martes, 30 de septiembre de 2008

PERDÓNAME POR NO QUERERTE…

Tú allá… yo aquí…

Discúlpame porque te he hecho llorar, lo sé aunque imaginas que no lo noto, pero me falta el valor de encararte y preguntarte por qué lo haces. Nunca quise hacerte sufrir, no lo mereces. De ti siempre he recibido amor y respeto, pero no estaba en mis manos ni en mi destino amarte, no con el calor y fuerza que merecías. Me aferré a ti para ser quien debía, pero únicamente logré causarte dolor a ti y… a otros. Lo que ocurre es que me enamoré. Hace tiempo. Sin darme cuenta, sin saber cómo ni en qué momento exacto, entregué mi vida a otra persona. Fue tan intenso y poderoso que aún ahora me ahoga de tal manera su recuerdo que no soporto mirar tus ojos dulces y enamorados, porque… siento que te odio por no ser esa otra persona. Es injusto, lo sé, pero no está en mí no sentirlo. A veces me alejo de ti; decirte que te quiero me es imposible, de mi garganta no salen las palabras por convencionales que puedan sonar. Nunca quise que sufrieras, pero no fue mi culpa. Sé exactamente cuánto te duele que no te ame, que no te corresponda y que no esté en espíritu a tu lado… porque desde hace años he padecido el mismo dolor, uno que a veces es tan insoportable que creo que no me dejará seguir viviendo, y que llena de tristeza y amargura mis días. Perdóname por no amarte, como no me he perdonado el no haber querido amar a quien me estaba destinado… Perdóname por alejarme de ti, como no me he perdonado haber dado la espalda a lo que debió ser mi felicidad. ¿Cómo puedo sonreírle a la vida, a ti, si estoy muerto por dentro?

Julio César.

HOMERO SIMPSON QUIERE A SUS HIJOS

De los programas de la televisión que uno ve, mayoritariamente norteamericanos, hay varios seriales sobre familias horribles, como CASADO CON HIJOS; MI ESPOSA, MIS HIJOS; GUERRA HORAGEÑA y… (claro está) LOS SIMPSON. Qué dudas caben que hacen reír todas ellas presentando situaciones no ya disfuncionales sino enfermizas. Kelly Bondi casi prostituyéndose, sopesando sus posibilidades, frente a Al, su padre, era hilarante y terrible al mismo tiempo. Son ejemplos preocupantes de conductas enfermizas. Claro, no está en ellos educar a nadie, para eso están la familia y la escuela, pero todos somos asistentes a sus vidas con tan sólo oprimir un botón. Pero dentro de este cuadro debemos hacer una diferenciación: no todos son tan terribles, LOS SIMPSON no lo son. Y me confieso fanático de ellos. Es mi familia preferida, tal vez igual a LOS PICAPIEDRAS, quienes nunca cansan ni pasan de moda.

Bart, ese pequeño psicópata; Lisa, perfeccionista y obsesiva; y Marge intentando ver una familia que no existe, son personajes con problemas que palidecen frente a los conflictos del número uno de la serie: Homero. Para describir a Homero Simpson creo que se debe acudir a los argumentos de la trama; como por ejemplo a ese momento en que poda el césped y un patín se atasca en las hélices y le pide a Bart que meta su manita para librarlo y este casi lo hace en el momento que las cuchillas lanzan el objeto y continúan cortando. O cuando Bart le pregunta por el equipo para soldar y él le dice que en la cochera, sin interesarse en qué hará, o preocuparse de que ocurra algo malo. De hecho, cuando entra en la cochera encuentra a Bart soldando el ‘Rayito Simpson’ junto a un recipiente con combustible, y grita: Bart, sube la llama, no puedes soldar si está tan baja, niño tonto. Creo que él mismo resumen su ser con la frase muy dolida cuando reprueba en la universidad a donde debe acudir por un título de técnico físico para mantener su cargo en la planta nuclear: “Voy a perder mi empleo porque soy peligrosamente ignorante”. Y sin embargo, algo salva a este monstruo irresponsable, egoísta, flojo y negligente: el amor que siente por su mujer y sus hijos.

Recuerdo con especial afecto (me encantó) el episodio cuando se inauguró en Springfield un casino, y Marge, por primera vez falla, haciéndose adicta al juego. No salía del casino. La dualidad irresponsabilidad y amor paterno se presenta pronto cuando Homero, durmiendo a solas porque Marge no está, es despertado por Lisa, quien gimiente dice que sabe que es una tontería, pero que tuvo un sueño muy feo; algo indiferente él le pide que se lo cuente. Y ella exclama: “Soñé que venía el coco y…”. Y él grita, aterrado. Qué momento. Va y despierta a Bart, con temor, casi disculpándose: “Hijo, no te alarmes, pero existe la posibilidad de que el coco… el coco, esté en la casa”. Bart grita también. Y Marge regresa y los encuentra a los cuatro atrincherados tras una colchoneta en la sala, con un rifle, asustados, pero él con el arma dispuesto a enfrentar al coco. Dios, lo recuerdo y me río todavía.

El momento más representativo de su interés dual se desarrolla cuando Lisa le pide a Marge que la ayude a confeccionar un traje para una exposición escolar pero atrapada por el juego, ella lo olvida. Y Lisa le grita a Homero que necesita ayuda, y él farfulla algo que fue realmente hilarante y brillante: “Ay, siempre hay algo, ¿verdad? Primero fue llevar a tu madre al hospital para que nacieras y ahora esto”. La ayuda pero el resultado es un desastre estético; Lisa llora con su disfraz y gime que es un monstruo. Y ante su llanto, los ojos de Homero se humedecen, que no, que ella no es un monstruo, que su madre sí está atrapada en las garras de un monstruo… Hasta allí todo parecía serio y aleccionador, y es cuando suelta: “Un monstruo se llama Jugón”. Él va y le reclama a Marge, la encara al hecho de que le falló a Lisa, que la hizo llorar y que él también lloró y que Maggie rió, que fue una locura y todo porque ella no estaba allí para impedirlo. Sonaba egoísta, pero era una confesión y reconocimiento a esa mujer de que sólo ella traía equilibrio y estabilidad a sus vidas, que sin ella llegaría el caos, y nos habla de cuánto ama a sus hijos. Esos detalles siempre han distinguido a Homero Simpson, y al programa en general. Desde el principio. Los últimos capítulos han sido deficientes pero, esperemos, que recuperen el camino. Esos personajes feos, amarillos y grotescos aleccionan de forma oscura, y divierten, cosa que no resulta fácil de lograr.

Julio César.

ES QUE EL SOL CALIENTA TANTO…

Sol, arena, agua… y un joven amiguito atento y divertido, ¿qué más puede pedir para pasarla bien este amigo? La vida loca que debe llevar, ¿verdad? No nos sorprendería que, riente, terminara ayudando al otro con su problema, metiéndole los pulgares y sacándole el calzón… en algún momento.

Julio César.

CONTAMINACIÓN, UN DÍA EN VENUS…

Qué conocido nos resulta…

Cada vez que se habla de la globalización, y de sus efectos, comienza una de esas eternas discusiones sobre los pros y los contras. Jamás podrá recogerse una opinión generalizada que sea más o menos unánime en ningún punto del mundo. Personalmente prefiero las guerras soterradas de la economía a esas donde emplean armas químicas o minas personales, por todos, no sólo por el pellejo propio. Sin embargo, esta no es menos cruel; acostarse con hambre debe ser horrible, imagínense en el caso de los niños. Cada vez que se oye de las ganancias de Microsoft o la Chevrón Texaco, fuera de Macdonald's y otras, uno silba impresionado, diciendo de la boca para afuera que admira la determinación de esa gente, mientras para adentro farfulla: “malditos desgraciados, pero bueno, el dinero no hace la felicidad” (aunque no lo creemos). Estas personas tienen todos los reales del mundo, y es posible que crean que ayudan, brindan oportunidades y abren puertas a ‘los pobres’ de zonas lejanas. Suena bonito, pero ¿será verdad? Las condiciones de vida en países asiáticos son horribles, casi niños presos en un deposito cerrado catorce y dieseis horas, sin beneficios laborales, ganando cuatro centavos al día, que sí, está bien, antes no lo ganaban, pero eso no alcanza para una cama, un techo o comida sana. Y hablamos de niños, coño. ¿Que diferencia hay con la antigua esclavitud? Y todo para que unos cuantos se compren un peine de oro, como decían en los Simpson cuando Homero estafó con el seguro.

Hay deudas que son difíciles de saldar, y hasta de entender cómo se contrajeron en primer lugar. Hace poco, revisando sobre niveles de contaminación (todos suponíamos que el río Guaire, en Caracas, aparecería entre los primeros lugares, pero no), encontré una lista curiosa: los diez lugares más contaminados del mundo. ¿Qué tal?, los diez más altos del ranking. Venezuela no aparecía, al menos en esa; dentro de los países más corruptos siempre estamos ahí, igual que en el cuadro de las finalistas al miss mundo y el miss universo. Lo que me llamó la atención es que el primer lugar, el puesto superior, el lugar más contaminado del mundo está aquí mismo, en Latinoamérica, un lugar que ya imagino horrible: Bajos de Haina, en Republica Dominicana (al menos no está en Haití, esa gente tiene tantos problemas…). Al parecer es una ciudad pequeña de unas 85 mi almas que viven, comen, ríen, discuten, aman, duermen y mueren envueltos en una atmósfera que casi parece extraterrestre. Si no fuera porque es menos cálida, uno imaginaria que es la del planeta Venus. Estudios realizados en la última década denunció que de cada 10 niños, 9 poseían una concentración peligrosa de plomo en la sangre, algo que ya había excedido el límite recomendado por la Organización Mundial de la Salud, uno de esos cuerpos de la ONU donde estudian, analizan y denuncian y que luego el organismo se encarga de engavetar, como pasa con las denuncias a los Derechos Humanos. Las consecuencias están a la vista, van desde altos índices de mortalidad a nacimientos con defectos, yo no tengo hijos, únicamente sobrinos, pero que le nazca a alguien un niño con problemas debe ser terrible.

Hace años, me encanta leer, encontré un tratado que intentaba explicar la locura de la familia imperial julio-claudiana en Roma, la que sucedió a César Augusto cuando este cerró los ojos, algunos afirmaban que con ayuda de su esposa, Livia, una mujer que, según las crónicas, era notable… en el manejo de pócimas. La demencia final de Tiberio, las malformaciones de Claudio, y las locuras de perinola de Calígula y Nerón, fuera de hermanos, tíos y primos, se explicaba como consecuencia del envenenamiento progresivo con plomo. Según ese estudio, mucha de la coperia utilizada por esa familia ilustre estaba elaborada con este material. Lamentablemente no recuerdo los detalles o la fecha, cuando lo leí ni soñaba con escribir esto, pero un famoso caso de un barco fantasma, abandonado cerca del ártico, también fue explicado así. Al parecer los alimentos enlatados estaban sellados en contenedores de… plomo, lo que enloqueció a la tripulación, enfermándola. Pero volvamos a la alegre Bajos de Haina.

Este pequeña ciudadela, que imagino no la muestran en las paradas turísticas, alberga más de cien industrias químicas, productos farmacéuticos y los metalúrgicos; bueno, hasta la principal refinería petrolera está ahí. El problema no sólo parecen ser esas empresas, sino las obligaciones ambientales desatendidas que jamás fuero contempladas por legislaciones permisivas. Dentro de la onda desarrollista, y hasta neoliberal, es verdad, lo importante era facilitar la creación de empresas y puestos de trabajo, por eso se dieron toda clase de ventajas, obviándose las obligaciones. Lo extraño, la situación viene de los setenta, es que no hubiera nadie que se tomara la molestia de notar lo que estaba pasando, cloacas vertiendo a ríos y al océano millones y millones de litros cúbicos de sustancias verdosas, humeantes y maloliente debieron llamar la atención casi tanto como las nubes y nubes de negro, tóxico y corrosivo humo, o las enormes pilas de basura. Pero, a parecer, nadie miraba. Ni se tomaran correctivos. Tratar las aguas, intentar filtrar el aire o reciclar la basura parece algo tan costoso como inimaginable, o tal vez lo inimaginable sea el costo. No sé si es que soy muy simplista, pero ¿esas nubes no se movilizan?, ¿no van de aquí para allá convirtiéndose en un problema de todos? ¿No justifica la eliminación de semejante riesgo la implementación de protocolos de descontaminación? ¿Seré simplemente un necio?

El conjunto de fábricas lanzan anualmente a la atmósfera, a la de Bajos de Haina, y a todo lugar donde el viento lo lleve: 9,8 toneladas de formaldehído; 1,3 toneladas de plomo; 19 toneladas de acido sulfúrico (sí, acido sulfúrico); y 420 toneladas de amonio. ¿Qué respira esa gente? De tarde en tarde, en Venus pasa lo mismo. De esos estudios se dedujo que se enviaban 85 sustanciase tóxicas al aire, de las cuales únicamente 65 eran altamente peligrosas para el hombre (sólo 65, qué bueno). Obviamente los residuos más peligrosos para el organismo son los metales pesados, esos que las células no pueden reciclar ni eliminar. En cuanto al suelo, no le va mejor. Las fábricas arrojan anualmente 420 toneladas de acido sulfúrico, 92 toneladas de cobre y 74 toneladas del viejo plomo (si los alquimistas hubieran descubierto como transformarlo en oro, no habría problema… ¡los países pobres no tendrían plomo!). Las aguas reciben 10 toneladas de amonio, 5 toneladas de cloro (¡cloro!), 30 toneladas de ácido fosfórico y 34 toneladas de ácido sulfúrico. Piensen en mezclar sólo cucharadas de todo eso en una olla e imaginarán el desastre, y lo peor es que esto viene ocurriendo y acumulándose desde hace más de treinta años. Fuera de esto hay que sumar los desechos sólidos, los de las industrias y del poblado, que suman 85 toneladas de basura a un vertedero a cielo abierto, diariamente (¡gua!, qué basurero).

Sin embargo no todo es tan urgente o malo… al parecer la gran mayoría de los habitantes desconocen en toda su extensión el peligro al que están expuestos. Vaya, qué alivio, pensarán los titanes de la industria, acogiéndose a aquello de que ojos que no ven, corazón que no sufre. Pero mientras se discute, y con caras largas y preocupadas se abordan estas cosas, en la poblada aumentan año con año los casos de asma, bronquitis y afecciones pulmonares graves. De un estudio de hace tres años se concluyó que en el Centro Materno Infantil Norma Ruiz se atendieron más de 35 mil afecciones pulmonares en jóvenes menores de quince años, y hemos de recordar que el poblado cuenta con 85 mil habitantes. Consultado a respecto, una de las autoridades del ayuntamiento local sostiene que imponer sanciones o correctivos es difícil porque son empresas viejas y esas nuevas políticas son caras; al parecer es más barato no hacer nada.

Es lo que siempre digo, no importa quién sea o de dónde procediera antes, en cuanto llega a un cargo, el buen político no sólo no cumple ni intenta cumplir sus promesas, sino hasta olvida aquello que antes le preocupó y se juró resolver. No, los correctivos deberán venir de parte de comunidades organizadas, que impongan filtros a chimeneas y cloacas, así como un manejo más racional de los desperdicios sólidos. Aunque… esto significa trabajo y tomar responsabilidades, y eso también es costoso; sin embargo, no puedo creer que no quiera hacerse algo, o que no se intente al menos. ¿Qué futuro espera a cada niño que nace en Bajos de Haina? Él, o ella, tiene el triple de posibilidades de llegar a desarrollar una patología que acorte su vida; y cosas como el cáncer pulmonar no son nada agradables ni divertidas por muy monos que se vena los niños calvos por efectos de las quimioterapias. Pobre gente.

Julio César.

¿QUÉ ES LO QUE QUIERE REALMENTE?

-No sea flojo, vecino, si quiere desarrollar masa muscular debe ejercitarse. ¿No quiere un cuerpo así? –preguntó el joven, algo tonto, ensanchando su pecho, exhibiéndose al otro carajo.

-Si, si lo quiero… -admite el otro, notando que ese muslo parece el doble del suyo. Pero aún así lo quería.

Julio César.

martes, 23 de septiembre de 2008

LA VOZ DE LOS AMIGOS DE LA HOGUERA

No sé en otros lugares, es confuso, pero hoy, aquí en Venezuela, es el día 23. Recuerdo ese día hace algunos meses atrás, ocho para ser exactos, cuando desperté con aquella noticia. Decían que lo habían encontrado muerto; se había ido estando a solas. Creo que fue ese hecho lo que tanto me afectó y molestó. Como dije por esos días, lo que sentí, lo que casi siempre siento ahora, fue rabia. Todavía la siento, pero ahora es más pesar que otra cosa. Quiero presentarles este pequeño corto que leí hace poco en un diario del estado Miranda, un pequeño periódico regional que nació con grandes aspiraciones y que poco a poco fue creciendo y ganándose su espacio en las preferencias del país.

Día a Día10/09/2008

2005

Brokeback Mountain, filme del cineasta taiwanés Ang Lee, consigue el León de Oro del Festival de Venecia. Está basada en un relato breve de Annie Proulx, ganadora del premio Pulitzer. El guión fue escrito por Diana Ossana y Larry McMurtry (también ganador del premio Pulitzer). Éstos ganaron un Oscar por su trabajo, uno de los tres que obtuvo la película, de un total de 8 nominaciones. La película relata la historia de Ennis Del Mar (Heath Ledger) y Jack Twist (Jake Gyllenhaal), dos jóvenes que se conocen y se enamoran durante el verano de 1963 mientras trabajan en el pastoreo de ovejas.
……

Me llamó mucho la atención por razones que imagino entenderán fácilmente. De pronto recordé que fue precisamente en este diario, LA VOZ, donde leí por primera vez, por allá en el 2005, que se realizaría esta película que narraría las relaciones que sostuvieron dos hombres, ocultando su amor, a lo largo de veinte años. Por aquellos días nada me dijo, simplemente quise verla por el interés mórbido de saber cómo manejarían el tema. ¿Cómo podía imaginar lo que encontraría, lo que significaría para mí, aunque a otros no les dijera nada? Creo que así como hay advertencias de censura tal y cual, deberían venir estas cintas con notas: si anda mal y es medio bolsa, no la vea. Pero no fui el único, nada más este domingo llegó a visitarme, corriendo, una amiga muy querida y especial, Alicia, gimiendo que en MGM repetirían la película. Ella debe haberla visto como yo, decenas de veces, pero ahí nos enchufamos. Y fue extraño, no pude evitar un suspiro de preparación cuando la guitarra se dejó oír sobre esa campiña abierta, azulada verdosa, mientras la camioneta traía a Ennis del Mar a nuestras vidas nuevamente.

Pero volviendo al periódico, por ellos me enteré de la cinta. Cuando las nominaciones al Oscar de ese año, LA VOZ, su sección de farándula, la daba de forma furibunda como ganadora. Recuerdo la critica amarga que se hizo del evento al día siguiente. En un viaje reciente a la playa, rumbo a Tacarigua de la Laguna, compre ese miércoles un ejemplar, y en las esfemeridies encontré esta breve nota. Entre fechas ilustres sobre historia, medicina, ciencias y deportes, de nacimientos y muertes de gente que hizo nuestro siglo. Allí estaba la reseña del día en que BROKEBACK MOUNTAIN ganó aquel premio, el León de Oro del Festival de Venecia.

Me sorprendió porque la nota, aunque corta, contenía detalles, nombres y sinopsis, pero por encima de todo eso… me pareció que quien lo escribió amó esa película. No sé, pero me parece notar en su tono, en su cuidado, en la inclusión misma de esta fecha, un afecto por la Montaña. O quiero creerlo. Sea como sea, fue un detalle que me alegró un poco, me pareció un tributo al que ya no está.

Julio César.

PENSANDO EN VERDURAS

El tamaño contaba algo…

Martina agradecía los momentos en que dejaba la casa para hacer sus compras, lo que tal vez explicara porque iba tanto a ese mercado. O tal vez no. En su casa siempre había trabajo, el polvo era terrible, igual que las telarañas, sacudía, y cuando se volvía aparecían nuevamente. Mil veces se había preguntando dónde estaban esas arañas tan laboriosas. Y los muchachos, aunque grandecitos ya, no parecían poder valerse para nada por sí mismos. “Mamá, ¿donde están mis zapatos?”. “Mamá, ¿y mi camiseta roja?”. “Mamá, ¿y mis libros?”. “Mamá ¿y mi cuaderno?”. “Mamá, ¿bajaste de Internet el trabajo sobre Gómez?”. Fuera de que debía batallar para que comieran sus vegetales, sopas y carnes guisadas. De ser por ello sólo tragarían papas fritas y pollo asado. Además estaba el lavar cerros y cerros de ropas, plancharlas, guardarla. Lavar los baños, limpiar las baldosas del lavadero, dejar brillante las ventanas. Todas esas cosas que los miembros de su familia daban por sentado que se hacían solas, que siempre era así sin que mediara ningún poder humano. Por lo tanto no era necesario notarlo o agradecerlo.

Mientras recorre el pasillo de los enlatados y pastas, entiende que así la veían. Era… mamá. Y le gustaba, su casa, su marido, sus hijos… pero ¿no podían ser más atentos? Mira su reflejo en el cristal de la heladería, sonriendo algo nerviosa, sintiéndose tonta, una mujer cuarentona algo ridícula. Se veía bien con su suéter negro, algo ajustado, reconoce con el rostro encendido. Había notado más de una mirada levemente interesada de hombres que iban por allí y topándosela se decían: nada mal, mami, te conservas bien a pesar de todo. Pero a ella no le interesaba. Ninguno de esos sujetos. Con paso trémulo va hacia la sección de las verduras.

-Le queda bonito el cabello cuando lo tiene suelto, señora. –le había dicho el muchacho, un mocetón veinteañero, de cuerpo trabajado, eso lo sabía, nadie normal era así, con esos bíceps y esos pectorales, por no hablar de la cintura estrecha.

Se lo dijo un día, hace tres semanas, de pasada, como quien comenta que hace calor después de haber hecho frío hasta el día anterior. Y ella, tomada por sorpresa, enrojeció, sonrió y no supo qué decir. Pareció una colegiala pillada fuera de base en clases cuando miraba una novela romántica en lugar de prestar atención a las ecuaciones. Llevaba el cabello alto ensortijado porque en verdad no se lo había lavado y no quiso atarlo esa mañana. Y el muchacho lo había notado, sonriéndole con desparpajo e indiferencia, como un jovencito cualquiera hablando de cualquier cosa.

Continuó con su carrito, esa primera vez, pero tuvo que volverse a mirarlo, mientras fingía revisar los precios de la charcutería envasada, tipo salchichas y tocinetas. El corazón había latido demasiado rápido, extrañándola, asustándola… agradándole y quiso saber por qué. Era delgado pero alto, de nuca casi rapada excepto por un cabello en cepillo en lo alto. ¿Habrá estado en el cuartel?, se preguntó, sorprendiéndose imaginándolo de traje verde, marchando, saltando, luchando cuerpo a cuerpo con alguien. Sus manos eran grandes, eso lo había notado. Fuerza, debía tener la fuerza y el vigor de la juventud.

Después de esa primera vez el joven no le volvió a hablar, sólo la miraba sonriente, y ella no sabía si se burlaba de su cabello suelto, desrizado, algo… lujurioso sobre sus hombros. Casi no se animó a llevarlo así después del comentario. Pero un impulso la obligó. Lo miró sonreír, amigable, tal vez creído en su poder que la obligaba a actuar así. No lo sabía. Pidió dos kilos de tomates, concentrándose con todas sus fuerzas en la forma de los vegetales, pero pendiente de sus manos grandes, que debían saber tocar con ternura recorriendo una piel, cálidas, firmes, o apretar con violencia, como… atrapando a una mujer por sus axilas, alzándola violento, obligándola a mirarlo a los ojos, sometiéndola. Sí, eran manos enormes, reconoció estremeciéndose con fuerza. Y cuando flexionaba el brazo, los bíceps también destacaban, y ella se preguntó qué se sentiría recorrerlos con sus manos, apretando. Debía ser puro músculo, músculo de hombre… no, de muchacho, de alguien que estaría, según los sexólogos en la cima de sus deseos sexuales.

-¿Desea algo más? –preguntó él, sereno, como si no se diera cuenta de nada. O tal vez no lo hacía.

Si, déjame recorrer tus hombros con mis manos por un momento, te juro que no deseo nada malo, no quiero arrastrarte de aquí, aunque mirarte sin esa franela seguro que sería todo un espectáculo. Pero amo a mi marido, ¿sabes? Y sin embargo quiero tocarte, saber si tus pectorales son tan firmes como parecen, con esos pezones destacando bajo la tela, ¿alguna mujer te los ha pellizcado? Imagino que si, que manos ansiosas han recorrido tu piel, adorándote, diciéndote que eres hermoso, y habrás sonreído, ¿verdad?, sabiendo que es cierto; y eso no me gusta, no quiero imaginar otras manos sobre ti. Yo quisiera. Yo deseo bajar mi mano y tocar…

-Si, un kilo de cebollas. Que no sean muy grandes…

Con voz temblorosa pidió algo de ajo después, y cuando él le dio la espalda, inclinándose a buscarlos, ella casi sintió desfallecer. Se veía tan… bien. Era una mujer madura, seria, no una carajita loca, no andaba buscando una aventura por calentorra o para pegarle cachos a su marido por venganzas inventadas, pero se vio acercándose a él, montando su mano en esa espalda, recia, seguramente caliente con el fuego de la juventud. Al hacerlo, él se volvería y entendería que era una pobre mujer casada con un marido de primera juventud con quien tenía sexo cinco veces a mes, si había suerte, y que a veces ni ella lo deseaba en serio, siendo más grato estar juntos en una cama, hablando de los problemas, de los muchachos y de mil vainas, sin interés físico.

Pero que esos asuntos eran gratos, que debían tratarse; el muchacho, Jacinto, ese era su nombre, lo entendería, y con una sonrisa la atraparía por los hombros, empujándola, cayendo sobre ese colchón rojizo de tomates fríos, redondos, y sin quitarle los ojos de encima, sus manos se meterían por debajo del suéter, acariciando su vientre, y ella gemiría, antes de que cayera sobre ella, besándola. Se resistiría, pero sólo un poquito, un beso era algo serio, pero ¿cómo detener a ese mocetón vigoroso, caliente, de manos traviesas, de labios firmes y rientes, de lengua ardiente, de deseo duro en la carne? Y sería grato, ardiente, poderoso; ella no pensaría en nada, o tal vez lloraría un poco, su marido no lo merecía, pero…

Sonriendo, sabiendo que ese calorcito en sus entrañas no eran simplemente nervios (los nervios de siempre cuando lo buscaba), rodea el pasillo… y encuentra a una muchacha delgada, de rostro aburrido, atendiendo en las verduras. Sintió un ramalazo extraño de inquietud, de miedo. Era como cuando sonaba un teléfono a las doce y media de la noche, sonido que decía ‘atiende, y prepárate, es grave’. Se le acercó.

-Buenas, ¿y Jacinto? –pregunta ronca. La muchacha la mira sin interés.

-Se fue para el coño. –y a mí me ponen a atender esta vaina, parece decir.

No hay palabras para describir su desazón, su desencanto, su… pérdida. Aquel ritual que alegraba sus mañanas, que despertaba una tonta fantasía para todo el día, inocente, idiota, de llegar y verlo, de imaginar, de soñar, se había terminado. Tentada estuvo de abandonar el carrito y marcharse, incapaz de atender o entender sobre cuentas, números de tarjetas de crédito y esas cosas. Esa noche su marido la encontró muy callada.

-Pareces triste, Martina.

-No es nada, cariño. –sonríe trémula.

-Algo debe ser. –es algo impaciente, como siempre cuando ella cae en esos estados de ánimos.- No importa, ¿adivina? –le sonríe.- La firma tiene entradas para una función de media noche mañana, será la premier en Venezuela de la película de los vaqueros maricones eso. Sé que no suena muy bien, pero será grato salir de casa. Seguro que viendo la tal Brokeback Mountain te diviertes un montón…

-Si, seguro será divertida. –concede, lejana, y tal vez por eso no repara en la cara de su marido.

La voz del hombre se había quebrado un poco, desazonado. Decir maricón le recordó, con desagrado culpable, el extraño momento cuando entró esa tarde en Contabilidad y tropezó a ese tipo, quien casi lo derriba y le sonrió amistoso luego… el tal Jacinto.

Julio César.

viernes, 19 de septiembre de 2008

SOL…

El calor está llegando a niveles realmente preocupantes, más en un país como Venezuela donde se sostiene que el setenta por ciento de la población adulta sufre de la llamada tensión alta, incluido este servidor; por no hablar de los problemas reales que esto conlleva bajo el renglón “calentamiento global”, cosa que influye en sequías, mareas, tornados y ciclones, y derretimiento de casquetes polares. Nuestro Pico Bolívar corre el riesgo de perder sus nieves eternas. Salir a la calle es someterse a una tortura, personalmente sudo como vela barata que está derritiéndose. No sé si serán ideas mías, pero las mujeres como que no sudan, más allá de una leve capa de transpiración que las cubre en ciertos momentos. El sol, como bola de fuego en los cielos, casi parece distorsionar la visión sobre Caracas.

Y sin embargo, me encanta. Hace una semana bajé con unos amigos hasta Tacarigua de la Laguna, a Los Canales. Me gusta ese lugar. En la zona de Higuerote hay demasiadas construcciones, en La Guaira mucha gente. No estaba yo muy convencido del viaje porque el calor era asfixiante, la mar estaba revuelta (todos hablan de coletazos de tormentas), y dos de mis amigos andaban medio peleados entre ellos. El sol, como era de esperar, estaba implacable, mirar a lo largo de la playa costaba. La arena quemaba, había que usar cholas o chancletas de goma para caminar sobre ella. Pero la mar estaba bien, ni fría ni caliente, y sí, estaba algo picada. En cuanto me senté en la arena, tomando mis dos primeras cervezas, la primera ni la saboree dado el calor y la sed, la segunda fue mejor, mi ánimo mejoró.

Quitarme la camisa y sentir el sol sobre mi piel, fue duro al principio (jamás pienso en melanomas ni nada de eso), pero a medida que calentaba me sentía bien. Vivo en traje y corbata, metido en una oficina sin ventanas, con aire acondicionado, con una lámpara encendida todo el día, y sentir esa brisa seca y salina, ese sol calentándome, se sintió bien. Provocaba como tenderse, quedarse quieto y sentirlo, quemando, confortando. Entrar al agua, caliente como estaba mi piel, fue muy agradable. Flotar, dejarse llevar, sumergirse y emerger chorreando agua, era grato. Y cerrar los ojos, sintiéndose bailoteado por el agua, con esta hasta el cuello, era maravilloso. Había olvidado el calor, la incomodidad, las arrecheras cotidianas. Había algo más que tranquilidad, me sentía totalmente confortado. La naturaleza, en verdad, nos brinda siempre esos momentos de relax, de escape, de paz. Diría que de dicha; en esos momentos me sentía en equilibrio con el mundo, feliz.

Dos horas más tarde bebíamos animadamente, hablando mil tonterías, olvidado todo resquemor inicial. Me sentí bien, allí estábamos, ninguno de nosotros era un muchacho, todos por encima de treinta y cinco, hablando, riendo, criticando a la Vinotinto, que, ironías de la vida, siendo un equipo de fútbol, no daba pie con bola; maravillados ante el Kid Rodríguez y el Toro Sambrano, nuestros muchachotes que brillaban en las grandes ligas para admiración del mundo; hablamos de la pava macha de Johán Santana desde que se retrató con Chávez (y alguien recordó que este también empavó al Sammy Sosa, cuando le manoseó el bate), y, claro, hablamos mal del Gobierno; pero todo amenizado con risas, chistes, empujones, los infaltables agarrones. Sentadote sobre la arena, sintiéndola caliente bajo mí, con las piernas extendidas, los brazos igual, apoyados hacia atrás, aún podía sentir la intensidad de esos rayos de ese sol que descendía y parecía curar todo pesar. Sí, fue muy grato.

Julio César.

LA OCASIÓN

-Ay, Gregorio, ¿cómo le digo a Sebastián que no podemos quedarnos? Debo regresar a Caracas. –informa la joven a su hermano, mientras miran caminando adelante al indolente joven. Gregorio lo mira mucho, pensando que se ‘veía’ bien buena gente el cuñadito.- Él había planeado un gran fin de semana, con tremenduras y todo; imagínate que se compro un bikinicito mínimo porque lo reté a usarlo en la piscina. ¡Dios, mira la hora! Me tengo que ir ya.

-¿Sí? Bueno, si quieres ve yéndote y yo le digo.

-Ay, sí, gracias hermanito. Díselo poco a poco, bríndale una cerveza. –gimotea ella, besándolo y escapando sin que Sebastián lo note hasta que va lejos.

-¡Oye, ¿y tu hermana?!

-Fue a comprar algo; me dijo que la esperáramos en la piscina, y que recuerdes que le debes cumplir un reto, no sé a qué se refería. –informa sonriendo de la manera más inocente, pesando que al muchacho seguro le haría falta que le aplicaran algo de protector solar.

Julio César.

lunes, 15 de septiembre de 2008

USA, OBAMA Y LA CAMPAÑA

“Chao, chica”.

Hace casi un año ya, cuando comenzó a perfilarse la batalla entre Barack Obama y Hilary Clinton por la nominación demócrata, expresando como cualquier mortal mi parecer y preferencia, dije que le iba a ella, no sólo había demostrado ser una mujer fría, capaz e inteligente, sino porque daba un aire de fuerza que me gusta en las féminas; con eso en mente hice algunos señalamientos sobre el señor Barack Obama que me ganaron varios comentarios. Se creerá que fue algo bueno, pero no lo fue tanto. Se me dijo de todo, incluso dejaron flotar la idea de que yo era racista y lo atacaba porque era negro; por Dios, siendo venezolano la sola idea es idiota, pero eso se dejó entrever. Como saben, en Norteamérica, atrapada como está en sus temores, medias tintas y lo que es políticamente correcto, decirle negro a un negro es de mal gusto, que te asegura el mote de desgraciado. Nada más lejos de mi parecer.

Me habría gustado, en otras circunstancias esa candidatura. Los demócratas presentaban un estuche interesante, o una mujer sería presidente, como pudo lograrlo Hilary Clinton con toda seguridad, o pudo llegar un negro, como ahora temo que sólo quedará el deseo (Dios no permita que ganen los republicanos). Pero deseos no preñan, decimos aquí. Que yo deseara esto o aquello, aunque lo quisiera mucho, se lo pidiera al Cielo o ensayara pensamientos positivos, no lo haría realidad. Expuse, esa vez, que muchos factores se alinearían frente a Obama para frenarlo. Uno, que era negro, y se diga lo que se diga, un grupo importante de blancos reaccionarios no lo querría de ninguna forma, como no fuera muerto en una caja. Luego estaba la gente más liberal, que sin embargo teme su inexperiencia, en política sólo ha sido senador dos años, ni eso terminó. Y los latinos, un grupo grande e importante ya dentro de la población del Norte (la primera minoría al desplazar a los negros)… estaban con Hilary pero no con él. Obama no cuenta con ellos de forma abierta. Y aquí privan los intereses de la raza una vez más.

Los negros llevan más de trescientos años en Norteamérica, pero en líneas generales no lograron o no quisieron integrarse en una población única, manteniéndose apartados, no sé si es como los presentan en las películas, pero parecen casi medio retrasados culturalmente; los latinos no creyeron en esas tonterías, fueron, pocos y pobres, acometieron las faenas que otros no quisieron, crecieron en número de forma alarmante, consiguieron cupos en las escuelas, montaron negocios, representan un grupo nutrido que enfrentar a la sociedad, y de cierta manera, los intereses de mexicanos, puertorriqueños, cubanos y otros, no difieren tanto. Si hace falta se unen para cuestiones puntuales (mi casa es tu casa). Y las relaciones negros-latinos no han sido fáciles; mientras iban ascendiendo, muchos latinos resintieron las objeciones que los afro descendientes iban presentando en el camino. Además, si debe llegar el momento de elegir a un presidente representante de minorías: ¿por qué no ir tras un latino?

Todo eso lo dije, pero la gente sonreía como si dijera yo tonterías (que tal vez lo son), ya que les gustaba la idea del candidato oscuro; así que no era yo popular, es más, era un mono retrograda. Y lo increíble, lo imposible, lo impensable está ocurriendo ahora: los republicanos, que no tenían forma ni manera de ganar estas elecciones hace tan sólo año y medio, no sólo han empatado a los demócratas, sino que amenazan con irse arriba (Señor, mete tu mano y no los dejes). Y no es por magia, por modas o caprichos, son por esas cuestiones visible unas, tacitas y latentes otras que para quien quiera verlo se le hace fácil. Por alguna razón los demócratas no quisieron verlo, y se jodieron. Pero es que algo muy malo pasa dentro de ese partido, un bandido como el Jimmy Carter, es oído cuando pontifica sobre esto o aquello. Al menos ya dejó la presidencia del centro aquel con que iba reuniendo plata en forma de donaciones de regimenes autoritarios, para darles el ‘visto bueno’.

El partido demócrata sabe que Latinoamérica se debate ante un autoritarismo anti norteamericano peligroso, y al único aliado que tienen en la región, Colombia, le niegan la entrada al Tratado de Libre Comercio, alegando que no defienden suficientemente los derechos humanos. Pero el tratado comercial con China no se les ocurrió vetarlo ni por un segundo. Y la gente los percibe como politiquillos torpes en sus manejos, aunque más parece cosa de ignorancia temeraria. Obama tampoco lo ha hecho fácil, sus coqueteos iniciales con Cuba y Chávez, cayó muy mal entre los latinos; se alejó, pero en mi caso particular le agarré arrechera, aunque aún y así, lo prefiero a los republicanos.

¿Cómo pudo subir la candidatura de John McCain? (por cierto, de eso hay un chiste de cuando presentaron Duro de Matar cuatro: “Ese va a ganar, ¿no ves que John McClane siempre gana al final?”). La batalla entre Hilary y Barack fue demasiado agria y larga, los bandos se separaron de forma violenta; dentro del grupo que perdió deben existir oscuros deseos de que gane el otro y no este. Luego llegó la noticia de que Obama le había ofrecido la vicepresidencia a un senador del Sur y este le dijo, no con esas palabras pero casi, que él con negros no iba ni a la esquina. Pero lo que terminó de perjudicarlo fue ese temor idiota que le tuvo a Hilary, ¡ella debió ser su vicepresidenta! Pero, aparentemente, el joven senador es de los que teme a las mujeres si son no sólo capaces e inteligente, sino ambiciosas. Por miedo, y también por algo de chauvinismo, la dejó por fuera. Dejó sin utilizar la única carta que habría asegurado un decidido repunte de gente que pensaría “bueno, no está muy preparado pero allí está ella, como estuvo tras el marido, y ese fue un buen gobierno”. Cosa que tampoco se dijeron los delegados demócratas idiotas, por ejemplo. Está bien, la sacó, tiene Vice, alzan las manos y sonríen… y el viejo McCain les echa la vaina.

Es… realmente increíble que no previeran semejante jugada, es más, que no la intentaran ellos. El republicano había venido reacomodándose, subiendo, y únicamente debía derribar dos barreras: la inquietud por su edad, y la chapita de conservador duro representante del viejo sistema. ¿Y qué hace este anciano cuyas neuronas no deben estar tan ágiles como las de Obama? Nombra a una mujer para vicepresidenta. A una mujer de buen ver. A una mujer joven y fresca en el campo político. Y de un solo golpe inclina la balanza. Ahora a los demócratas no les queda más remedio que atacarla y destruirla, pero la mujer, mostrando esos desagradables rasgos conservadores que deben agradar a su gente (apoya abiertamente el derecho constitucional a portar armas de fuego, se declara en contra del aborto y no le asusta la pena de muerte… cosa esta última que también apoyo yo), no parece fácil. En una de cambio lo primero que hace es usar las palabras de Hilary contra Obama. Y aquí las posibilidades pueden ser interesantes, si McCain gana y algo le ocurriera (no es un muchachito aunque parezca más despierto que Obama), ella sería presidente… como debió serlo Hilary Clinton. Me pregunto, si en verdad, ya es tarde para los demócratas.

Es de suponer que no, aún queda mucha campaña, pero la manera torpe y algo mezquina de comportarse de los demócratas, y de Obama, no dejan mucho campo a la esperanza. Pero en verdad, aunque ahora me agrada menos, espero que no gane McCain. El mundo no merece otro periodo republicano con esas políticas energéticas idiotas, las ambientales que son criminales e irresponsables, y guerreras que nadan han resuelto. Amanecerá y veremos. Y si alguien va a replicarme, que no sean con acusaciones de racista o simplista, que de argumentos, ¿okay?

Julio César.

CADA DÍA MÁS LIMITADOS

-Desespero porque quiero…

Hace poco, muy poco es verdad, leí en una revista que a la actriz Teri Hatcher, la Susan Mayer, de la serie MUJERES DESESPERADAS, la tenían vetada o en una lista de gente no querida en Filipinas. Me pregunté, vaya, ¿qué hizo? Leí para no cometer ese error. Al parecer en un capítulo de la dichosa serie que me parece angustiante, en un consultorio médico, sufriendo de calorones y vainas, un doctor la examinaba y le insinuó que podía ser la menopausia. Molesta ante esa evidencia de vejez y decadencia, como pareció entenderlo ella (tengo amigas que están locas por terminar de menstruar), le preguntó qué clase de médico era, que deseaba ver sus títulos, preguntándole dónde se graduó, ¿en Filipinas?

Eso bastó para que cayera en la mala. Es de suponer que los filipinos, dentro y fuera de Estados Unidos, deberían molestarse con los guionistas, pero eso no es tan chévere. Es mejor odiarla a ella que es una figura pública conocida y medio famosa, a detestar a Pito Pérez, el escritor, a quien sólo conoce su mamá y eso porque no lo olvida ya que aún vive con ella (¿ven que fácil es lanzar una generalidad ofensiva?). ¿Pueden imaginar a un filipino en la calle diciéndote: Estoy molesto con Pito Pérez? Uno debe, obligatoriamente para saber de qué habla (a menos que uno pretenda saber ya porque no te interesa para nada): ¿Y quién carajos es Pito Pérez?

Claro que esta es una individualidad, Teri Hatcher contra Filipinas, o los filipinos contra ella; pero la cosa se generaliza. Leí que algunas cadenas debían cambiar sus programas porque la aparición de un personaje actuando como un retrasado, era ofensivo para este o aquel grupo; que palabras como gordo, negro, judío, ha intentado penalizarse socialmente. Llamar gordinflón a alguien es un acto casi vergonzoso que delata bajeza. Poco a poco la gente va limitándose en su forma de hablar, o debe buscar largos eufemismos para decir la misma cosa. ¿De verdad una persona puede sentirse ofendida porque en un programa informativo usen la frase “la población negra protesta contra…”, en lugar de “la población afro descendiente”? Suena tan idiota. Pero así son las cosas. Y como las costumbres permean, no sería raro que en zona como estas nos alcance tal moda tarde o temprano. Aparentemente a los norteamericanos les gustan esas sutilezas de odio, de resentimientos; lógicamente hablar entre ellos se dificulta, y se dificultará más en el futuro. Por estos lados no es un delito todavía decir negro, gordo, portugués, retrasado o evangélico; pero es que, para resumir pensando en los norteamericanos, como decimos por aquí y que no se ofendan ellos que son tan propensos a eso: no hay nada más bruto que un buey americano.

Julio César.

WILLIAM ECHEVERRÍA, IZARRITA, TELESUR Y COLOMBIA

-Déjame explicártelo lentamente, este es un pezón.

Qué escándalo se armó con unas declaraciones del ministro de la defensa colombiano, el señor Santos, y en Estados Unidos, ni más ni menos, como para que causara más malestar, sobre la utilización de símbolos de TELESUR por el comando que rescató a los quince rehenes aquellos. En TELESUR, un supuesto canal divulgativo que no se sabe exactamente qué son (ahí dicen retenidos por rehenes, y liberados por rescatados, ¡son tan extraños!), se molestaron. El ministro Santos parece estar jodiendo más de la cuenta, y por el simple, chocante y ruin fin de burlarse de sus enemigos (es qué es tan fácil), pero debería medirse. A menos que sea a propósito, para sembrar en algunas mentes una asociación (¡Jesús, María y José!) TELESUR-FARC. Son tan mañosos esos cachacos.

Izarrita, el ministro de propaganda del régimen, con ojos desorbitados (el exceso de rimel se los hace ver inmensos), VTV y TELESUR no han dejado de cacarear desde ese momento, parecen gallinas que quieren poner un huevo que no sale. En sus extravíos han llegado a los límites (no del ridículo, ese lo pasaron hace rato), de querer equiparar a TELESUR con la CRUZ ROJA. Hablan de engaño alevoso, ruin y cobarde en las actuaciones del ejército colombiano, y aquí llegamos a lo que en verdad les duele: que a las FARC les hallan echado esa vaina, una vainota más bien. Pero aquí hay que aclararle varios puntos a estos politiquillos de medio pelo, cosa tontas que ellos deberían saber, seguro lo saben pero lo obvian contando con que los demás son pendejos, y en este grupo incluyo al insulto y tibio Presidente del Colegio Nacional de Periodista, William Echeverría, quien se suma al coro de los que protestan; de este señor me temo termine haciendo más daño que un chavista de uña en rabo o un opositor recalcitrante. Es lo malo de esa gente que quiere estar bien con Dios y con el Diablo, que se sonríe con el que está presente, sobretodo si cuenta con poder, y luego se sonríe con los contrarios y promete lo que no puede hacer. Hasta la Biblia advirtió contra esta gente, los tibios de corazón.

Bueno, al punto. Cuando la guerrilla secuestró a muchos de esos policías, militares y políticos, lo hizo con un engaño, en medio de un ataque llegaron en un autobús oficial y vestidos de militares regulares, y se fingieron institucionales para secuestrarlos. En ese momento tal acción fue un ardid heroico, osado y valiente, no un engaño vulgar. No capturaron (secuestraron) a esa gente mediante un ataque frontal y viril, ah, pero se les aplaudió. Ahora, y en eso se suman muchas otras voces, el ardid mediante el cual el ejército colombiano engañó a los irregulares, con símbolos de TELESUR incluidos, es una bajeza, una cobardía; y lo gimotean con lágrimas en los ojos ante tanta villanía. Y no hablo únicamente de estos grupos que bajo el amparo del colosal ingreso del narcotráfico que sostiene a estos movimientos, salen a gritar contra Colombia y su ejército. Muchas personas de buena voluntad creen también eso, porque esa es la ventaja del mal, del terror, que pueden actuar como les de la gana para alcanzar sus fines, sin detenerse ante nada y hay que aceptarlo, pero las fuerzas regulares deben actuar según ‘ciertos valores’. Mentir, emboscar y matar es prerrogativa de mal, el bien no puede hacer nada de eso. O eso pretende estos cachorros del terror. No, señor William Izarra, ante estas lacras que durante años han causado dolor y muerte en el suelo granadino, cualquier método para exterminarlos es válido.

Ahora lo de TELESUR, y preste atención, señor William Echeverría: esta cadena televisiva desde el mismo momento de su nacimiento dejó claro que sería una vitrina rota de las bandas irregulares, donde algunos los apoyaban para ver que pescaban en río revuelto, algunos buscaban controlar otras regiones mediante lo que cree que debe ser, y los asalariados del narcotráfico; recuerdo que comenzaron con un video feo y viejo, medio pavoso, de una joven cantando el himno de las FARC, ni el sentido común de disimular tuvieron. Los cantos revolucionarios, los ataques desmedidos contra la comunidad europea y los Estados Unidos, así como a los gobiernos de derecha, sin razón justificada, no es de gratis. Hace poco, por error, caí ahí (creí tenerlo bloqueado, siempre temo sentarme y encontrar a Chávez hablando paja) y transmitían un micro sobre la bomba atómica arrojada sobre el Japón, de cuantos muertos hubo y todo eso. Como no eran días de conmemoración imaginé que era un contenido regular, y me pregunté si alguna vez habrán hablado sobre los horrores cometidos por el Japón en China y Birmania en la misma época, algo que hasta los nazis, sonrojados y mirando al suelo, reprobaron. Seguramente no, porque en su concepción de lo que es un medio de izquierda dizque informativo, eso no cuadra.

Desde TELESUR salen los análisis más recalcitrantes, contrarios y antagonistas a gobiernos como el colombiano, desde allí se intentó disfrazar el hecho de que Ecuador cobijaba campamentos guerrilleros, cuadrándose con estos en contra de Colombia, sumándose luego al llanto falso de Rafael Correa condenando al ejercito y gobierno neogranadino. Aún no se ha explicado cómo en plena selva, una larga entrevista al uno de los comandantes, Cano, este fue grabado en una propiedad privada. No han explicado, tal vez no pueden, cómo no le preguntaron en esa extensa entrevista a Iván Márquez, donde este prometía que no descansaría hasta que más sangre corriera en Colombia, qué pensaba él sobre el que Colombia toda salga a protestar contra las FARC. No, nada de eso entra en sus cálculos. Actúan como una oficina de relaciones publicas de la narcoguerrilla, sin detenerse en difamaciones, inventos y calumnias, pero desean que se les aplique el código que protege a la prensa cuando los tocan, aunque les sepa a caquivia que otros medios sean atacados, perseguidos y cerrados.

Señor Izarra, ¿acaso el cerebro no le da como para saber que cuando se toma partido en una guerra, de forma abierta, se debe estar preparado para las represalias? Si te unes a mi enemigo, también tú eres mi enemigo. ¿De verdad no lo sabía? Recuerdo cuando se hablaba de la reforma constitucional, el diciembre pasado, la abogado Rocío San Miguel iba de televisora en televisora, angustiada, explicando que un gobierno no podía crear guerrillas urbanas y decir que cada casa debía ser una trinchera, porque en cuanto una calle, una casa, se arma para atacar a un hipotético enemigo, este recibe el permiso para destruirlos por la fuerza. Pero eso no lo sabía la gente de TELESUR, y cómo ahí lo único que se hace es halarle mecate a quien suelta los reales, no buscan quien los medio oriente; pero ¿qué no lo sepa el Presidente del Colegio Nacional de Periodista antes de salir a pedir respeto para TELESUR, a ellos que no respetan ninguna norma? Señor, asesórese.

Julio César.

viernes, 12 de septiembre de 2008

DICEN DEL AMOR Y LA AMISTAD

Temo que si te miro, leerás en mi corazón…

Hay quienes sostienen que la amistad puede ser más profunda y sincera que esa emoción poderosa y extraña que llaman amor, porque el que quiere se siente en el deber de cumplir, de mostrar que ama, de probarse, de llamar, visitar, besar, de decir ‘te amo’; pero el amigo no, la amistad nace porque se quiere, sin un propósito ulterior, simplemente por las ganas de estar. No lo sé, ¿puede algo sustituir el deseo de estar con alguien, de mirarla, tocarla y besarla? ¿Qué puede haber más grande que esa pasión que no nos deja hablar a veces, que nos impide mirar al objeto de nuestro deseo por temor a sucumbir al más terrible de los ridículos, exponiéndonos a un rechazo que, lo sabemos, nos matará? Pero que también nos impulsa y empuja a continuar.

Buda sostenía que el deseo engendraba sufrimiento, tal vez hablaba de los celos, del temor de no ser correspondido, de todo eso que llena de zozobras nuestro corazón cuando amamos y no sabemos si nos quieren, ¿qué padecimiento nos parece que puede ser peor que ese?; pero ¿acaso no pasa igual con las amistades? ¿Acaso no deseamos su felicidad, no esperamos ver sus sonrisas de alegría, saberlos satisfechos, cómodos, felices? ¿No los celamos y no nos angustia saber que pueden alejarse? ¿Acaso no queremos también a nuestros amigos?

¿Qué decir de quienes aman con todo su corazón a quien es también su mejor amigo? ¿Qué de aquel que durante toda su vida sólo tuvo un amor y conoció una única amistad y lo pierde todo en ‘un recodo del camino’, deseando morir en ese instante? ¡Qué desolación, ¿verdad?! Pero también… ¡qué amor más grande! El irreflexivo dice alegre, temeraria y tontamente: yo no tengo amigos, yo no quiero a nadie. Pobre, qué vacía debió ser toda su vida, que solitaria es su casa; tal vez tenga suerte y jamás se detenga una tarde, abrumado de pronto, preguntándose: “¿Cuándo y dónde fue que me equivoqué?”. Por suerte, hasta los más duros parecen capaces de querer, eso nos sirve de consuelo a todos los demás.

Julio César.

LOS SUPER VILLANOS

-Jamás estarán a salvo…

Las aguas vuelven a sus causes. Caído el mundo comunista, el mundo libre echaba en falta al gran enemigo, al horrible y peligroso ser que amenazaba la democracia, la libertad, la belleza y… el comer hamburguesas, me imagino; algo que es realmente delicioso, (ahí pierden puntos los enemigos de los Estados Unidos, criticándola, todos la aman aunque renieguen de ella). Los comunistas habían perecido por corruptos, represores y autoritarios… o eso fue lo que se le dijo a la gente; la verdad es que un sistema político donde se homogeniza el pensamiento, donde se busca la medianía en la conducta, tirando a la mediocridad, no puede hacerle frente a naciones donde se incentiva la competencia, la investigación y donde se premia al sujeto que ‘inventa’. Pero al desaparecer, el mundo miró con recelos a Estados Unidos, ahora la única súper potencia (eso volvió loco a Chávez), el gigante que sonreía pero siempre llevaba presto el garrote para aplicarlo donde hiciera falta, es decir, donde ellos dijeran que debía caer. Pero en el fondo, los gobiernos necesitaban ese algo que aglutinaba a la gente a su alrededor, que les hiciera creer lo que dijeran: que había estrechez, crisis inmobiliaria o recesión, porque el siniestro, inteligente y despreciable súper villano estaba tramando el fin de Occidente. No había con qué meterle el miedo a la gente en el cuerpo para que se comportaran, resistieran y callaran.

Eso cambió en una fecha tan conocida como trágica, el 11 de septiembre de 2001; ese día amanecimos de repente enfrentados a la realidad de seres totalmente inescrupulosos que eran capaces de lanzar a otros a la muerte para gloria de ellos. El asunto de los aviones secuestrados y lanzados en ataques suicidas a mí me pareció realmente grave y revelador, esos aparatos iban llenos de personas, pero eso no importó a la hora de estrellarlos contra las Torres. Me dije, “si hicieron eso, ¿qué les impediría hacer estallar armas nucleares en Madrid, la plaza de San Pedro o en La Meca misma si las tienen?”. Entendí que los Estados Unidos debía ir a la guerra, era de lógica, ¿qué país sobrevive a semejante ataque si no responde? Tanto fue el impacto recibido esa mañana que los norteamericanos se arremolinaron al rededor de la figura presidencial, el antipático y desagradable señor Bush hijo. El tiempo lo ameritaba. Luego comenzó un periodo extraño donde se intentó elevar a los talibanes a la categoría de súper villanos. Al principio la cosa resultó, el recuerdo del ataque, las amenazas de nuevos atentados, las decapitaciones y demás, aterrorizaron al mundo… hasta que se dieron cuenta de que tras los videos lo que había era un sol implacable, arena y mierda de camellos.

Osama Bin Ladem, oculto como cachicamo, con esos videos viejos, mal editados, con esas letricas imposibles de leer, no daba la talla. Se estaba en presencia de un vagabundo, de uno de los peores, con plata para comprar armas y sin la decencia de matarse él mismo en un ataque sino enviando a los bolsas; pero fuera de eso no era nada. Ese país, Afganistán, era pobre de solemnidad y aunque el señor Osama era, se aseguró, un hombre muy rico, de bien poco les valió. El ataque a Afganistán y luego a Irak, sin que se encontraran las míticas armas de destrucción masiva (y aclaro que no siento ningún pesar por el régimen caído del señor Sadam Hussein, ni por su suerte), dejó muy mal parados a los fabricantes de estrellas. La gente se preguntaba: ¿Y las súper armas? No las había. Repito, sólo arena y sequedad, no había ejércitos multitudinarios, ni misiles con cabezas nucleares, ni satélites amenazantes, ni armas tan extrañas como sofisticadas, sólo bocones que gritaban que harían y harían y nada hicieron.

Lo de Irak es patético, mientras el noventa por ciento aspira vivir libremente, en paz, intentando adoptar un sistema político democrático, un pequeño grupo pone bombas, mata gente y grita que quiere lo mejor para su país y que se vayan los invasores. Lo curioso es que muchas personas parecen darle tanto peso a lo que desea el noventa por ciento como a lo que dice este montoncito; me parece que en eso se dejan llevar por el primitivo odio tribal contra Norteamérica, nación a la que toda persona menos capaz debe odiar, necesariamente, para sentirse mejor por toda la eternidad. Estos grupitos se comportan como las FARC, aunque estas ya ni decir que actúan en nombre de Colombia, quien les ha hecho bastante el fo, pueden.

Pero cuando nos habíamos ido quedando sin miedos (y uno no sabe si fabricado también, o justamente por eso), aparece Rusia nuevamente en escena. La otrora súper potencia, la muralla roja, ese lugar dantesco de donde surgían los peores planes contra Occidente. El señor Putin, creyéndose más un zar que un premier, mueve al país a su antojo, igual que al gobierno títere que puso al frente. La guerra contra Georgia fue un claro maullido para darle a entender a Occidente, la OTAN y Estados Unidos, que aún están ahí y pueden arrecharse si los jorungan mucho. En repuesta a la ampliación del Tratado del Atlántico Norte, que aspira colocar misiles en la propia Polonia, a pata de mingo, Rusia responde con esto, sabiendo que Estados Unidos haría muy poco para frenarlos. Por un lado privan los intereses económicos, por el otro deben actuar con cautela, Rusia no es Afganistán o Irak, pueden tener armas desconocidas, por difícil de creer que sea en este mundo tan ‘espiado’.

Como sea, el señor Putin es una figura más atractiva para encarnar a un genio del mal, a la Mente Maestra; el verdadero Fu Manchú. Uno puede imaginarlo, con un largo y oscuro sobretodo que más parece una capa ondeando a sus espaldas, abordando un trasbordador y saliendo del planeta, reuniéndose con los chinos, que visten coloridos kimonos, con sus manos ocultas bajo las mangas, en una estación espacial, de la cual se desarmaría la mitad, apareciendo un largo cañón, ¡el rayo de la muerte!, que apuntaría al Oeste. Es fácil entender por qué esto resulta más llamativo. Y nosotros, la gente común, quedamos donde comenzamos hace sesenta años, aunque ahora Rusia sea más bulla que cabuya.

Julio César.

lunes, 8 de septiembre de 2008

UN DÍA, MUCHOS AÑOS DESPUES…

Hace tiempo, en uno de esos blogs a los que tanto me aficioné llevado por amigos, sobretodo por Fátima, a quien la película le pegó duro desde el primer momento (un día les contaré cosas sobre ella), leí una linda historia, escrita por no recuerdo quién, tal vez era EL PUTO JACK TWIST, o UN ANGEL, pero no estoy seguro. Los dos escriben muy bien y bonito. El relato era sobre la muerte de Ennis del Mar, de cómo él la imaginaba. Era algo desgarrador, hermoso y terriblemente triste. A mí me encantó, aunque me sumía más en ese aire de melancolía y tristeza, y también de enamoramiento, al que me arrastró la cinta, debo admitirlo. Creo que ya he dicho que soy incondicional de Jack Twist, quiero tanto a ese personaje que cuando veo a Jake Gyllenhaal en otras cintas, me parece que es más que bueno, una maravilla, uno de los mejores del cine, aunque no fue la gran cosa en El Día Después de Mañana. En Cielo de Octubre me parece que estuvo mucho mejor, aunque no transmitía tanto como ahora sabemos que puede hacer. Y no me acusen de hereje aquellos que lo aman y admiran igual que yo, como años atrás hacía yo con quienes criticaban El Imperio Contraataca. Es lo que pensaba antes. Ahora me parece que ese hombre es increíble, porque la luz de Jack Twist, el personaje que creó, ilumina todo su trabajo presente, pasado y seguramente futuro.

Bien, vuelvo a ese relato: como dije era hermoso, y la mayoría de los que hacían comentarios en esa página estaban de acuerdo. Muchos apuntaban que habían llorado al leerlo, lo que no me era difícil de creer. También yo lo hice un poco, bueno, no tan poco como me gusta admitir. El caso es que hubo un disidente, alguien que decía que no estaba de acuerdo, que había sido algo injusto y triste, que él prefería imaginar que Ennis del Mar vivió triste durante mucho tiempo, soñando con su joven amor de mirada azulada en lo alto de una montaña, hablándole de vez en cuando y pidiéndole que lo acompañara en los días y noches malas; que llevaba una vida de soledad, hermoso y rudo como era, cargando con una existencia aséptica, sin lujos ni gustos, hasta que un día repara en la mirada nerviosa y turbada de un joven peón que estaba prendado de él. Sería… bonito imaginar que eso pasó, que Ennis no terminó horriblemente sólo; pero por dos motivos, no le veo futuro a la idea. O tal vez no entendí tan bien la película como creí hacerlo.

Lo primero es que Ennis del Mar no parecía el homosexual típico. No hablo de que fuera cerrado, inaccesible, homofóbico y que temiera mostrarse al mundo como era en realidad. El caso es que Ennis del Mar era un hombre imposibilitado para mostrar afectos, o afecto a secas, y tal vez hasta para sentirlos. Eso impidió toda posibilidad con su mujer, Alma, o con aquella camarera, o con sus propias hijas. En una escena de la película, cuando está regando brea o algo así en una calle, se nota que un tipo intenta hablar con él, y él ni le para. No lo mira, no le habla. Así era ese carajo. El único que logró superar todas sus reticencias, sus barreras, prejuicios y hosquedades había sido Jack Twist (¿y cómo no iba a hacerlo un tipo tan bello y apasionado?). Y Ennis se enamoró de él, del tipo que le enseñó que estaba vivo. Toda su felicidad, y todo su tormento, vino de eso, de que por primera vez alguien lo hacía reír, hablar, amar, desear compañía, caricias y ternura, pero resultó que esa otra persona era un hombre. El drama para Ennis del Mar era que se había enamorado de un hombre, que su primer y único gran amor era ese, Jack Twist. Durante toda la trama Jack coquetea con la idea de estar con otros, aceptándolo digamos que como una necesidad biológica y hasta afectiva mientras iba envejeciendo y entendía que Ennis jamás cedería. Pero Ennis jamás lo hizo, nunca consideró posible el mirar a otro sujeto. Amó y sufrió, y ese sufrimiento debió asociarlo a su amor por un tipo, por lo que creo difícil, sobretodo en un ser como él, que lo intentara otra vez después de la muerte de Jack. A menos que fuera eso lo que le prometiera en la última escena, que juraba intentar vivir de nuevo. Y eso me lleva al segundo punto…

El cual es que no lo acepto. No puedo imaginar que después de Jack Twist, Ennis pudiera desear estar con alguien más. Más que eso, no me parece justo. Jack, el alegre, parlanchín, vivaracho, lleno de ternura, de amor y entrega le había ofrecido todo su amor, y él lo tomó, por sorbos, obligando a Jack a vivir solamente por ratos; y Jack había muerto en un estúpido accidente (es lógico que Lureen también estuviera mal, había perdido a Jack). No es justo que Ennis siga adelante, que encuentre a alguien más y ame, alegre y feliz, comiendo perdiz. No, me gusta más la imagen del eterno viudo que cada mañana lleva la cuenta de los días, meses y años que ha vivido separado de su gran amor. Sé que es algo duro y cruel, pero Ennis fue duro y cruel con Jack, a pesar de que también él sufrió mucho. Sencillamente me cuesta perdonarlo. Sin embargo, no me parece decente mostrar únicamente mi parecer, así que voy a reproducir aquí un cuento sobre Ennis del Mar que tomé de uno de esos blogs hace dos años y que archivé en Documentos, por lo que para ahorrar espacio me salté mucha información y ahora no sé quién lo escribió, ni siquiera el título original que llevaba. Si alguien lo reconoce, que no se moleste conmigo e intente transmitirnos la información para que todos sepan quién fue el poeta original. Lo reproduzco ahora en reconocimiento a sus méritos, aunque lo adapto un poquito a lo que pienso. También en memoria de Jack.


UN DÍA, MUCHOS AÑOS DEPUES DE BROKEBACK MOUNTAIN
Esa dicha debió indicarte que ahí estaba tu destino…

“Ya ha transcurrido demasiado tiempo desde el año de Jack”, pensó Ennis con una leve sonrisa de pesar y ternura al levantarse de la cama y verse cegado por la brillante luz del exterior de un día más, otro que había logrado sobrevivir sin saber exactamente cómo. Y su mente lo llevó, como cada mañana, a Brokeback Mountain, donde los inviernos solían ser duros y largos, con una nieve que no abandonaba el lugar hasta bien entrado el mes de abril. Eso decían todos; sin embargo, ese año, el año de Jack Twist, salvo pequeñas lluvias ocasionales, el cielo había resplandecido con un azul puro y helado, y continuó así hasta pasadas las fiestas de navidad. Un azul que a él se le antojaba hermoso, sin entender bien el por qué, hasta que una noche se miró a sí mismo en los ojos de Jack.

El hombre observó durante un largo rato el huidizo reflejo de su rostro en la ventana, fijándose en los ángulos y surcos que los años habían trazado en sus facciones, en su cabello cada vez menos dorado y más grisáceo, y en su expresión cansada. No era un hombre viejo, pero a veces sentía que había vivido demasiado tiempo (ha pasado demasiado tiempo, Jack). A pesar de todo ello, el vaquero volvió a sonreír levemente, con una dulzura, nostalgia y ternura que muy poca gente ha logrado ver, porque en días claros y hermosos como aquel, cuando el cielo parecía infinito, despejado de toda nube, creía detectar una sombra de espejismo en el firmamento, algo que se iniciaba en dos puntos particularmente celestes y que luego iban dibujando un rostro franco, de gran sonrisa, de sombrero negro y camisa igualmente azulada. Una ilusión de tal belleza que lo lastimaba a veces, empañándole la mirada. El hombre adivinaba la imagen de Jack Twist contra el firmamento, joven y alegre, vital y hermoso, de la misma manera en que podía detectar la forma del pez que se desliza bajo la superficie del agua.

Esos momentos eran los más maravillosos y duros en la vida de aquel hombre, porque el tiempo se detenía lentamente, casi sin notarlo, y luego comenzaba a retroceder. Diez, veinte, treinta años atrás, y se encontraba con él mismo, joven, lleno de fuerzas, de ganas de vivir, pero temeroso al mismo tiempo de hacerlo, de sentir, de desear lo que creía no estaba bien. Se veía ingresando otra vez, a cuatro patas, avergonzado y suplicante, dentro de una tienda donde se juró no entrar otra vez, pero necesitando ver nuevamente al carajo al que había ofendido horas antes. Y allí estaba él, recostado, esperándolo con una mezcla de esperanza y temor, con su torso joven desnudo y los ojos llenos de estrellas, infinitas, hermosas y brillantes, que lo arrastraban a otros cielos, unos donde deseaba perderse para siempre. Volvía a ver al atractivo joven mirándolo con muda suplica, con entrega, con generosidad y ternura; y revivía el calor, el deseo y el amor que él mismo llegó a sentir en ese momento. Y nuevamente se sumergía en él, en sus brazos, en sus labios, probando la vida, la dulzura, la ternura. Se sumergía en su amor, porque era amor, ahora podía reconocerlo como tal. No era carne, no eran sólo ganas, era el deseo de vivir, corresponder y pertenecer a algo, a alguien, a estar completo por una vez en la vida, acompañado, lejos de la soledad del alma; a pasar días, meses y años así, existiendo a plenitud.

“Basta, Ennis del Mar. Ya no hay tiempo para eso. Ya no hay tiempo para los recuerdos de un viejo”, se dice el hombre. “Ya deberías estar camino al pueblo para atender tus obligaciones”.

Se afeitó apresuradamente, cortándose en la barbilla, y anduvo por la vieja cabaña tropezando con todo lo que se encontró, mientras sujetaba un pañuelo de papel contra la herida y rebuscaba en los cajones la ropa del día. Logró vestirse sin alterar demasiado el orden a su alrededor. Se calzó el viejo sombrero y se medio inspeccionó en un pequeño espejo, sonriendo con cierta burla.

“Estás medio presentable, viejo”, se dijo con una leve sonrisa. “No hay nada peor que un viejo engreído, del Mar, recuérdalo siempre”.

Saliendo de la rústica vivienda escuchó a Ed trastear en el establo, con los caballos.

-Hey, Ed, bajo al pueblo por comida. ¿Necesitas algo?

-¿Qué tal un beso? –le respondieron.

Ennis del Mar se sorprendió, como siempre le ocurría, al verlo aparecer sonriente, mirándolo con ese afecto entre tímido y cargado de adoración. Al hombre le costaba comprender que después de tantos años juntos, Ed mantuviera esa misma mirada enamorada de la primera vez que se conocieron, esa noche en aquella taberna. Recuerda que en ese momento apenas se sostenía de pie frente a la barra y peleaba con el maldito cantinero que se negaba a servirle otra cerveza, tal vez al verlo tan tambaleante y sabiendo que vivía retirado. Y solo. Todos sabían que era el hombre que vivía solo, y aunque se comentara de tarde en tarde, nadie se metía en eso. Y mientras discutía por su trago, por su derecho constitucional a morir bebiendo, no reparó en Ed hasta que este le preguntó su nombre por tercera vez, con la misma sonrisa, los mismos ojos grises y el mismo cabello rubio de ahora, años después, aunque más ralo.

-Ennis. –había balbuceado él, respondiéndole esa noche, enfocando el rostro del otro a duras penas a través de los vapores del alcohol, su único viejo y leal amigo de años y años.- Ennis del mar. –y al decirlo la voz le tembló y su mirada se nubló, porque el recuerdo de una situación parecida vivida muchos años atrás fue como un latigazo en una herida abierta (Jack, Jack), tanto que lo hizo contraerse involuntariamente, jadeando leve, con tanta fuerza que tuvo que cubrirse el rostro con los dedos, quizás creyendo que la oscuridad sería su aliada y aliviaría un poco ese terrible dolor. El viejo dolor que nunca se iba.

-Ennis del mar. –oyó repetir entonces al desconocido, con voz grave y suave.- Parece el nombre de un personaje de leyenda, ¿no? –y el hombre, con la mirada desencajada, lo miró, largamente, y el atractivo joven comprendió que una batalla terrible se libraba dentro del otro.

Aquella noche Ennis no pudo responderle nada, como no fuera desviar la mirada y atrapar su botella de cerveza con fuerza, buscando equilibrio y apoyo para no caer bajo el peso del dolor. No le habló, ni ninguna de las muchas otras noches cuando ese joven parecía buscarlo. Él no deseaba la cercanía de nadie, no esperaba a nadie. Ya no esperaba nada de la vida. Un día tocó las puertas del Cielo con sus manos, ahora lo sabía, había tocado la eternidad y la felicidad, y lo había dejado ir todo; ya no tenía derecho a nada, lo que iba a dársele, se le entregó y él lo había jodido. No puede evitar sonreír con dolor, con una tristeza infinita al reconocer su falta, ¡todo había sido su culpa! y ahora sólo quedaba la penitencia. Ya no estaba Jack para darle la absolución, como un día, muchos años atrás cuando lo ofendió pero luego tuvo que ir a él, buscando sus brazos, su calor, su amor, encontrándolo todo. Ahora había tocado fondo y ya no podía hacer otra cosa sino estar, aleteando como un pez fuera del agua que se asfixia lentamente hasta morir (morir finalmente, como él). No, él no buscaba a ese joven de rostro franco, que le hablaba de su trabajo, de su familia, que le preguntaba qué hacía, dónde vivía, que deseaba saber cosas de él. Ennis no quería oír, no deseaba oír nada más, pero el joven lo miraba y sonreía, y le hablaba.

El hombre nunca estuvo muy seguro del tiempo que transcurrió hasta el momento en que abrió los ojos en medio de la noche y encontró a Ed desnudo, de espaldas, y a él recostado del joven, bajo las mantas en la misma cama. Y fue un shock, ¿qué había hecho? Y se ahogaba, ¿qué había hecho? Para el hombre el mundo se derrumbaba, ¿qué había hecho? Estaba aterrado y quería gritar, agitándose en la cama. Sentir las manos del joven en sus cabellos, acariciándolo mientras le siseaba que tuviera calma, lo angustió todavía más.

-Está bien, Ennis. Todo está bien. No pasa nada malo. Sólo descansa. –le susurró suavemente, y nunca como en ese momento al hombre le pareció que el tiempo había virado, que no era Ed quien estaba ahí, que era otro quien lo calmaba, que lo consolaba por ceder a eso que su piel, su ser y todo él le pedía con desesperación; eran las caricias de otro hombre, la ternura de otro hombre, el amor de otro hombre que de alguna forma, tal vez invocado por la fuerza de sus recuerdos, de su dolor, de su deseo, se había materializado para él, al fin, para traerle paz y consuelo. No eran los brazos de Ed reteniéndolo, eran los del otro, era él, al fin, que se apiadaba de su dolor y volvía.

Ennis del Mar no recodaba nada de lo que había ocurrido hasta ese momento, pero sí recordó que se encogió, aferrándose a Ed y que lloró. Aunque decir llorar era poco. El hombre se derramó sobre el otro como nunca imaginó hacerlo antes (había llorado tres veces en forma terrible en su vida, pero nadie lo había presenciado). El hombre se deshizo en lágrimas. Era difícil que una persona pudiera volcar de una sola vez tanta pasión delirante y no saciada, tanto amor extraviado y extrañado en las noches de una soledad caliente y desesperante, tanta pérdida que vaciaba su alma, tanto dolor que lo marcaba como hierro al rojo vivo cada día de su vida, pero Ennis lo hizo. Se vació, quedo exhausto. Y en medio de las lágrimas llegaron los jadeos ahogados, entre hipos, de un nombre que Ed no entendió bien, de reclamos por una partida, dejándolo solo para siempre para que se muriera en vida, de arrepentimiento por todo lo que no dijo ni hizo. Ennis lloró y lloró por su vida larga, por su vida triste, por su cabaña solitaria donde el viento (traidor y cruel) entraba por la tardes melancólicas, susurrando por los rincones un nombre que le dolía (Jack, Jack). Lloró hasta que comenzó a dolerle respirar, por tantas despedidas sin sentido que él pudo evitar, al bajar de una montaña, al salir de un motel, al rechazarlo al divorciarse de Alma, por la discusión final, cuando se marchó sin volver la mirada. El hombre lloró hasta que le dolió no haberse muerto ya para ir tras él, a buscar en el más allá una sombra, un recuerdo (Dios lo perdonará, porque decían que era todo amor, y si no, que lo condenara junto a él, a su lado el infierno ya no sería infierno, no más que esta vida). El llanto duró hasta que dolió seguir llorando.

-Esta bien, Ennis del Mar, todo estará bien. –continuó diciéndole Ed, en voz baja, sin dejar de cobijarlo y sujetarlo entre sus brazos, sin comprender que esa misma ternura, entrega y preocupación lastimaba más al hombre, porque le recordaba al otro que tanto le había dado, aquel que tanto lo había amado y a quien él adoró de una forma que no entendió hasta mucho después.- Ya todo está bien, créeme. Y sí no, ya lo estará, te lo aseguro. –y la promesa asustaba a Ennis, porque le hacía entrever y albergar esperanzas, con un mundo donde se ilusionaba con dejar las sombras atrás; pero tampoco quería eso, porque le parecía una cobardía (“¡una traición, Ennis!, eso es lo que es, traicionas a Jack Twist”; le gritaba una parte de su mente), así que no quedaba otra que… llorar más, entre jadeos ahogados, mojando al otro con sus lágrimas, saliva y mocos.

Al cuento le falta un pedazo. Eso viene después.
……….

Como dije, no soy particularmente afecto a este cuento, por muy bonito que sea (tal vez mi versión no tanto, pero la otra lo era). Pero, no lo sé, tal vez sea lo justo. No se puede (o no se debería) sufrir toda la vida por un error, una falta, un momento de duda, indecisión o cobardía (aunque rechazar a alguien como Jack Twist es la madre de todos los errores). Se supone que aprendemos de los desatinos, es lo humano, lo digno; creo que a eso le llaman redención. Pero, por mi parte, nada de eso me importa. Considero, firmemente que Ennis del Mar no tiene ningún derecho a olvidar a Jack Twist el personaje más maravilloso que haya visto yo en una película (junto al trío de La Guerra de las Galaxias: Hank, Luke y Leia), ni a buscarle un sustituto.

Sin embargo, Ennis también había amado y sufrido, y el suyo había sido un padecer peor, porque era él quien se negaba a ser feliz, a aceptar el amor, mientras el otro lo brindaba de forma decidida. Y lo decente sería permitirle el derecho a sentir otra vez, dejarle que viva al fin fuera de su cárcel, de cara al sol, a la gente y la vida, el permitirse amar y dejarse amar. La vida sería terrible si no se tuviera esa oportunidad después de una caída. Aunque por su forma de ser, por sus propias limitaciones, miedos y prejuicios, así como el medio ambiente donde le tocó vivir, imagino que le sería difícil. Nunca es fácil decir ciertas cosas, adoptar ciertas posturas ante la vida y perseverar en ello, por muy simple que lo pinten en películas, libros o en series televisivas. Para un hombre como Ennis, o para cualquier muchacho u hombre en algún pequeño poblado cercado por los que le conocen, y a su familia, jamás le será sencillo acercarse a los suyos, a los hermanos y padres, a los amigos e incluso a los hijos y decirles: soy homosexual. Por ello tantos viven reprimidos, escondidos, escapando de tarde en tarde, ocultándose en la distancia, en las sombras o en otros países. No viviendo en realidad, a la larga.

Leyendo una entrevista de la autora del relato, Annie Proulx, la mujer comentaba una experiencia personal que la impresionó al estar en una de esas cantinas típicas del Wyoming rural. Se fijo en un ranchero de edad madura, con su camisa llamativa, sus botas y sombrero, solitario en la barra, lanzando miradas furtivas, no a las bellas señoritas que mostraban desparpajo y encanto, sino a un grupo de vaqueros jóvenes que reían, hablaban y bebían. Ella suponía que tal vez recordaba con nostalgias del pasado cuando él mismo era así, o simplemente dejaba escapar en un momento de terrible debilidad, en una vida donde no podía permitírselo nunca, el admirar a esos jóvenes bien parecidos, fornidos y alegres; tal vez recordando un furtivo momento que duró minutos hace muchos años, lo único a lo que un vaquero de edad madura en un ambiente así podía aferrarse para vivir otro día.

Tal vez con mujer e hijos, pero sintiendo que algo muy adentro de él se moría, se amargaba, dejando de sentir, insomne, contemplando el paso de las horas y de su vida, sintiendo pena de él mismo. Y eso me aterra. Por Ennis del Mar, que viviera tanto tiempo, saliendo de vez en cuando a tomar algo, viviendo solo, sin nadie que lo mirara con afecto, que le tocara el hombro, que le sonriera, que le dijera con miradas que lo amaba, compartiendo su cama. Nadie debería pasar por eso. La soledad de Ennis se me hizo más real leyendo esa entrevista, y más dolorosa; porque no podía imaginarlo (y al mismo tiempo sí, cosa más lamentable) admirando a lo lejos a un joven de cabellos negros, gran sonrisa, sintiéndose estremecido ante otra mirada azulada; espiándolo desde una barra sintiéndose idiota, o sucio, soñando entre pasado y presente, y sin que ese tipo lo notara siquiera, o sí, ridiculizándolo. No, tal vez Ennis si merece algo de felicidad. Jack lo entendería…

Julio César.

COSA DE COLORES

El lugar ideal para estar…

Cuando vi esta fotografía me quedé con la boca abierta, recuerdo que estaba con mi hermano, el menor y le dije: “Mira, Eduardo, qué colores tan bonitos. Este lugar debe ser el más hermoso del mundo”. Mirándome me respondió: “¿Tú ere pendejo, no ves que es una composición? Esos colores no son reales”. Qué desilusión, pensé, y luego, “pero bueno, ¿y qué va a saber este?”. Tal vez los colores fueron reforzaos, pero es posible que semejante lugar exista. Lamentablemente la encontré en un blog de POESIA ECOLOGICA, donde el autor Rubén Sada, no explicó lo de la cromatología, ni dio la ubicación ni el nombre de las montañas. Una pena.

Pero me encanta, ¿saben por qué? Porque tiene detalles (que debieron hablarme de una composición, es verdad) que despiertan la imaginación. El fluir del agua, su belleza y majestad, así como ese cielo nubloso, que habla de cimas increíbles, son casi dolorosamente bellas. Pero un detalle curioso está en la formación rocosa gris, bajo las amarillentas naranja tipo fuego. Si se observa bien es posible visualizar las cabezas y lomos de dos caballos que parecen volver la mirada al escuchar un ruido súbito. Y eso me gustó porque… imaginé a un par de jóvenes vaqueros que un día parte del lugar donde pasaron el verano trabajando, descubriendo cosas sobre sí mismos, buscando ahora otro lugar remoto, otro Edén, donde pedan asentarse sin molestar a nadie.

Ese cielo, ese riachuelo, la vegetación, la nieve… todo es idílico. Es como debería ser un paisaje siempre, y también el mundo. Necesitamos las aguas potables y las maderas para la construcción, pero un paisaje así debería ser prohibido profanarlo o ponerlo en peligro. No sé si alguien lee estas osas, creo que desde que inicié el blog lo han hecho doce personas, pero si alguien llega a saber el nombre o la ubicación de este lugar, me gustaría que me lo informara, en serio. Lo miro y casi no puedo dejar de imaginar cosas. Vaya lugar…

Julio César.

NOTA: Esto lo publiqué en otro blog, uno que terminé hace meses pero al que aún llegan comentarios (no te digo, después de que me cansé y lo cerré, antes no llegaban), y un lector me dio el nombre, la ubicación y la seguridad de que tal lugar es real. Siendo así, deben cuidarlo, conservarlo, protegerlo, por ellos y por todos nosotros. Reproduzco el comentario:

Julio, esta fotografía es real, el lugar fotografiado es el parque nacional Torres del Paine, en el sur de mi país, Chile; los colores que aprecias son reales, los atardeceres en esta zona del planeta son muy coloridos y bellísimos, así mismo los del desierto de Atacama. En la página de www.Chile.com se encuentran varias wallpapers y ahí aparecen muchos paisajes similares.

Chau.

Enzo.

CARGANDO ESE PESO

-Lo siento, jefe, hace calor y estos pipotes pesan, me quité la ropa y descansaba un poco…

-No se preocupe, Gutiérrez, ese bulto se ve pesado. ¿Lo ayudo con él?

Si la gente fuera más amable e interesada en el prójimo nos irían mejor, ¿no lo creen?

Julio César.

jueves, 4 de septiembre de 2008

¿ES REALMENTE SOLEDAD?

…no lo creo.

Cuando le dolía mirar hacia atrás, al tiempo ido como los afectos de la niñez o esas amistades que se creyeron eternas a las sombras del árbol en la cancha escolar, cuando le atemorizaba mirar hacia delante, a lo incierto, en la eterna espera de una vida ideal que no se cumplía… mirar hacia un lado u otro le bastaba, allí tenía todo lo que necesitaba, todo lo que siempre había esperado en realidad. Únicamente debía volver la mirada y buscar, allí estaba su felicidad.

Julio César.

RESONANCIAS DEL FIN DEL MUNDO

Hace tiempo, mientras escribía sobre las inquietudes que los cambios de las eras traían, mencioné el temor al fin del mundo, siempre presente en todas las culturas. Yo mismo lo esperaba en forma de hongo nuclear cuando era un muchacho a mediado de los ochenta. Temores más… místicos, como la segunda venida de Jesús, el Apocalipsis o algún arma arcana y mágica manejada por los Iluminatti, jamás me inquietó. Siempre he temido a cosas concretas: despertar y que no halla café en el tarro, enjabonarme totalmente y que se vaya el agua, tomar Viagra y que me dejen embarcado (no, mentira, aunque siento curiosidad). Sin embargo, si no sobre fines catastróficos, sí hay gente que cree en una larga galería de guías, santones, profetas e iluminados, algunos son digeribles, pero otras son francamente absurdos, como este cuento del planeta rojo (que no es Marte) que anda por ahí.

Un relato que habla de la extraña condición de creer en muchas cosas, fin del mundo incluido, es sobre dicho planeta y lo encontré en un blog muy interesante hace casi dos años, LA CAJA NEGRA, the wilbur mercer blog experience, y desde ese momento guardé el texto. El autor es cáustico, ligero y ácido. Eso me gusta. Recuerdo que algunos comentarios llegados a su espacio le criticaban ese tonito de burla, y que seguramente no entendía las enseñanzas de las que hablaba; lo dicho, si uno inventa una teoría por más tonta que sea, pero se muestra convencido y convincente, habrá quien lo siga. O tal vez, ese autor y yo, somos muy descreídos; pero en mi opinión, tenía razón: eran tonterías. Disfrútenlo:

EL PLANETA REDENTOR
Días atrás iba yo por la calle cuando una chica se me acerca y me da un folleto con la imagen de un gran globo rojo y, en letras tamaño catástrofe: “PLANETA GIGANTE SE ACERCA A LA TIERRA”. En un recuadro destacaba “NO ES FICCIÓN”. Comprenderán que me sintiera alarmado. El panfleto promocionaba un libro, “Hercólubus, o Planeta Rojo”. Su autor, V. M. Rabolú. El texto me advertía de que un gran planeta, Hercólubus, se acerca a gran velocidad hacia la Tierra. Se decía, sin embargo, que en el libro uno encontraría la fórmula para salir con buen pie de la colisión interplanetaria.

Confieso que esa noche no pegué ojo. ¿Qué clase de sabiduría encerraba el dichoso librito? ¿Cómo sería posible salir bien parado de lo que a todas luces parecía una muerte segura, la aniquilación total de nuestro mundo? ¿Quién era V. M. Rabolú? Al día siguiente corrí a echarle un vistazo al libro, y recorrí internet de cabo a rabo en busca de información.

V. M. Rabolú (la V. y la M. son las iniciales de Venerable Maestro) es originario de Colombia, de profesión gnóstico, y discípulo aventajado de Samael Aun Weor, fundador de la Gnosis Samaeliana. El Venerable Rabolú escribió su mundialmente famoso libro a partir del uso de “sus facultades cognoscitivas positivamente despiertas”. En él nos describe con inusual franqueza lo que ocurrirá con la Tierra a raíz de la llegada de Hercólubus (¡todo indicaría que ya se encuentra en las proximidades de Plutón!) y, lo más importante, cómo debemos proceder para salvarnos del cataclismo.

Hercólubus es un planeta seis o siete veces mayor que Júpiter. Está al parecer compuesto por un material que absorbe la luz y apenas la refleja, manteniéndolo fuera del espectro visible. Describe una órbita elíptica y pasa cada 6.666 años cerca de la Tierra. La vez anterior habría causado el hundimiento de la Atlántida y el Diluvio Universal. En su próxima e inminente visita provocará terremotos, maremotos, erupciones volcánicas, epidemias y desequilibrios mentales masivos. Esto al principio. Al acercarse más, se producirá el vuelco de los ejes de rotación de la Tierra, haciendo que los polos se trasladen al ecuador y el ecuador a los polos. Por su descomunal tamaño, la órbita del planeta será imposible de detener o desviar.

Pero volvamos al libro del Venerable Maestro Rabolú: lejos de estar preocupados, debemos felicitarnos por nuestra buena suerte, puesto que Hercólubus es un planeta purificador, que viene hacia la Tierra para limpiarla del mal y la suciedad con la cual los seres humanos la hemos afeado.Hercólubus vendría a ser como una gran bayeta apocalíptica que cada cierto tiempo limpia y adecenta nuestro planeta azul, nuestro hogar cósmico. De hecho, advierte Rabolú que si el paso del planeta y su cataclismo desinfectante demorara mucho, los hombres con su maldad intrínseca se destruirían entre sí de una forma horripilante. Incluso parece ser que ya estamos a un paso de presenciar “revoluciones sangrientas, ateísmo, materialismo, bolchevismo y anarquismo, intelectualismo, pérdida de la vergüenza orgánica, drogas, alcohol, prostitución total de la mujer, explotación, etc, etc”. Frente a este panorama, se comprende que Hercólubus sea nuestra única esperanza. La gran catástrofe que nos espera se convierte en “una necesidad impostergable”.

Ahora bien, se preguntarán ustedes, como hice yo, cuál es el procedimiento por el cual los que hayan comprado el libro de Rabolú consigan escapar al cataclismo. En sus notas finales, nos explica el Venerable Maestro que debemos comenzar por desintegrar el Ego, y subsanar así nuestros defectos psicológicos. Evitar el desastre está en nosotros mismos, en abrir los ojos y generar un cambio de Amor y de Luz que modifique la mala forma en que hemos conducido nuestra vida en la Tierra. Una vez llegado el choque, los que hayan trabajado por la Luz y purificado su Ego habrán alcanzado los niveles energéticos vibratorios necesarios para ingresar a la cuarta dimensión a la que pasará la Tierra como consecuencia de los ajustes orbitales y los cambios físicos producidos, y en donde iniciarán “un nuevo período evolutivo” en el flamante paraíso, “vibrando a una frecuencia de 13 ciclos por segundo”, en consonancia con la luz del sol. Borrón y cuenta nueva.

En cuanto al resto, las “fuerzas involucionistas” (los que no hayan comprado el libro), desencarnarán y serán abducidos por la propia atmósfera de Hercólubus, que vibra en una frecuencia tan baja que es capaz de succionar a todos los espíritus acordes con esta sintonía. Avisados estáis.
……

Hubo cosas que no me quedaron claras, ¿es un planeta físico o espiritual, energético, pues? Podría tratarse de un Agujero Negro atravesando la Galaxia, pero la pregunta es: ¿cómo lo sabría este señor? Hummm, intrigante, ¿verdad?

Julio César.