lunes, 10 de agosto de 2009

CSI NUEVA YORK, FINAL DE TEMPORADA

Comienzo diciendo que si no han visto esta última temporada de CSI Nueva York, la quinta, y les gusta ir sobre la marcha ‘descubriendo’ la acción y al culpable, no sigan leyendo, ¿okay? Por cierto, odio encadenarme cada semana para ver un programa, lo hago con excepciones como NCIS y CSI Miami, lo demás espero que me los envíen en formato DVD, de parte de una amiga en Bogotá.

Ya es costumbre que las series transmitan en el llamado final de temporada, algo bueno. Anteriormente era un buen capítulo, intenso, como lo fue por ejemplo el final de hace dos temporadas de la misma CSI Nueva York, cuando el laboratorio es tomado por un peligroso grupo armado en busca de drogas. Hubo suspenso, peligro, disparos, explosiones e investigaciones forenses, claro. Al final todos bien, y Mac Taylor (Gary Sinise) el líder, decide irse a Londres a descansar en brazos de su amada Peyton Driscoll (Claire Forlaine). La temporada siguiente regresa sin ella y así sacaron ese personaje bonito de la serie. Ahora no, en el último episodio proyectan algo tremebundo que te deja con un sabor agridulce en la boca, deseando ver qué sucede a continuación. Como sucedió con la muerte de la esposa de Horacio Caine, (David Caruso), dos temporadas atrás en CSI Miami, o cuando pensábamos que al investigador Ryan Wolfe (Jonathan Togo), lo sacarían de la historia. O incluso, como al final de la anterior temporada, cuando Caine sangraba sobre el piso de aquel aeropuerto. Pero ¡hay finales de finales!

Cuando creí que nada superaría el final de la primera etapa de 24, cuando la feroz, bella y mortal Nina Myers (Sarah Clarke), la doble agente, y traidora hasta me médula, mata a la mujer de Jack Bauer (Kiefer Sutherland), dejándonos algo deprimidos, llegó Dexter (Michael Hall), ese demente asesino, al cual, extrañamente, no deseamos que atrapen. Los dos últimos episodios de su primera temporada fueron trepidantes. Uno los veía con la boca abierta. La manera en que se deshace de la única persona en el mundo que lo entiende, su familia, fue estremecedor. Claro, debieron crear otra personalidad más horrible que la suya para que no odiáramos a Dexter. El final de la temperada pasada de NCIS, cuando separan al grupo, pensé que era uno de los finales más intensos que había visto, ¡ese sí era un final! ¿Y el de Criminal Minds? Fue, si me permiten la ligereza, explosivo. Esa serie me gusta, también sus personajes, así que me pregunté, con disgusto, a quién sacarían. Fue duro esperar hasta que comenzara la nueva temporada.

Pero claro, el mejor final de todos los que he visto hasta ahora, fue el de la tercera temporada de SUPERNATURAL, la batalla que libran los hermanos Winchester, Dean (Jensen Ackles) y Sam (Jared Padalecki), por evitar el Apocalipsis. Toda la tercera temporada fue buena, toda, pero los dos últimos episodios fueron sencillamente brutales de lo increíble. Era terrible, en ese su capítulo final, cuando ya sabíamos que terminaría la transmisión (con casi cuarenta minutos), ver a Dean en su martirio, suspendido en algo que parecía una pesadilla de la película La Puerta del Infierno, gritando de dolor, clamando por ayuda, llamando a Sam, su hermano, sabiendo que su suplicio era eterno. Incluso ya los créditos aparecían y se continuaban escuchando sus llamados. Dio escalofrío, de verdad se me erizó la piel. Y creo que difícilmente ningún otro final supere ese momento. Pero ahora se suma a los buenos finales, el de esta temporada de CSI Nueva York.

La temporada inició bien, con todos buscando a Mac Taylor, quien fue secuestrado por la falsa víctima en el banco. El sujeto era listo y les costó un mundo detenerlo, ¡y Mac se veía tan furioso!; se supo llevar y conservar el ritmo y el interés, cosa que no supieron hacer en la resurrección de Horacio Caine en CSI Miami. Hubo muy buenos capítulos, amenizado por los momentos personales del elenco. Fue bueno el niño que nació y el matrimonio de dos de los investigadores. La serie, que de las tres CSI, es la que menos interesante siempre me ha parecido, conserva bien los ingredientes iniciales en la manera de interactuar los personajes entre sí, así como las temáticas, las cuales no han decaído. Tal vez ahora las pruebas e incluso los crímenes son más halado por los cabellos, menos cotidianos, pero se mantienen interesante.

Lo del sujeto asesinado que era un asechador y que no dejó otro camino a su víctima, fue bueno y humano; lo del ex colega del grupo que aparece como martirizado y después descubren que es un monstruo, uno mezquino y ruin, fue repugnante pero interesante; el del criminal nazi fue alarmante, también enfurecía saber hasta dónde llega la enfermedad de los ‘coleccionistas’ de miserias, pero sobre todo muy emotivo. También cuando Stella Bonasera (Melina Kanakaredes), conoce sus raíces. Pero esta serie siempre fue así. A las investigaciones se une una dimensión más humana. Recuerdo en una de las primeras temporadas cuando aparecen los restos de un chico muerto en un deposito del Metro, y todo el trabajo que se tomaron por descubrir quién era, por darle un nombre y regresarlo con los suyos, y como se vieron de afectados al fallar en el intento. El del joven algo retardado que se creía Superman, fue brillante. Hilarante y trágico. Recuero al técnico de laboratorio intentando explicarle a Mac y Stella qué era la sustancia encontrada sobre el cadáver, todo apesadumbrado diciendo que repitió las pruebas varias veces, para terminar confesando que eran cristales de criptón, y Stella comentando: “¿Criptonita? Con razón pudieron matarlo”. Fue la primera que presentó el despido de uno del equipo por faltar gravemente, y cómo eso les pegó. O cuando este muere y el resto deja todo lo que hacían para encontrar al asesino.

Ahora, este su episodio final de temporada, también fue intenso. Comienza cuando hay un tiroteo y uno no de los principales, pero importante, cae herido y muere más tarde (aunque era predecible, por la forma que hablaba con su enamorado se sabía que era una despedida). Viene el dolor y la persecución. Y cuando ya pensamos que todo terminó, cuando están juntos brindando por la persona que se fue, todos alrededor de una mesa, hay un nuevo tiroteo. Fue una de esas tomas donde uno imagina que muere uno de los personajes principales. Realmente fue desconcertante, ¿acaso van a salir de uno de ellos? Ojalá que no sea de Stella, es una de las mejores. Tendremos que esperar y ver.

Julio César.

LA GOTA FRÍA

-Ay, no, ya me vio, ahora se me pega atrás…

Esto no termina de convencerme. Sé que el ejercicio es bueno para la salud, ese que se practica como rutina propia, aunque muchas veces se conoce a gente que parece demente. Esa esclavitud de horas y horas en gimnasios y el uso de sustancias reñidas con el organismo para desarrollar masa muscular, me parecen una exageración. Pero por edad estoy en ese tiempo cuando comerme un cachito de veinte gramos, me aumenta medio kilo. Y uno con cierta edad, y gordito, no resulta tan atractivo para otros ojos. Hay que admitirlo. Siempre me digo: voy a ir al gimnasio, haré algunos ejercicios, tal vez una dieta con menos grasa… Pero todo no pasa de buenas intenciones para más adelante.

Sin embargo, es necesario. Un ejercicio físico de más de diez minutos continuo tiene sus ventajas. Cuando la sangre corre a toda velocidad por el cuerpo y se respira profundamente, se producen varios fenómenos que todos conocemos, beneficiosos para el cuerpo: las paredes del corazón se ejercitan ganando en elasticidad y resistencia, al cerebro llega más oxígeno, es posible movilizar esas capitas de colesterol en los vasos mientras se fortalece la tonalidad de los mismos. Ese proceso genera el calor que ataca directamente las capitas adiposas que guardamos por ahí, y eso está bien. Así que, aunque sea un fastidio, es bueno algo de actividad. Y sí uno no es de los que sale todas las noches a bailar (y sudar), entonces hay que trotar o montar a bicicleta, que es lo que me gusta a mí. No se puede vivir sentado sin hacer nada.

Pero es verdad, hace falta algo de voluntad para hacer las cosas. Es por eso que muchos prefieren trotar con otros. También son necesarios los incentivos. Metido en mi camita, en las mañana, en el mejor momento cuando nos negamos a abrir los ojos y despertar del todo, pensar en correr es lo último que pasa por mi mente; pero sí alguien me espera, me motiva a salir. O después debo calarme los reclamos. Es como dice Alicia, una amiga, si ella viviera cerca de cierto actor, y lo viera salir cada mañana a trotar, se le pegaría atrás y hasta el maratón de Boston lo corre; que viéndolo delante de ella, ni se cansaría. El problema es sí lo alcanza. Pobre…

Julio César.

¿INGENUA?

-Allá viene esos dos malandros que me robaron el carro; pero ahora que lo encontré de aquí no me muevo hasta que llegue la policía. Los atrapé.

Julio César.

martes, 4 de agosto de 2009

GENTE CON PINTA

Hace poco, buscando nuevas fotografías sobre Jake Gyllenhaal, que como saben es un obsesión ya casi inconfesable, encontré un blog algo subido de tono (no como este que es ramplón), donde aparecía una del muchacho en cuestión en ropas de ciclista. Bien, el sujeto que lleva el espacio, BIRDIES, sostiene con insolencia que lo pone porque sabe que hay muchos a quienes gusta el mino (no conozco la expresión), pero que a él no le impresiona. Que Jake tiene la cara extraña y no tiene cuello. ¡Qué atrevido!

Aún así le eché una mirada a su espacio y lo disfruté. Es ameno, realmente divertido. Y encontré esta entrada que habla sobre un carajo que fue campeón mundial en natación. Sí, un nadador olímpico, ¿imaginan la carátula? Siempre he creído que esos sujetos se ven sospechosamente bien formados. Se trataba de Ian Thorpe, el nadador australiano ganador de cinco medallas de oro olímpico y seis consecutivas en un sólo Campeonato Mundial de Natación en 2001. Ahora se encuentra retirado, y hay una nueva polémica porque parece que anda algo sobrado de kilos. Qué mundo tan frívolo.

Pero veamos el fulano artículo:

IAN TORPE… DO

En su última entrevista, Ian Thorpe se hace cargo de los comentarios sobre su sexualidad. O hace como si se hiciera cargo. Los rumores de que es GAY lo siguen hace tiempo. Es más, en su entrevista él reconoce que viene viviendo con ello desde que tiene 15. Dice que agradece ser un ícono gay, y que agradece no tener problemas en estar alegre con aquel tema, pero que lamentablemente NO ES GAY... Bueno, capaz que no, pero seguro es BI... porque apliquemos toooodos nuestros prejuicios, y díganme quién más podría ocupar poleras tan apretadas, jeans tan ajustados, y un cinturón de las características que vemos? Beckham es metrosexual, pero no luce GAY GAY GAY!

Etiquetas: aussies

Posted by Birdies at 17:10,
……

Y vaya que tiene una pinta el sujeto, aunque no creo que eso lo delate como gay. O diga que es gay. Me parece que Birdies se deja llevar por la imaginación (o lo que le gustaría creer), como nos pasaba a los fans de Jake y Heath al principio, cuando suponíamos algo entre ellos. Pero sí, hay que tener mucha seguridad y personalidad para salir así a la calle; y sí, se que suena a acomplejado, pero para que vean que no, encontré también estas para quien les guste:

Julio César.

jueves, 30 de julio de 2009

DE LIBRE INTERPRETACIÓN

Hace tiempo, bastante, leyendo en una página sobre Brokeback Mountain, había una encuesta de la autora hacia sus lectores: ¿qué les habría gustado ver en la cinta? Todos decían que era perfecta, pero muchos echaban de menos más momento de ternura, de cariño y hasta de locura carnal. Bien, aquí todos pueden no acertar. Nadie puede no fallar en lo que piense…
……
Una cara extraña es un motivo…

-No lo sé, ¿estás seguro de querer hacerlo…? -jadeó sorprendido, temblando todo. No sólo por aquello, nuevo y estimulante como el infierno, sino porque era la primera vez que su silente compañía se ofrecía, que tomaba una iniciativa distinta, que sabía chocaba contra todo lo que pensaba, pero rindiéndose a los llamados de la carne.

Todo daba vueltas a su alrededor, y tuvo que cerrar los ojos porque temió perder el sentido. Sólo un jadeo salió de su boca abierta, aunque su corazón hacía tanto ruido que debían escucharlo a varios kilómetros a la redonda. A su pregunta respondió el silencio, el silencio de siempre, el mutismo de su acompañante. Sólo habían manos que tocaban, aliento que quemaba, y…

-Oigan, ¿qué hacen ahí? Busquen un hotel, gente ociosa… -tronó una voz desde una puerta que se abre al callejón, y en el azoro del momento (y un: ¡ay, cuidado!), al joven le pareció oír un viejo y odiado eco del pasado, de un antiguo empleador, arruinando el momento, una vez más.

Julio César.

LA TIERRA ESTÁ ENFERMA

Atrapado en el tráfico caraqueño escuché la curiosa propaganda de radio. Una dulce voz femenina anunciaba que para el dos mil doce, la temperatura ambiental mundial puede aumentar en dos grados. Una voz desenfadada de hombre replicaba: “¿Dos grados?” no es mucho”. Aunque yo pensé, sudándome la espalda, que sí lo sería. Entonces la voz femenina prosiguió como si no lo hubiera escuchado, seria: “Puede que aumente tres grados, o cuatro”. El hombre replicaba, “Caramba”; mientras ella finaliza: “Y hay quienes sostienen que el cambio puede ser de seis grados”. Ahora sí preocupado, el hombre respondió: “¡Seis grados!, pero eso es mucho, ¿verdad?”. Fue cuando comenzó una cancioncita que se me antojó lúgubre: “La tierra está sufriendo, tiene una fiebre muy alta, los seres humanos la enfermamos”.

Fue casi escalofriante. Curiosamente la gente a mi alrededor pareció no escucharla. Hace tiempo, hablando con una amiga sobre un dantesco pueblo minero en China, donde siempre es de noche por el humo de la contaminación, ella comentaba que le daba miedo que un día llegáramos a un punto donde nada se pudiera hacer. Nada le dije, pero me pregunté: ¿Y sí ya pasamos ese momento de no retorno? ¿Y sí fue hace medio año, un mes, dos semanas o un día atrás cuando podíamos hacer algo para evitar lo que llegará? ¿Y sí ya no hay tiempo por mucho que lo intentemos… ni esperanzas?

Julio César.

ESE ES EL ESPIRITU…

-Ay, chamas, el viejo Claus nos tiene clavadas en este taller. Sólo trabajamos y trabajamos haciendo juguetes mientras él mira. ¡Y no sé qué tanto mira! Yo como que me voy con el Grinch.

Julio César.