miércoles, 8 de julio de 2009

EVEREST… TOCANDO EL CIELO

De niño, ¿quién no tuvo su destino trazado?: seré bombero. Lo que habla de la importancia de esta gente que lograr permear la imaginación de un niño; no debe tratarse sólo del uniforme y el casco, porque otros los tienen más coloridos. Aunque algo hay, los vistoso y aparatoso; nadie dice seré contador, menos inspector sanitario. De jóvenes los sueños varían según cada quien, aunque hay semejanzas. Fantasías doradas como el dinero (mucho) para comprar felicidad (en forma de carros, casas, viajes y gente bonita a tu alrededor), se mezcla con otras de índole más abstractas: soñamos con aventuras y hazañas. Todavía soñamos con eso. Creo que el hombre nunca deja de ser un poco niño. No es extraño quien sueña, una tarde en su trabajo, mirando a la nada, con embarcarse a tierras remotas a hacer cosas insólitas (explorar lugares inhóspitos, buscar ciudades perdidas, tesoros sumergidos y cosas así). Personalmente siempre me atrajo la idea de ir al desierto del Oriente Medio, y espalda doblada, cepillito en manos, barrer las arenas que cubrían alguna una pirámide sepultada, una que sólo yo sabía que estaba ahí aunque todos los demás se rieran.

Estos son sueños, fantasías que el hombre, cuando no termina de automatizarse, conserva durante el resto de su vida. Sin embargo están otros, los que una mañana con una sonrisa de adrenalina toman sus cosas y parten, mirando atrás, a la familia, para soltar un: “ya vuelvo, voy a conquistar el mundo”. Claro, no como el ratoncito Cerebro. Son aquellos que albergan esa inquietud que día a día crece dentro de sus pechos, ocupando cada pensamiento, tanto que sienten que ya no pueden continuar si no cumplen su tarea. O lo intentan, aferrándose con uñas y dientes a cada paso. Sólo viven realmente mientra cumples sus sueños. Es casi como estar enamorado; o así me dicen quienes han querido.

De personas así habla muy someramente el señor Riveros en una corta columna encontrada en el diario EL NUEVO PAIS. Disfrútenla:
……

LA ARRECHERA COTIDIANA
Por Eduardo Riveros.

Se cumplen 56 años de una de las hazañas más hermosas logradas por el hombre. El 29 de mayo de 1953, a las 11:30 de la mañana, el neocelandés Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay, alcanzaban la cima del Everest. Por primera vez se lograba subir a los 8.848 metros de esa cumbre. Hillary tenía 34 años y Norgay 39. Ambos habían adquirido, en ese mismo lugar, experiencias y fracasos. Tenzing se había convertido en guía profesional en 1936, y Edmund, por su parte, había intentado la hazaña en 1951. El interés de él por el montañismo le surgió a los 16 años.

Hillary estudiaba en un colegio a dos horas de su casa. Era un niño tímido y su tiempo lo empleaba, preferentemente, en leer. Durante la Segunda Guerra Mundial se desempeñó como piloto en la Fuerza Aérea Neozelandesa. Su primera esposa, Louise y una hija, Belinda, perecieron, 1975, en un accidente de aviación en Katmandú. Se volvió a casar con June, la viuda de un amigo. Después de su proeza siguió ascendiendo por el Himalaya y consiguió llegar a la cúspide de 10 picos de ese desfiladero. Pero también formó parte de una expedición, 04-01-58, al Polo Sur.

La amistad entre ambos escaladores prevaleció en el tiempo. Edmund creó una Fundación de ayuda al pueblo Sherpa. Gracias a ella se abrieron decenas de escuela en el país y se establecieron mejoras en el ámbito de la salud. Cuando se cumplieron 50 años de la epopeya, el gobierno de Nepal le otorgó a Hillary la distinción de: “Ciudadano de Honor”. La primera vez que tal reconocimiento se le daba a un extranjero.

Por su parte, Norgay se adaptó a una vida más tranquila y familiar. Se casó tres veces; la última cuando todavía estaba desposado con su segunda esposa, prerrogativa que le concedían las leyes de su país. Entre sus múltiples hijos está Jamling Tenzing, quien siguió sus pasos. Alcanzó la cresta del Everest en 1996. También el de Edmund, Peter, perpetuó el ejemplo de su padre y, dos veces, remontó el Everest.

Es esta una historia llena de esfuerzos, tenacidad, confianza, amistad y nobleza. Algo que enaltece y hace que se vuelva a creer en el ser humano. Más en esta época llena de degeneración, abusos y brutalidad. El ejemplo dado por Norgay y Hillary trasciende lo puramente deportivo, la simple aventura. Cae en el terreno de lo sublime. Y, lo transcendental, eran dos hombres, en esencia, comunes y corriente.
……

Hermoso escrito; eso de que el acto transcendió lo aventurero para caer en lo sublime, es cierto. Estaban esas cumbres misteriosas, elevadas como un techo sobre el mundo, como los obstáculos de la vida, y dos hombres lograron remontarlas… en nombre de todos los hombres. Es como, salvando las distancias de quien quiera ponerlas, el hombre caminando sobre la Luna. Realmente fue un pequeño paso para ese hombre, el señor Neil Armstrong, pero un salto gigantesco para la humanidad. Siempre hay gente así, mientras decenas de miles caminan mirando al frente, cuando no al suelo, otros miran hacia arriba, con ojos brillantes de deseos… y lo más sorprendente, cuando sabemos de ellos, de sus hazañas, es que se trataban de simples personas.

Julio César.

No hay comentarios: