólogo, ese hombre es una maravilla, adivina cuando tengo problemas, me conoce realmente muy bien. Verá, estoy agotada. No puedo descansar. Termino mi trabajo cada noche y al regresar a casa no puedo dormir. Es por culpa de esa pesadilla que tengo cada vez.

-Bien, ¿de qué trata la pesadilla?

-Es algo casi cotidiano. Algo que me aterra que ocurra en verdad siempre que salgo a trabajar, y creo que eso es lo que me angustia tanto. Pues bien, me acomodo bien y salgo a trabajar como siempre, como cada noche, recorriendo mi ruta… -relata mientras él va alzando las cejas.- …cuando en una esquina se me montan cuatro carajos. Me llevan a una zona lejana, aislada y ahí viene el abuso. ¿Lo ve? Se montan, me usan y se van sin pagarme…

-Ah, ya veo, ¿y usted trabaja…?

-Manejando un taxi.

Julio César.

TRINITARIAS… (5)

Sólo una vez… cada vez.

-Maldita sea… -grazna con rabia, soltándose. No importaba cuánto torturara su cuerpo, su mente adolorida clamaba más.

Nuevamente se deja caer en el banco. Bañado en sudor, jadeando por la boca abierta. Oye risas detrás del muro, oye conversaciones, música. Era sábado en la noche, todos saldrían a bailar, pasear, amar. Estaba convencido de que muchas citas de cama se resolverían en esos últimos momentos. Todos parecían divertirse menos él. Pero no puede pensar en eso, no quiere, porque lo único que venía a su mente era el rostro de ese tonto, engreído y medio mentepollo muchacho que se le había metido en la piel. Era ese rostro sonriente, a veces altivo y chocante, muchas veces tierno e infantil lo único que podía evocar. Lo recuerda gritándole, insultándolo de esa manera tan dura que tenía, por lo que tuvo que callarlo de la única forma que pudo, a golpes. No sabe por qué lo alteró tanto, otros le habían gritado antes cosas peores, pero en ese momento…

Fue porque era él. Se molestó porque le dolió lo que dijo, no le molestó o alteró, le lastimó. Le dolió porque era Adrián quien las gritaba. Cuánto poder tenían para lastimar aquellos a los que se amaba, recordó esa frase no sabe si leída o escuchada. Dios, cuánto daría por poder llamarlo, por preguntarle si estaba bien (¿y si lo jodí? Coño, pude sacarle un diente o algo; y pensar en esa posibilidad le encoge el corazón en el pecho). Le gustaría tanto llamarlo y oírle decir que lo siente, que siente todo lo ocurrido, y que lo citara para que hablaran. Sí, desea eso, que Adrián diga que deben hablar, que no podían terminar así. Pero sabe que no lo hará. Adrián era una pequeña cucaracha testaruda e intransigente, jamás lo llamaría. Se yergue en la silla; él podía dar ese paso, pero nunca lo haría. Si la vaina debía terminarse, que se acabara, pero no iba a rebajarse llamándolo. No él.

Pero dolía. Ese vacío, esa sensación de querer gritar, correr, golpear o aullar como un perro con rabia era algo nuevo para él. Esa sensación de insatisfacción, de pesar, de casi malestar para respirar era desconocida. Lo sentía ahora, lo sufría ahora… porque Adrián ya no estaba. Temblando, con la boca abierta cierra los ojos. Lo recuerda esa noche, hace como tres semanas cuando salieron huyendo de aquel bar, ocultándose en ese callejón, riente como idiota, como si no entendiera que en verdad pudo pasarles algo malo. Él estaba furioso, con él, con esos tipos que buscaron la camorra. Deseaba golpear a alguien, regresar y caerles a coñazos, o al tonto muchacho; pero al verlo reír de espaldas contra esa sucia pared, como si aquello fuera una aventura de colegial, lo desarmó. Se veía tan joven, tan insensato, tan alegre, tan… hermoso. Fue a reclamarle, pero el otro le había rodeado el cuello con sus brazos, con fuerza, y lo había besado, de forma cálida, no impulsiva, tampoco suave, parecía excitado, y todo su mundo giró, dejó de pensar, de estar molesto, y se aplastó contra él, clavando sus dedos en esa baja espalda. Llenándose con su calor, con su olor, tan duro de ganas que temió estallar literalmente dentro de sus ropas.

Pero eso era pasado. Esa historia había concluido, y su final no había sido nada feliz. Se ahoga y tiene que lanzar un alarido, llevándose las manos a al nuca y cepillando con furia su cráneo con sus dedos. ¿Por qué…? ¿Por qué…? ¿Por qué nada le salía bien? ¿Por qué coño’e la madre todo tenía que malogrársele siempre? ¡No era justo! No era justo, carajo… Y sin embargo, la primera vez que había visto a Adrián, lo había odiado, recordaba que fue en…
……

- 1 -

Todos los sabían dentro del antiguo Comando de la Unidad, si hay que llamar gente para una marcha, una concentración o para formar un muro de contención, llamen a Adrián Barbosa, que, aunque joven y con pinta de poder estar haciendo cualquier otra vaina (como asolearse en Choroní, como irresponsablemente se cantaba), siempre se presentaba de primero, lleno de adrenalina, con ganas de participar y resistir. Ante cualquier eventualidad el joven se calzaba sus cómodos zapatos de goma, un largo shorts bermudas, una franela holgada que a veces era tricolor, amarilla o azul, y su gorra o cinta a la frente con las iniciales UCV, de la Universidad Central de Venezuela. Y llegaba, batiendo palmas, gritando consignas, llamando a resistir con ese ánimo y alegría de la juventud.

Había comenzado a protestar relativamente tarde, aunque su mamá y sus dos hermanas mayores vivían desde antes muy pendientes de las marchas opositoras al régimen que desdirigía los destino del país. Él no, se lo había ido tomando con soda hasta que dos eventos llegaron a trastocarlo todo: su padre perdió su trabajo en PDVSA, la empresas estatal petrolera, por firmar pidiendo el revocatorio presidencial tres años antes; y luego fueron contra el canal de televisión RCTV, al que cerraron en su señal abierta a todo público. Por razones íntimas, esto fue más revelador e inquietante. A sus ojos jóvenes (que muchos encontraban bonitos) se presentó un panorama aterrador: todo lo que había creído hasta ayer no servía, nada funcionaba, ninguna regla garantizaba seguridad o estabilidad; ahora estaban en el infierno.

Del otro lado, con su franela llevando al frente la oscura imagen del Che Guevara, el eterno rebelde, sobre un fondo rojo, Joaquín Garcés se lanza con igual arrojo y apostolado. En cuento oye que se están congregando los ‘oficialistas’, hay una concentración chavista o se marcharía a favor del Gobierno, el joven se calza también su gorra UCV, caminando con arrojo, con esa pasión que parecía vehemencia o violencia nacida de sus convicciones más profundas. De su boca surgen las consignas que condenan a un grupo necio e insensato que no sabe de qué habla, apátridas que despertaban oyendo y viendo CNN, pendientes del dólar, que deseaban ver su país dominado por los eternos explotadores, por aquellos que habían clavado sus garras y colmillos en las carnes de la república (trasnacionales sin alma, político a sueldo, el Imperio explotando y robando lo que otros no podían llevarse a las bocas hambrientas) y la sangraban, devorándola sin piedad. Su rostro enrojece, sus ojos brillan de furia, de convicción, mientras les grita a las caras detrás del cordón policial que los separa, lo que siente, lo que piensa. Los crímenes de aquella gente, que jamás volverían, eran demasiado recientes, ¿acaso esos muchachos tontos, como el bonitico de flequillo en la frente, no se daban cuenta?

Siendo estudiantes de la UCV los dos, los dos moviéndose alrededor de la universidad, de los grupos que allí se atrincheraban, Adrián y Joaquín estaban destinados (o condenados, según se mirara) a encontrarse cara a cara más de una vez. En medio de marchas y protestas sus ojos habían caído inmisericordes y con furia sobre el otro, y alzando sus puños, tensando los cuellos con el esfuerzo, casi escupiendo con furia las palabras, se habían gritando insultos, condenas y llamadas al otro a entender que sólo seguía a criminales. Joaquín lo detestaba… porque le parecía horrible que un muchacho como él, joven, sano, de rostro limpio y mirada apasionada, casi… decente (pensaba que hermoso, pero no quería usar esa palabra), estuviera allí, del lado de todos esos vagabundos que defendían intereses bastardos, distintos a los de la universidad y el país que los vio nacer. Le desesperaba que él, que ese joven, estuviera en ese bando. A Adrián, no sabía por qué, algo lo urgía a obligarlo a reaccionar, a que entendiera que defendía a bandidos, ladrones y criminales que arruinaban de forma total a la nación preparándola para el remate.
……

La Biblioteca Central era un lugar que le encantaba a Joaquín, aunque pareciera eternamente en remodelación. Le agradaba el orden, el cuidado que se ponía en ese lugar donde cada libro, computadora y archivo era esmeradamente protegido. Los muchachos, y otros no tantos, los eternos estudiantes de postgrados quienes habían hecho esa terrible elección, se comportaban distintos dentro de sus muros en las diferentes salas y pisos. Era común el ceño atento, algo fruncido, mientras las miradas corrían sobre párrafos y bibliografías. Le molestaban algunas restricciones, en algún momento debería permitirse el sacar ejemplares y copiarlo fuera, dentro del edificio el servicio colapsaba, sobretodo en épocas de evaluaciones o preparación de los trabajo finales de grado. También el que se debía estar carnetizado, o ser miembro de la universidad para tener acceso a ella debía ser corregido; lo legal debería ser que se prestara auxilio y servicios a todo el que viniera demandando esa ayuda. Eran cosas que debían cambiarse. Democratizándose, como gustaba pensar.

A él, personalmente, le encantaba ir allí. Sentado, leyendo sobre Marx, Lenin o la martirizada Rosa de Luxemburgo (otros padres del comunismo) se distraía. Se llenaba de calma, de paz. Estar sentado a una mesa, cómodo, con ese aire controlado lejos del calor, lo invitaba a pensar o divagar. Todo era distinto tras esos muros, no había presiones, desencanto, luchas. No pensaba en su labor proselitista que parecía no prosperar. Ni en sus hermanos que no gustaban de estudiar o trabajar. O su padre, bruto y brutal, peleando siempre con su otro hermano. No, nada de eso lo atormentaba allí; y ese sentimiento de bienestar lo había trasferido a ese querido edificio.

Le gustaba el airecillo izquierdista del grupo mismo, aunque los escuálidos (término usado denigrantemente para designar a los contrarios), habían ido combatiéndolo. Hasta hace poco hubo una exposición sobre Cuba, el milagro social de un pueblo cercado en el Caribe por la codicia norteamericana, que fue retirada de mala manera. Ni por un momento pasa por su mente que esos trabajos realizados por jóvenes de la misma universidad, iban afectándose al relacionar estos lo que pasaba en el país a nivel doméstico e individual (a los muchachos solo les dolía los que los tocaba directamente, lo demás no), con el llamado socialismo que el Gobierno auspiciaba. Para él era producto de reaccionarios que deseaban terminar con el pensamiento marxista dentro de la máxima casa de estudios.

Vaya, no debió tomar tanta agua, se dice sintiéndose indispuesto, enfrascado como estaba en un párrafo que debía dejar al tener que ir a vaciar la vejiga. Le agradaban los baños de ese piso, por razones particulares, por lo que al dejar el libro y dirigirse a ellos ya se había disipado parte del malestar. En los sanitarios también se podía leer. Como en todos los baños de hombres, había letreritos chistosos, ingeniosos, intrigantes o… eróticos. Por alguna razón los hombres se ponían poéticos, generalmente homoeróticos, en ellos. No sabe si es algo estudiado por sicólogos o no, pero así era. Todo el que entraba, y llevaba un bolígrafo o un marcador, no podía resistir la tentación de dejar una notita, un homenaje de su presencia en el lugar a la posteridad. Había uno que debió ser escrito hace más de veinte años atrás porque decía: soy bonito como un MENUDO (una olvidada banda juvenil), y quiero un macho que me de… Esa parte la habían tachado, pero podía imaginarlo. Justo al ir entrando el repicador de su teléfono celular le indica que recibe un mensaje, así que leyéndolo, abre la puerta que se cierra simplemente con dejarla caer, y entra en silencio. Era su amiga, la del nombre ridículo e imposible de Mortiana. Lo citaba para que tomaran algo en el cafetín de odontología. Una vez adentro, lo oyó…

Parecen ahogados bufidos, como gemidos muy apagados y quedos hechos por alguien que no desea llamar la atención pero que no podía controlar lo que hace. Siendo joven, Joaquín imagina algo deliciosamente escandaloso: vaya, ¡alguien se masturbaba allí! Y eso le provoca un escalofrió de divertido interés. Era lo suficientemente muchacho como para que todo eso le interesa de manera imperante, y no eran únicamente sus inclinaciones sexuales lo que lo llevó a imaginar mil vainas (un tipo con los pantalones en los tobillos y dándole mano al pilón), sino porque era… un hombre, tan simple como eso. Alguien la pasaba bien ahí, aunque… ¿hacerlo allí? Algo malo debía funcionarle en el cerebro (a estas alturas visualiza a alguien sentado y a otro de pie con el pantalón en…). Allí, de pie cerca de la puerta del aparentemente solitario baño, aseado, cromado, lo ve salir del último de los privados. Era Adrián Barbosa, pero ese nombre no lo conocía aún.

CONTINUARÁ…

Julio César.

SE VEÍA DECENTICO

Decía al que pasara: “Ven, sube y vamos a navegar”. Y algo en él convencía a la gente, porque subían y se iban con él.

Julio César.

martes, 7 de abril de 2009

Hola, amigo, siempre hola…

Lo recuerdo bien. Sentí frío cuando escuché la noticia. Al principio intenté creer que no se trataba de él (era absurdo, alguien joven a quien se quiere no parte así), pero debí afrontarlo. Con la piel erizada me quedé quieto en el sillón frente a la computadora a donde acudí en busca de noticias sobre tan terrible tragedia. No sentí dolor, tan sólo desconcierto, no sabía qué pensar. Luego llegó la angustia y la pena. Por él, por mí. Todo era tan absurdo, tan imposible de creer. ¡Heath Ledger, ¿muerto?! Lo habían encontrado solo, a solas se había ido.

Llamé a una amiga, ella estaba mal. Y fue extraño oírlo en la voz de Alicia, como un reflejo de mis propios pensamientos, “¿Cómo estará Jake Gyllenhaal? Pobrecito, debe sentirse tan mal”. No quise decir nada más, un nudo me ahogaba. Ese día fue distinto a todos, trabajé, hablé, hice cosas y creo que nadie notó que no deseaba detenerme, que no quería estar a solas, que buscaba no pensar en nada. Para aquellos que un día fuimos en grupo a ese cine a ver la película de los vaqueros maricones, esperando reír con burla, y encontramos poesía, nos resultaba extraño dar entender aquel dolor, esa sensación de pérdida.

¡Sólo era un actor! Por Dios, ¡era una película! Oírlo costaba, lastimaba y molestaba, pero ¿qué saben los demás? Las cosas de los afectos no pueden describirse con palabras, jamás podremos mostrar en todo su alcance, tamaño y dimensión las cosas que importan al corazón. No a otros ojos. Sólo queda esperar que aquellos que también amaron y perdieron, nos entiendan.

Sigue durmiendo, vaquero amigo, descansa hasta que llegue el momento.

Julio César.

NOTA: La hermosa fotografía la tomé del espacio de Marga. Y alguien de aquel grupo que fue al cine, partió también. En enero. Qué extraño resulta todo.

Basta por ahora, nos leemos después de Semana Santa.

ESCALOSFRÍOS… 2

Hay cosas que dan miedo sin necesidad de ser sobrenaturales. A veces abrimos un periódico y leemos algo insólito: un tipo se cita con otro… para que lo mate y lo devore. Un hombre mantiene encerrada durante años y años, sin que nadie parezca notar nada extraño, a una pariente, atormentándola. El mundo sigue girando, pero sí, hay muchas cosas a las cuales temer. Una vez hablando con una colega de trabajo sobre el crimen en Caracas y lo poco que el Estado puede hacer por protegernos en muchos casos, ella definió la diferenciación exacta. Las autoridades pueden colocar vigilantes en una esquina y disuadir a quien quiere robar, secuestrar o matar. Pero nadie puede protegernos del vecino que cava en medio de la nada, un sótano para encerrarnos.

El siguiente relato tiene algo de eso. Disfrútenlo…
……

MUÑECAS
Luis Bernardo Pérez
Acepté ver la colección de muñecas sólo por cortesía, no porque me interesara. La vieja acababa de adquirir uno de los extractores de jugo que ofrezco de puerta en puerta y ello me hacía sentir comprometido. Además, una de las reglas básicas de todo vendedor exitoso es la de no contrariar al cliente.

La casa era humilde, pero lucía ordenada y limpia. Había jarrones con flores frescas, varias imágenes religiosas colgaban de las paredes y una radio antigua descansaba en un rincón. Desde el principio el lugar me resultó sombrío, aunque no puede precisar el motivo.

Me levanté del sillón forrado de plástico y me dejé conducir por un estrecho pasillo hasta una puerta cerrada con llave. La vieja abrió y entramos en una habitación poco iluminada. El penetrante olor a perfume de violetas hizo que se me revolviera el estómago. Entre las sombras distinguí a las muñecas. Había de todos los tipos y tamaños. Algunas se apretujaban en los entrepaños que cubrían las cuatro paredes, otras se encontraban arracimadas en un diván, recargadas contra la pared o sentadas en el piso apoyándose las unas en las otras.

La vieja no ocultaba su orgullo.

-Aquí están mis nenas- dijo.

-Es impresionante- afirmé fingiendo entusiasmo-. ¿Cuántas tiene?

-No estoy segura. Hace mucho tiempo que perdí la cuenta, pero seguro son más de mil.

Caminé entre esa multitud de rostros infantiles. Mi anfitriona corrió las cortinas para aclarar un poco el cuarto. Vi cientos de niñas rubias y morenas, de trapo y de plástico, con el pelo lacio o rizado, con sus zapatos brillantes, sus pulcros baberitos y sus vestidos impecables.

-Esta es una de las primeras que tuve- dijo la vieja señalando una figurilla llena de encajes en cuyo inexpresivo rostro se advertía el brillo de la porcelana-. Mi papá la mandó traer directamente de Francia cuando cumplí diez años. Y esa otra, la que tiene la falda bordada, me la regaló mi hermano Francisco cuando estuve enferma. Eso fue en el año... Déjeme recordar...

La fragancia de violetas resultaba intolerable. Me sentí mareado, pero no quise interrumpir las explicaciones de la vieja, quien hablaba sin parar sobre su colección Yo miraba sin ver, paseaba la vista sobre la mesa de cuerpecitos inertes que ella había ido acumulando a lo largo de los años y de quienes se expresaba con tanta familiaridad. Entonces, fijé mi atención en dos de las muñecas, las cuales se distinguían del resto por su absoluta falta de gracia. Eran dos monigotes con los brazos torcidos, el pelo maltratado y la cara cenicienta.

Me acerqué para observar aquellas esperpénticas figuras. Ambas estaban vestidas de azul y llevaban listones rojos en la cabeza. Parecían fabricadas de cartón o de arcilla sin cocer. La boca se abría para formar una mueca ridícula. Al aproximarme más noté que las dos presentaban oscuras oquedades en el lugar donde deberían ir los ojos y la nariz. Fue entonces cuando, percibí, mezclado con el aroma de las violetas, un peculiar hedor, una exhalación putrefacta. Retrocedí aterrado.

Mascullando una excusa, salí de la habitación. Al pasar por la sala tomé mi caja de muestras y, sin mirar atrás, me lancé a la calle a toda prisa. En el cerebro resonaban con insistencia las palabras de la vieja:

“-Aquí están mis nenas".
……

Simple, conciso, corto. No entiendo cómo alguien puede describir algo tan bueno con tan pocas palabras. Y qué siniestro. La demencia, esa es otra cara del horror. La demencia que transforma a gente común, a comunes seres humanos en monstruos capaces de las peores atrocidades. El cuento, como digo, fue bueno, pero yo como lector independiente, que lo miro desde afuera, habría agregado detalles. En lugar de un vendedor adulto, el mirón habría sido un niño que comió galletas y tomó leche antes de ver las muñecas. Al bajar, sintiéndose mareado por el olor a violetas, habría recordado cuentos sobre la anciana, y al descubrir la creciente colección de “nenas” entendería que su mareo tiene un significado más siniestro mientras ella cierra una puerta a sus espaldas. Brrrr… nada más de imaginarlo da… escalofrío.

Julio César.

CONSIDERACIÓN

-Dios, lamento que me encontrara así; sí le incomodo déjeme vestirme y…

-No, caballero, no se moleste. Por mí está bien.

Julio César.

HAY GENTE A LA QUE NUNCA LE ES SUFICIENTE

Hace años salía yo con una joven de nombre Margarita. Me gustaba, era bonita, aunque nunca entendí por qué comenzó a salir conmigo en primer lugar. Parecía que nada en mí le parecía bien o satisfacía. No importara que tanto hiciera yo por tenerla contenta (era hasta amable en esos días), ella nunca estaba contenta. No era feliz. Ahora, más viejo y sabio (digan lo que digan mis amigos), entiendo un poco mejor; hay personas que no están contentas jamás, que nunca son felices, porque disfrutan estando molestas, incómodas e infelices. Ahora lo sé. Esto viene al cuento por algo que me enviaron por correo, como imagino que se los enviaron a todos, es algo conocido, uno casi lo adivina antes de llegar al final, pero eso no lo hace menos verídico:
……
El CAN
Un carnicero estaba apunto de cerrar su negocio cuando vio entrar un perro. Trato de espantarlo, pero el perro volvió. Nuevamente intento espantarlo, pero entonces se dio cuenta que el animal traía un sobre en el hocico.

Curioso, el carnicero abrió el sobre y en su interior encontró un billete de 500 pesos y una nota que decía: ¿Podría mandarme con el perro 1kg de carne molida de res y 1/2kg de pierna de cerdo?

Asombrado, el carnicero tomo el dinero, coloco la carne molida y la pierna de cerdo en una bolsa y la puso junto al perro, pero olvido darle el cambio. El perro empezó a gruñir y a mostrarle los colmillos.

Al darse cuenta de su error, el carnicero puso el cambio del billete en la bolsa; el perro se calmó, cogió la bolsa con el hocico y salió del establecimiento. El carnicero, impresionado, decidió seguir al can y cerró a toda prisa su negocio.

El animal bajo por la calle hasta el primer semáforo, donde se sentó en la acera y aguardo para poder cruzar. Luego atravesó la calle y camino hasta una parada de autobús, con el carnicero siguiéndole de cerca. En la parada cuando vio que era el autobús correcto, subió seguido por el carnicero.

El carnicero, boquiabierto, observo que el can erguido sobre las patas traseras, toco el timbre para descender, siempre con la bolsa en el hocico.

Perro y carnicero caminaron por la calle hasta que el animal se detuvo en una casa, donde puso las compras junto a la puerta y, retirándose un poco, se lanzo contra esta, golpeándola fuerte. Repitió la acción varias veces, pero nadie respondió en la casa.

En el colmo del asombro, el carnicero vio al perro tomar la bolsa con el hocico, rodear la casa, saltar una cerca y dirigirse a una ventana. Una vez allí, tocó con las patas en el vidrio varias veces sin soltar su carga; luego regreso a la puerta.

En ese momento, un hombre abrió la puerta... ¡y comenzó a golpear al perro! El carnicero corrió hasta el hombre para impedirlo, diciéndole: Por Dios, amigo ¿Qué es lo que esta haciendo? ¡Su perro es un genio!... ¡Es único!

El hombre, evidentemente molesto, respondió: ¡Qué genio ni que la chingada! Esta es la segunda vez en esta semana que al muy estúpido se le olvidan las llaves.... y yo en el baño.

MORALEJA:

Por más que te esfuerces y cumplas más allá de tu deber en el trabajo, a los ojos de un jefe siempre estarás por debajo de lo que él quiere.

Reenvía esta moraleja a quien creas que trabaje como PERRO.
……

Es tragicómico, ¿verdad? Pero muy cierto.

Julio César.

miércoles, 1 de abril de 2009

AY, ESOS CALENDARIOS…

Hace tiempo Silvia, una amiga, me comentó entre divertida y molesta, que a su hijo de trece años, al que sobreprotege demasiado (son sólo él y ella), le habían regalado los compañeros de estudios, el calendario caliente de Norkys Batista. Me contó que él llegó como asustado: “Mira, mami, lo que me regalaron esos payados e la escuela por mi cumpleaños”. Ella nada dijo, pero entendía que seguramente él lo había pedido, o estaba de acuerdo. La verdad es que ese calendario bien valía la pena, es como esos que están en los talleres mecánicos, donde junto a un carro siempre esta una o dos chicas en bikinis. Siempre he creído, aunque por algunos comentarios sobre diversos tópicos que he recibido creo que no es así totalmente, que sólo a los hombres nos interesan este tipo de publicaciones. Aún cuando las fotos sean de otros carajos. Me explico:

Durante años he sabido de las Playboy, ¿quién no?; luego supe que existía su hermana bastarda, la Playgirl, pero que esta nunca contó con tanta aceptación ya que la mujer promedio no la adquiría, siendo su mayor mercado el de los homosexuales (no les digo, ¡hombres!). Al parecer ocurre igual con estos calendarios. En Venezuela, hace unos tres o cuatro años, todo el que salía en televisión, por cualquier motivo, con buena pinta, sacaba un calendario. Sólo tres corrieron con cierta suerte, el del Pablo Martín ese, el actor que hizo carrera luciendo pequeñas prendas de vestir en novelas; el de los Misters Venezuela, por ser varios, y este de Norkys Batista. Y lo cierto es que las mujeres los compran, digo, los de hombres, pero en su mayoría son ‘otros’ hombres quienes se los llevan. Es un hecho. Creo que es por eso que ciertas firmas de modas que publican anualmente calendarios masculinos, se van de una vez por lo seguro, jugando a la ambigüedad, como el francés en France de los Dieux du Stade (qué dónde está lo ambiguo o dudoso, no lo sé, más claro no canta un gallo). Júzguenlo:
Julio César.

NOTA: No, Fátima, no pienso sacar el mío… el calendario, quiero decir.

LIMÓN Y JUVENTUD

Hace poco coincidí con varios conocidos de años tan pasados como el bachillerato, en la sala de espera de una clínica. Una amiga común tiene un problema grave, muy serio, con su hija. No hay buenos pronósticos. Allí me encontré con Deborah, una mujer a quien conocí en cuarto año de bachillerato (no sé cómo le dicen ahora a ese año), a quien le había perdido el rastro. Me sorprendí de entrada, como todos, porque estaba igualita. No era simplemente que se conservaba delgada (más llenita, de rostro algo más cachetón, pero era todo). Su rostro era una belleza. Todos querían saber qué hacía. Lo que me pareció de lo más indiscreto. Su respuesta fue: el limón.

Aparentemente el limón, ese cítrico realmente ácido, ayuda como tratamiento de belleza nocturno (¡más vainas para antes de dormir en las mujeres!). Según ella, que parece muy enterada, el jugo de este fruto ayuda a eliminar en la piel del rostro, granitos, asperezas y hasta ‘lima’ pequeños surcos. Aparentemente cada noche toma medio limón mediano, y frente a su espejo, lo aplica frotándolo por frente, pómulos y nariz. Sobre mentón, mejillas y el sobre labio superior, lo frota más fuerte, de abajo hacia arriba para ‘entrar’ en los poros. Finalmente, cerrando los ojos, lo frota con menos vigor sobre las ‘ojeras’. Siempre según ella, al ir secándose, le prensa un tanto la piel, y eso la ayuda a mantener la piel lozana, fresca y limpia. Ah, y terminando, oprime el fruto sacando unas gotas que aplica y extiende sobre los dorsos de sus manos porque eso mantiene la elasticidad de la piel y evita las manchas hepáticas. La vejez, pues.

Y sí, Deborah se ve bellísima, tal vez eso sí le funcione. ¿Quién sabe? Pero ahora un aparte, cada cierto tiempo aparece una panacea benigna para todo; cuando muchacho escuché muchas cosas buenas sobre el ajo. Todo era con el ajo. Luego llegó el turno del limón. Más tarde los desplazó la sábila. Ahora la sábila se utiliza para atender desde heridas en la piel, hasta como expectorante para la tos. Sin embargo, el limón como que sigue ahí ahí. En un aparte (después de decirme que me veía mejor que hace años, lo que me pareció un cumplido, o así quise verlo), le pregunté qué opinaba su marido de pasar la lengua y encontrarse con el ácido del limón. A lo que respondió:

-Necio, uso el limón después de mis otros asuntos.

Dios, qué energía tienen las mujeres.

Julio César.

DAVID BECKHAM, A QUIEN DIOS SE LO DA…

Siempre me ha desconcertado que por comentarios ligeros hechos de pasada para llenar un hueco, reciba comentarios y hasta correos. Eso me pasó hace poco por una mención que hice del poco buen gusto de un grupo de fanáticos españoles que le gritaban “maricón”, en medio de un juego entre Inglaterra y España, al señor Beckham. Sí, me sonreí de oreja a oreja, pero estuvo mal (ay, España… ¿qué te pasa?). Bien, por ello recibí correos… pero no por el comentario (¡claro!), sino por las imágenes. Me pedían otras. Desde que comencé a escribir he encontrado uno que otro espacio del que he tomado cosas, y he reunido algunas fotos, casi siempre para acompañar algo.

Bien, aquí hay algunas fotografías del señor David Beckham. Para ser totalmente sinceros… no me cae bien, y no sé por qué (bien parecido, rico, famoso, casado con una belleza… ¡ese maldito!); pero a quien le guste, aquí tiene:


Julio César.