domingo, 28 de junio de 2009

BÚSCAME EN UNA NOCHE DE FARRA

Esta tarde no quiero llegar a casa. Hace calor, el día fue largo y extenuante, pero no quiero encerrarme. Deseo entrar a un lugar fresco, alegre, escuchar las risas, graves, groseras, vitales; mirar un gran televisor sintonizando un juego de béisbol o futbol. Quiero sentarme a tomar una cervecita fría, entre otros, entre desconocidos, gente alegre que a ese lugar no va a pensar, a lamentarse o entristecerse, y gritar y reír y discutir jugadas tontas. Quiero que alguien me mire, que me sonría preguntándome, bajito, “¿quién eres?”; y responderle, sonriendo también “quien tú quieras, mami”, aunque después otro la reclame. Necesito que me miren para saber que sigo aquí. Deseo tanto… sentir esta noche.

Julio César.

MICHAEL Y FARRAH, NO ES JUSTO

De verdad que estas dos noticias, trágicas las dos, me dejaron melancólico. Cada uno de ellos signó un tiempo. Y les tuve cariño. A finales de los setenta, siendo un niño a quien le encajaba la televisión, me enamoré de Los Ángeles de Charlie, de esas mujeres fuertes, aventureras, hermosas y hasta peligrosas, que corrían peligros, se golpeaban con hombres y eran increíblemente bellas. Sé que todos admiraban más a Farrah Fawcett ‘Majors’ como la conocíamos por aquí en esa época. Claro, era la catira de rostro angelical y de grandes curvas, pero siempre sentí especial cariño por Kate Jackson, el ángel inteligente, dura y lista, la no tan bella como las otras, aunque lo era. Pero mi preferida era Jaclyn Smith, la morena de cabellos largos, delgada, hermosa. Sin embargo también admiraba al ángel rubio. Fue duro saber de sus últimos momentos, minada de dolor, con la metástasis atormentándola, casi siempre en cama, muy débil, recibiendo a los más allegados. Y allí, en el duro momento, estuvieron ellas, Jaclyn y Kate, acompañando al ángel enfermo. Le tocó a su compañero de años y años, Ryan O’Neil, dar la noticia: “Farrah se ha ido, ahora está con su madre, su hermana y con su Dios. Yo la amaba con todo mi corazón y voy a extrañarla mucho”. Algo parecido nos pasará a los que amamos al hermoso ángel, esa bella mujer que junto a las otras tres, nos hizo soñar y fantasear.

A Michael Jackson lo conocía más, porque su paso como figura de éxito duró mucho más. Recuerdo la primera vez que vi Thriller, y me quedé asombrado, era tan sólo un muchacho y sentía la adrenalina corriendo por mi cuerpo. En el colegio lo comentábamos, lo perseguíamos por los canales de televisión. Recuerdo que lo bailé en esas fiestas del colegio. Michael Jackson fue un artista completo, bailarín, cantante, compositor, un hombre espectáculo. Lamentablemente sus excentricidades personales tal vez opaquen un poco el recuerdo de lo que fue su vida, pero siempre lo recordaré por los zombies que bailaban, por Billie Jean, dando yo torpemente el pasito hacia atrás, y como el hombre bailando sobre la luna. Fui de los que se alegró mucho cuando aquel jurado de gente sensata desestimó aquel caso de circo que un fiscal irresponsable (el sistema jurídico norteamericano cada vez parece más un Realty Show), declarándolo “no culpable”. Me gustaba saber que a donde iba, la gente lo esperaba con el cariño y admiración al ídolo que fue. Ahora murió, a los cincuenta años de edad, cosa rara, lo creía mucho más joven, de un paro cardiaco. Desde el momento de la noticia he oído muchas de sus melodías en la radio, he escuchado a moderadores hablar cosas bonitas, porque, a pesar de su vida extraña, representó algo para todos nosotros. Era, es y será “El Rey del Pop”.

Ahora que hablando de otra cosa que merece la pena ser mencionada, está la resbalada fea que dio España frente a la oncena de futbol norteamericana. Esa noticia me dejó frío.

Julio César.

ROMANCE

Ella se estremecía contra su pecho mientras él se apoderaba de sus labios una y otra vez, con pasión.

-Mami, es tan rico tenerte aquí, a mi lado, toda tibia y temblorosa bajo esta lluvia, respondiendo a la urgencia de mi cuerpo con tus propias ganas… y lo mejor, sin que tu marido sospeche.

Julio César.

¿PAISES MACHISTAS O ATRASADOS?

Esto lo escribí hace ya dos años, y nada ha cambiado. Manuel zelaya la pone de moda otra vez. Qué deprimente.
……

Luis Posadas Carriles es un anciano cubano que hace como cien años estuvo involucrado en la voladura de un avión. Pasó hace tanto que ni yo que tengo memoria de rencoroso recuerdo exactamente cuándo. Una acción horrible, reprobable e infame como lo es siempre el ataque mediante el terror o la violencia contra gente inocente; como los juicios sumarios y los fusilamientos que hay en regimenes tiránicos, o los asesinos que se cobijan bajo la defensa de una dizque revolución donde son elevados a la categoría de héroes cuando todos los vieron matar gente a mansalva, montados en un puente, desde las alturas, porque ni para dar la cara sirven. La violencia, el crimen y la monstruosidad es siempre igual, únicamente los que la ejercen le cambian el nombre, o ven lo malo de aquella acera y no lo que hay en esta. Después de todo la frase “cada quién habla de la feria según le va en ella”, es bien conocida por todos nuestros pueblos.

En fin, esa voladura ocurrió en un tiempo que nadie recuerda ya, excepto que la cosa había sido juzgada en Venezuela hace una pila de años y había quedado resuelta. Ah, pero a la llegada de un régimen títere de la dictadura cubana a Venezuela comenzó la persecución nuevamente, como una prueba de amor del Presidente de lo que antes era la República, hacia su viejo mentor, el siniestro emperador. Hasta este punto, todo sería hasta… normal: un amante inseguro quiere satisfacer los caprichos de su amor (¿de quién es esta boquita?), para que le agradezca, para que lo mire con cariño, para sentir que aún es ‘el amado’, merecedor de ese afecto (una cabuya de la que los cubanos ya tienen una madeja. A Venezuela le habría salido más barato un barraganato del presidente con una mujer, como en casos anteriores, a esta pasión insana). Todo se complicó cuando el viejo inepto de Posada Carriles se dejó atrapar entrando ilegalmente a Estados Unidos, a pesar de la edad como que aún se cree el Pingüino o algo así. Fue allí cuando saltaron el presidente de esto que antes era una República, y el viejo antillano asesino de su pueblo; cacareando a dúo como gallinas desesperadas que quieren poner un huevo, pero no pueden.

Ante el escándalo armado, Estados Unidos intentó salirse del paquete mandando a Posada Carriles a otro país, pero eso era casi imposible, ¿quién iba a querer caer en la boca del basilisco?, y México, por eso días iba a elecciones y una acción así habría favorecido al señor Obrador (¡de la que se salvaron los mexicanos!, casi me parece injusto). El resto de los países soberanos se lavó las manos con esa forma cobardona con la que ahora se hace política, con volteadas de caras para no ver a los que sufren. Sin poder hacer nada con Posada Carriles, e incapacitados para enviarlo a un país satélite de Cuba como es Venezuela, Inmigración envió al viejo tonto a los tribunales, para que lo juzgaran por entrada ilegal. Y allí comenzó un sainete, que en mi opinión, dolorosamente debo reconocer, retrata de cuerpo entero el cómo es mi país, y el por qué nos va como nos va. Y en buena parte a toda América Latina. Imagino que si alguien ha leído algo escrito antes por mí, y le agradaba, eso durará hasta ahora.

Mientras Estados Unidos lanzaba la llamada campaña contra el terrorismo internacional, los principales voceros del régimen venezolano: parlamentarios, jueces, ministros, y (Dios nos libre) intelectuales comenzaron a gritar que el señor Bush hijo era un hipócrita que decía luchar contra el terrorismo mientras defendía al viejo inepto; que él debía entregarlo ya. Y creo, en honor a estos señores, que lo decían en verdad, que no era simplemente hipocresía o competir por ver quién le halaba más mecate al presidente de la otrora República. De verdad creían en los argumentos que esgrimían. Pero eso sólo habla del nivel mental al que hemos descendido, o al que jamás hemos llegado en estas latitudes. Déjenme que les diga cómo lo veo (sólo una opinión, no soy el Ayatolá Jomeini, señor último de la verdad; que no se me confunda con el presidente Chávez).

Hace tiempo, no recuerdos si dos o tres años atrás, en Estados Unidos estaba en boga la controversia sobre una mujer que llevaba muchos años en estado vegetativo mantenida viva con aparatos, y el marido había iniciado un largo juicio para lograr que la Corte decretara que debía ser desconectada y que finalmente muriera. Eso dividió a ese país, y seguramente a muchas otras personas alrededor del mundo. Unos decían que era inhumano mantenerla así, otros sostenían que era un homicidio, sin justificativos o atenuantes el desconectarla. El señor George W. Bush, a través del departamento legal de la Casa Blanca intervino, ofreciéndose a cargar con todos los gastos de mantenimiento de la mujer para que continuara en ese estado bajo la protección del Ejecutivo. Pero el marido no quería eso (imagino que el calamar ya le pesaba demasiado, aunque suene feo decirlo), y al insistir la Casa Blanca, la Corte Suprema les paró el trote diciéndoles que no podían intervenir en una dedición tomada por un tribunal.

Y el señor George W. Bush, supuestamente el hombre más poderoso del mundo, tuvo que meterse la lengua en la cartera, resintiendo el regaño (uno puede imaginarlo mal encarado, bajando las orejas como burro regañado), y no se pudo hacer más. La mujer fue desconectada. Aquí debo acotar que yo estaba, y estoy, de parte del marido. ¡Tantos años así no es vida! Sin embargo (ah, malvados medios de comunicación) cuando en una toma televisiva vi a la mujer, con aire extraviado como una niña, sentí no sé que vaina por dentro. Pero la vida tiene que continuar. Y esto nos lleva nuevamente a Venezuela y al viejo tonto, digo Posada Carriles, y al por qué Estados Unidos, sus tribunales, jamás lo entregarán a un país que sabe lo condenará a muerte enviándolo a Cuba en una bandeja de plata para satisfacer los apetitos pedestres de un anciano senil.

En un país como el mío, la gente no entiende que un presidente de la República no pueda hacer lo que le da la gana, su real gana, así sea inmiscuirse en las actuaciones de otros poderes. Venezuela es un país donde el presidente llama plasta al Tribunal Supremo por una dedición que no le gusta, y los jueces se quedan calladitos y regañados (si’ñor), y muchos le aplauden ese gesto de machura. El presidente, arrecho todavía, le ordena a la Asamblea Nacional el reformar una ley de forma ilegal para que una cosa ya juzgada, pueda volver a ser juzgada, y no pasa nada (y el mundo continúa girando, y la OEA se pasea con cara grave de importancia y el señor Insulsa sonríe comprensivo). ¿Se queja algún alto parlamentario con aires de docto constitucionalista como don Carlos Escarrá? No, porque le aterra que le griten (poechito), lo humillen y lo echen de la teta del Estado, y a su edad y con su falta de ética, vergüenza y moral ¿para dónde iría? Un diputado comienza a investigar los negocios de una azucarera manejada por los cubanos que iban a resolver todos nuestros problemas, y el presidente grita ‘liquídenlo’ y todos salen corriendo a hacerlo, así fuera un antiguo compañero de bancada. Que el presidente se queje por televisión de un humorista que lo molesta es suficiente para que la Fiscalía se mueva y promueva un juicio, donde una juez que no dictamina lo que se espera, es separada de su cargo e investigada a su vez. ¿Que al presidente le gusta la finca tal pero esta tiene dueño? ¿Qué importa? ¡Que lo saquen con el ejército y que los tribunales lo despojen legalmente! Así vemos y entendemos el Estado y el Poder en republiquitas como estas.

Y en buena medida, esa forma caudillezca de ser conducidos, es muy común a toda la América Latina. Nuestra cultura se destaca por su fuerte tendencia y admiración al machismo. Pero no a la del tipo que tiene tres mujeres, o al que le pega a la que ya tiene (debe ser porque extraña a las otras dos), no. Es, y sé que me odiarán por decirlo y no estarán de acuerdo, que rendimos culto al gritón, somos (aunque no me incluyo) machistas porque amamos a un macho (qué horrible suena). El pueblo llano ama al que lo escupe mientras vocifera, que lo humilla, que lo vergajea, mientras piensa para sus adentros: que macho, este es mi macho. Estos países siempre caen seducidos ante el gritón, el grosero, el que atropella. Mientras más humilla un mandatario, con gritos, muchos más se le someten, porque ese es el macho que les pone preparo, sean industriales, militares o intelectuales (dígame estos, son pura pérdida, aquí y en Europa).

Estos pueblos creen, porque quieren engañarse, que quien grita que multiplicará los panes, sin decir cómo o cuándo, y eso aunque todo el mundo sabe que no es más que un charlatán, es al que hay seguir como salvador de la patria; generalmente estos nunca resuelven nada y al verse acogotado de problemas, hasta los vigilan mientras saquean los erarios públicos, terminan gritándole y golpeando al pueblo incauto (o pendejo). Esta gente se comporta como esas mujeres que mientras más les pega el marido, más lo quieren porque les demuestra que es muy macho, su macho, y los golpes le dicen que la ama. Y allí está la clave del abuso, del incumplimiento y la infelicidad de nuestros pueblos. Ese pueblo que no tiene vergüenza ni dignidad, que cae una y otra vez en manos de quien lo golpea y vergajea, sufre el mismo destino de esa mujer encerrada en la miseria, con ocho muchachos, cuando el tipo que se cansa de tenerla por mujer, al verla tan regalada, tan arrastrada, soportando engaños, golpizas y hasta encubriendo que el tipo abuse de los hijos. Gente así da tanto asco que a la larga el mismo abusador se siente enfermo y tiene que dejarla. O someterla a más y mayores humillaciones, porque siente que ella ‘se lo merece’.

Nuestros países están condenados a repetir una y otra vez los mismos errores que vienen desde las distintas independencias, caer en manos de enfermos de poder, no porque seamos incapaces de pensar o aprender, sino porque somos países machistas; en cada rincón, campo o ciudad de nuestros pueblos, hombres y mujeres (chóferes, estudiantes, campesinos, uniformados) sueñan con el macho que venga a darles palo (nada sexual) y los haga sentirse queridos, representados y satisfechos, y hasta vengados en sus celos o frustraciones. Y nunca se cumplen las expectativas porque el macho goza la juventud, la comida y los bienes de la tipa mientras la golpea, pero luego se va con otra que no sea tan… masoquista o barata. Eso está en la naturaleza humana.

¿Qué un presidente de la República no pueda condenar a un enemigo personal porque un fiscal o un juez se lo impiden? ¿Qué un presidente no pueda cerrar un canal de televisión opositor por que es ilegal? ¿Qué la Constitución de un país no se pueda reformar por un decreto (o capricho) presidencial porque es inconstitucional? ¡Qué mundo insensato es ese!, dirán sorprendidos y aterrados los adoradores del macho que les pega, que les grita que tienen que andar desnudos para que él y su camarilla vistan, que tienen que pasar hambre mientras ellos andas gordos como cochinos, o que tienen que pasar frío mientras ellos viajan, visten, comen y beben sabroso. Es algo que va más allá de cualquier razonamiento ordinario. Lo que hace falta son psiquiatras y drogas.

Lamentablemente esa puede ser la explicación, o una de ellas, de por qué un país como Estados Unidos funciona y les va bien, con todo y sus grandes problemas internos, y a nosotros nos va mal. El presidente de Estados Unidos no puede contravenir la decisión de un tribunal ordinario, no digamos ya de la Corte Suprema. Aquí, cualquier mamarracho se permite sacar de un Congreso a diputados elegidos como él mismo, en elecciones libres, y meter a los que le da la gana, bendecido todo por un organismo electoral sumiso y una Corte entregada. George Washington, el considerado padre de la patria del Norte, al terminar su presidencia se retiró a su granja, donde murió de una afección respiratoria contraída por hacer mejoras en el rancho donde siempre vivió en invierno. En nuestras latitudes, los mandatarios quieren estar para siempre y sólo la muerte nos salva a veces de ellos. Y amenazan una y otra vez con volver, y cuando se van, porque se cansan de joder, hay que darle gracias a Dios de que al menos dejaron el cascaron del país y no se lo llevaron en una maleta. O lo regalaron a un viejo amor.

En Latinoamérica se ven pocos ejemplos totales de democracias, salvo tal vez Costa Rica, antaño refugio de venezolanos que escapaban de las garras de la intolerancia política, ahora coto cerrado gracias a los grandes chorros de petrodólares que de aquí salen. Y Colombia: ¡ah, la odiada Colombia! Aunque su presidente actual parece la copia en negativo del nuestro, por lo menos es un hombre sensato, no creído tocado por el rayo que transformó a Saulo camino a Damasco. La diferencia con otros países es que Colombia tiene la suerte de contar con una clase media y oligarca responsable y perseverante, que sabe que lo que es bueno para ellos, lo es para Colombia, y lo que es bueno para Colombia lo es para ellos; grupo social que en otras partes no fue capaz ni de educar a sus hijos en el cuidado de sus libertades, y su destino es estar condenada a padecer y posiblemente desaparecer. Sin embargo, no todo podía ser bueno para los hermanos del vecino país (ja, ja, ja); intentan no darse por enterados de qué clase de vecino tienen y en qué puede terminar todo, como no quisieron enfrentar y ver en todo su horror y en su en su momento a la narcoguerrilla, o como los vascos cuando no quisieron ver en qué terminaría la ETA años atrás.

Para serles totalmente sincero, cuando el señor Morales ganó en Bolivia, Correa en Ecuador y Noriega en Nicaragua, a mí me entró un fresquito. Me alegró, de una forma despreciable y ruin, a decir verdad. Aquí en Venezuela mucha gente andaba preocupada y angustiada por la suerte de esos países, pero ellos eligieron solitos sus destinos a pesar de todo lo que veían en Venezuela. Sé que es malo, pero en el fondo pienso que si mi país se jodió, bienhecho que a ellos también les pasará. Es justo. Es de Dios, por estar tan necesitados de un macho. Por ser tan machistas. Perú se salvó porque ya venían de pasar el horror de Fujimori. A México lo salvó que sé yo, la Guadalupe. Queda Brasil, quien piensa que pueden convivir con un chacal enloquecido en su patio; y Chile de quien tanto se esperaba, pero la señora Bachelett (quien resultó como muchas mujeres la mayor admiradora del machista) parece sentir debilidad por los regímenes que atropellan, encarcelan y persiguen, tal vez extrañando al señor Pinochet. También es la tierra del señor Insulsa y su desvergüenza, la tierra de la que dicen algo que me suena feo: cuídate del pago de Santiago. Quienes lo dicen sabrán por qué; pero en general, los chilenos parecen gente culta y responsable, ojala un día se apiaden de los que sufren y padecen bajo estas tiranías disfrazadas.

A veces yo también odio a Norteamérica, pero es inútil entregarse a esos vicios que no llevan a nada. Hay que recordar todos los días ese letrero que hay en tantos carritos por puestos: si quieres lo que yo tengo, no envidies, trabaja. Al menos también ellos cargan con sus escaparates de errores y problemas, del que Posadas Carriles es sólo una partecita.

Julio César.

VIEJA NEGOCIACIÓN

-Esta bien, vamos a hacerlo pana, pero… primero tú me enseñas lo tuyo y después yo te enseño lo mío.

Julio César.

martes, 23 de junio de 2009

SIN REMORDIMIENTOS

-Hola...


Hoy me dije “dejaré el pasado atrás, no pensaré en nada que me entristezca, enfurezca o avergüence. No recordaré nada de lo que me haya arrepentido alguna vez…”, y en seguida pensé en ti. Y tuve que reír con amargura, con dolor por esta burla. Fue extraño, porque recordando tu sonrisa, tu mirada, tu voz, volví a sentirme amado. Me dolía porque te habías ido, pero también te sentí aquí. Es tarde, ¿verdad? Sí, lo sé, pero no puedo evitar preguntártelo aún sabiendo la respuesta, deseando que digas lo contrario. Boto aire largamente, inspiro más lento aún, levanto la mirada, saco pecho… y sí, dejaré lo pasado atrás. Continuaré mi vida, no miraré sobre mis hombros. Te olvidaré… pero mañana, hoy soñaré que en tus brazos toda la noche reposaré. Y que me quieres como ayer. Pero más importante, que sigue aquí. Déjame soñar que nada ha cambiado, que sigue a mi lado, así mañana deba enterrar tu recuerdo. De nuevo. Pero está vez será definitivo, porque quiero vivir sin sufrir, sin esperar por el ayer, sin lamentar las cosas que no dije, las que no hice. Con suerte, seguiré. Sé que se puede, por suerte…

Julio César.

MOMENTOS REALES DE LA REINA

-Sí, estoy cansada, es que con estos hijos que me tocaron…

Siempre he sentido admiración por esta mujer; como saben, me gustan las mujeres fuertes. Y ella debe serlo. No ya tanto como sus predecesoras, que altivas y mal encaradas señalaban a alguien y soltaban un: “cortadle la cabeza”. Pero sí, me agrada. A pesar de los escándalos que le ha tocado enfrentar a la Casa Real inglesa, ella, como su señora madre antes que ella, ha sabido presentarle cara al momento; y eso que dentro del Reino Unido hay cierta y creciente resistencia, y rechazo, a las figura reales. Contrario a España, donde la pareja real es muy apreciada. Bueno, el rey don Juan Carlos hasta por estas tierras es bien recibido.

No le ha tocado fácil a la reina. La mujer ha envejecido, cada vez más amarga de cara (rostro que dudo alguna vez fuera dulcito o muy bonito), en su empeño por sostener la majestad real. Y eso pasa por retrazar lo más posible el ascenso del díscolo Carlos, el príncipe viejo, al trono. Seguramente llegará a rey, pero mientras ella tenga fuerzas, continuará… para ver si les deja algo a los nietos sin que el hijo lo deje perder todo; porque de todos los problemas a los que ha enfrentado la monarquía, los peores han sido atraídos por Carlos y su hermano, el príncipe Andrés; así como las ex mujeres de estos dos, Diana Spencer y Sarah Fergunson, brindaron duros y desagradables momentos, porque tocaron a la calaña personal de los herederos, algo que el pueblo ingles vio y tal vez le disgustó. El recuerdo de ambas nueras debe sentirse en la cabeza de la reina, como coronas de espinas.

Mucha gente le crítica a la mujer que no le permite a Carlos ascender, pero ¿cómo? Cosas como escándalos de dormitorios, traiciones y otros, suceden en todas partes, aún en la nobleza, a cada rato… el punto es que Carlos y Diana, Andrés y Sarah lo dejaron saber. ¿Qué no fue nada grave? Quien pretender ser rey, debe al menos mostrar, si no inteligencia, sentido común, tolerancia y constancia a la hora de elegir a la mujer que compartirá su cama, su vida, le dará hijos herederos y reinará con él. Él, o ellos, más que ningunos, son presos de lo que son, de su destino. Pero no, estos dos príncipes lo vieron como algo alegre y ligero… y lo resintió la monarquía como institución.

El caso Diana, que en paz descanse, dio golpes y zumbidos. Aún aquí, gente seria como Jurate Rosales y Rafael Poleo se ensalzaron en feroces batallas de pareceres, pero lo que más recuerdo fue una caricatura donde un narizón, flaco y dentón Carlos ve llegar a su madre, con la corona, con una llave de las usadas en mecánica en una mano, manchada de grasa y diciendo: “Bueno, ya me encargué de eso, espero que no sea necesario otro accidente”. Fue una caricatura divertida, y dura, pero en buena medida habla de las presiones que el resto de los mortales nada sabemos ni debemos enfrentar muchas veces: no es que ciertas personas deban ser ‘perfectas’, también deben parecerlo.

Luego están las obligaciones protocolares, quien va a Inglaterra por equis o ye (bueno, los poderosos, voy yo y a lo mejor me sacan del patio del palacio a bayonetazos), siente que debe verla. Es más, está en su derecho. Y ella debe soportar todo eso, con rostro que quiere ser amable, sin lograrlo. ¿Quién no se rió al saber de la visita de Bush padre, tan patón (qué en paz descanse) como el hijo, que en una reunión con la mujer, luego de la reverencia de saludo, tomó asiento antes que ella? Lo que es insólito, todo carajo sabe que debe esperar que las mujeres tomen asiento haces de hacerlo ellos. También estuvo el episodio con Hugo Chávez…

Según el protocolo real, explicado cuidadosamente a cada visitante, nadie puede tocar a una mujer como la reina; pero Chávez no le paró a eso, en su primera gira triunfal a Europa, que duro semanas de jolgorio y derroche (ah, fue tan fastuosa, y eso que todavía hablaba de vida frugal). Bien, cuando a nuestro presidente lo presentaron a la reina, este abrió los brazos como aspas de molino, pero la reina dio dos pasos atrás. Estaba alertada la mujer por una llamada de la reina de España, doña Sofía, quien debió soportar su abrazo campechanote (qué hoy sabemos no es sincero) del mandatario venezolano. Fue un momento incómodo que gente de la embajada (todavía Venezuela los tenía, personal diplomático, no gritones que chillan “uh ah Chávez no se va”), supo capear.

Cosa que vale la pena recordar, los dos pasos atrás de la reina, a raíz de otra gira presidencial al viejo continente, también triunfales, la de Barack y Michelle Obama. En presencia de Su Alteza, la Primera Dama norteamericana hizo pedazos el rígido protocolo ceremonial de la vieja y rancia Corte Inglesa. La espigada y bonita morenaza cruzó con su brazo la real espalda, gesto no sólo no tolerado, sino mal visto. Pero, para sorpresa de los asistentes, la cosa no pareció molestar a la otra, quien aceptó el gesto afectuoso y correspondió posando su brazo sobre la espalda de la señora Obama. Bueno, también la reina es humana, seguramente tiene sus preferencias, sus simpatías… pero también es lista y seguramente hubo mucho de cálculo en el gesto; sabía bien que los Obama, para ese momento, estaban en una onda de popularidad sin precedentes en Europa. Fue bueno que la vieran así.

Es por detalles así, que uno la mira con simpatía. Tenga paciencia, Su Majestad, coma bien, respire profundamente, deje que el príncipe Guillermo madure.

Julio César.

PUEBLOS CON ATRACTIVOS

-Pues sí, me encanta este pueblo. Nadie se mete contigo, Uno sale como le da la gana y nadie se escandaliza. Todos son muy amables, sí vieran cuántos tragos y a cuántas fiestas me invitan. Vengan, yo los invito a que visiten el pueblo de…

Julio César.

viernes, 19 de junio de 2009

LA MAÑANA DE TU VIDA

¿Qué decir del hombre que ya sabe, de joven, dónde está su destino?
……

La noche fue de jadeos, pieles ardientes y deseos. Fue de locura, de roces, de amarguras y pasiones; pero llega la mañana y con ella la tormenta. Ahora se aleja a la carrera seguido de su mirada, sin volverse, porque esa mirada le quema la espalda como quemó su alma. Un hombre se aleja a la carrera de esa otra persona con quien encontró lo que nunca imaginó necesitar. Escapa como el viento de lo que hizo, de lo que sintió. Huye… de su necesidad de volver, sin entender aún que esa es una guerra perdida.
……

Es fácil escapar de lo que se desea cuando somos jóvenes; se confía en que el tiempo de el olvido, pero ¿y sí tan sólo es lo que se espera? ¿Y sí la paz, la calma, el sosiego nunca llega? Es difícil imaginar una vida larga, un día tras otro, moviéndote por una casa de ventanas cerradas, de cuartos vacíos, de silencios que alarman. Pero eso no lo sabemos cuando somos muchachos, eso lo enseña el tiempo, muchas veces cuando ese mismo tiempo se nos acaba.

Julio César.

¿RONALDO Y PARIS HILTON? HUMMM…

¿Acaso fue mano?

Ese grupo horrible de fisgones del TZM, un programa casi delictivo, parece haber pillado a la flaca desgarbada (y en verdad no muy bonita) París Hilton con nuestro jugador de futbol luso favorito, No, no Figo, ese ya es una estrella legendaria, hablo de uno de los nuevos: el Cristiano Ronaldo. Este joven que nos encanta ver jugar porque le pone un mundo en cada encuentro, aunque por alguna razón sus equipos siempre se quedan en la recta final, brindándonos la emoción oscura de verlo llorar como una madre (pobre, lo que sufrió con la derrota que les propinó el Barcelona fue de padre y señor mío), anda saliendo con el gancho de ropa ambulante.

Andaba en una de barranco celebrando con ella su contrato millonario con el Real Madrid, el cual parece destinado esta temporada a revivir el viejo esquema de los todos estrellas, ya que también fichó al Kaká. La pareja Hilton-Ronaldo fue vista en Hollywood, en una de tocaderas como le encanta a esta flaca, que de su vida ha hecho una vitrina a la cual no quieren asomarse sus familiares. También intercambiaron miraditas y besitos, ¿no son lindos?

Pero no es que andan en una de encontrarse de pronto, al parece la París confirmó en el lugar mismo donde bonchaban, que era novia de la estrella portuguesa del balón pie… aunque apenas llevaba 24 horas de haber dado por terminada su relación con Doug Reinhardt. Para qué esperar más, debe haberse preguntado. Ah, niña para…

Aseguran que la catira de rostro algo extraño ya había intentado un acercamiento el año pasado con el muchacho, quien no le paró, pero ahora, de vacaciones en California, fue él quien la buscó. Cuentan que llegó al club nocturno, My House, donde ella compartía con amigos, se acercó y no se le despegó en toda la noche. Y viéndolo bien, esa flaca, para salir de fiestas y rochelas debe ser bien divertida, aunque algo peligrosa. Ojalá al futbolista no le de por conducir borracho o entonado de algo más, y termina fichado pero en una comisaría (uno ya lo imagina llorando).

Repito, ojalá le vaya bien. A los dos; él cae bien y ella tiene algo de infantil, la recuerdo llorando cuando la regresaban a la cárcel esa vez, se veía tan confusa e indefensa, como preguntándose cómo puede pasarme esto a mí, y daba vaina. Esta niña es tremenda…

Julio César.

lunes, 15 de junio de 2009

INDIGNACIÓN AJENA

La mujer, algo obesa, de pañoleta de colores sobre su cabeza, llevaba casi diez minutos regañando a la joven tras el escritorio-recepción de la clínica. Boté aire intentando no hacerlo de forma audible; seguía yo en la fila y ya estaba hartándome. Hacía calor y estaba molesto porque no encontré transporte directo para llegar ahí y debí utilizar el primer taxi que salió en el mundo, y fuera de la pequeña mancha de grasa en un hombro, debí pagar un realero. ¡Y ahora esta mujer! Era impresionante la capacidad de aguante de la bonita joven tras el mesón. Al fin, después de quince reiteraciones de que sería atendida por una doctora aunque no tenía cita, se aleja.

-Pavita… -dejé escapar, molesto con mi día, admirándola un poco.- Qué aguante tienes. Y qué mujer tan desagradable. –la leve sonrisa, así como el brillo opaco de su mirada, me inquietó.

-No se moleste con ella, señor. Supo ayer que tiene cáncer.

Sí, su día, el día de cada día de aquella señora, era mucho peor que cualquiera de los míos.

Julio César.

BARCELONA CELEBRA, ZAMBRANO ENFURECE

El juego donde el FC Barcelona se coronó como el mejor club europeo, no pudo ser más emocionante. Ese triunfo sobre el Manchester United, en la final de la Liga de Campeones, dos goles por cero (¡a cero!, para más señas), le consiguió la trifecta: Copa del Rey, Liga Española y Champions League, consagrándose como el primer club español en lograrlo. Pobre del Real Madrid, no ven luz. Y, sin que se tome como nada prejuicioso, le ganaron al Manchester, lo que es mejor. Siempre he creído que los ingleses se lo toman demasiado en serio. No me gustan sus fanáticos.

El conjunto español jugó bien, animoso, en ningún momento bajó la guardia, apabullando a un conjunto inglés que se veía desorientado, totalmente perdido en la cancha a pesar de que los primeros minutos fueron controlados por ellos, hasta que el balde de agua fría les llegó del pie de Eto’o, quien batió a Van der Sar bajo la portería al empalmar un pase de Iniesta. Hasta allí duró la ofensiva de los llamados diablos rojos, lo que vino después fue la desesperación y la frustración. No encontraban cómo atacar. Cristiano Ronaldo no podía con la defensa, aunque atacaba una y otra vez con esa pasión, su cara era un poema de apuro, tan lusa que le pone (y que lo hace un tipo al que se le quiere ver ganando, aunque también perder, siempre pone ese toque de drama con el llanto que uno espera ver). Pero al pobre muchacho no lo ayudaba nadie; nadie parecía capaz de posicionarle un balón en la zona. De verdad, esta vez, les hizo falta un Beckham.

El Barcelona no aflojaba; en el segundo tiempo, y aunque Henry, quien tenía la oportunidad de clavar la banderilla dándole números finales al encuentro, no pudo por la banda izquierda, Xavi, sobre el minuto setenta, centró ese balonazo que consiguió dar en la cabeza de Messi, el argentino, quien sin ser cubierto por nadie, sentenció el final de las esperanzas del Manchester por voltear el resultado, esperanzas que nunca se pierden en el futbol, y menos con un “uno a cero”. Y de paso dándole un tropezón más al Ronaldo, ya que ese gol decisivo para enfriar el partido, casi lo asegura como el próximo balón de oro. Y es que ese es el problema con Ronaldo, al menos en los juegos que lo he visto, siempre escucho lo bueno que es, pero cuando estoy ahí (en mi casa, claro), no parece ser el jugador determinante para sentenciar un encuentro. Pero, fuera de eso, el Barcelona merecía ganar, jugó mucho mejor y toda su campaña durante la temporada fue muy buena.

Sólo cabe imaginar las celebraciones que llegaron después en toda España, porque este triunfo les da supremacía a los iberos en el torneo de copas de Campeones. Este es su triunfo número doce, por encima de Inglaterra con once, igual que Italia (a quienes ya no les voy desde el asunto aquel de Zidane), también con once. Ya me imagino a la amiga M, dichosa en medio de la multitud de seguidores del Barcelona, ronca de gritar, cansadas las manos de aplaudir, dolidas las rodillas de saltar, y con ardor de pecho de tantos abrazos.
……

Cosa curiosa, ese mismo día, aunque esto si no lo vi, lo supe luego por la prensa, el grande ligas venezolano, Carlos Zambrano, montó otro espectáculo. A este muchachón lo llaman “el Toro”, y de hecho la nota de prensa decía “Toro endemoniado”. No, es juego. Lo llaman así porque no solamente es un gran lanzador, sino que, para asegurarse de ganar sus juegos, batea bastante bien. El último juego que lanzó antes de este comentario, lo ganó dos a uno, siendo una de las carreras un home run que él mismo dio; es como si dijera “Mejor aseguro antes de que estos carajos me boten el juego”.

Pero el caso es que el 27 de mayo, Zambrano fue expulsado del juego tras un enfrentamiento con el arbitro Mark Carlson, después de una polémica y chiquitica jugada en el home (ahí siempre lo son, polémicas y chiquitas), pero sostenía la nota que no fue simplemente que el enorme hombre le gritó cosas al arbitro (seguramente preguntando cuánto le pagaba el otro equipo), sino que le dio un codazo. Mientras se retiraba, el Toro lanzó la pelota con rabia al jardín izquierdo, el guante contra el backstop y luego rompió a batazos un dispensador de agua que se encontraba dentro del dugout. Queda imaginar la impresión que causaba ese tipo grande dando de batazos, es de suponer que nadie se le acercó para decirle nada. Tan sólo faltó que dijeran que pateó a un perro, escupió pa'l cielo, habló en lenguas extrañas y batuqueó a la madrina del equipo. Ya el año pasado le había fracturado el brazo a uno de sus receptores.

Pero no, fuera de juego, tanta agresividad puede ser peligrosa, sobretodo cuando el portador de la rabia no sabe cómo controlarse. Hace algunos años el problema de un lanzador zuliano con mucho gancho, Julio Machado, quien después de una discusión sacó un arma de fuego y disparó contra un auto que se alejaba, no sólo destruyó lo que pudo ser un gran futuro en el Norte, sino que lo llevó a la cárcel por muchos años, desprestigiado totalmente. Después sólo queda el arrepentimiento (de las cosas perdidas, pero sobretodo de haber matado a alguien), el decirse “Ahora, no lo haría”, pero ¿de qué sirve ya?

Julio César.

ENCUESTA

-Sí, dicen que hay hampa, pero yo me paseo por aquí y todo el mundo lo que quiere es brindarme cositas. No lo sé, debo caerles bien.

Julio César.

viernes, 12 de junio de 2009

TODAVÍA

Será que algunos nunca aprendemos…

La vida siempre fue grata, sin sobresaltos o penurias; siempre contaste con el amor de tu familia, su ayuda y comprensión. Discutiste, peleaste, te disgustaste y llenaste de rabias contra ellos, y ellos contra ti, pero era parte de crecer. De ser familia. Cuando miras a otras personas, comparándolos con tu gente, y los ve llegar, te alegras porque los quieres. No hubo guerras o persecuciones, hambre o miseria en tu existencia. La escuela estuvo allí si la querías, la casa, las ropas, los viajes. Aún el auxilio de un padre serio y trabajador cuando decidiste dejar el nido, un día emocionante, grande, cuando te dijiste ya no soy un niño, esta es mi vida. Y la ibas a vivir como querías, logrando grandes cosas y divirtiéndote mucho en el camino. No faltaba nada, ni siquiera con quien compartir una cama, íntimas presencias que llenaban tus momentos. Era grato mirarte en otros ojos, oír tu nombre como sonido melodioso en otra boca. Hundirte en otro cuerpo de mil noches cálidas. Y sin embargo…

El tiempo pasa, la rutina te alcanza. Cepillas tus dientes y frente al espejo miras tus mejillas más hundidas, los surcos más profundos, la piel menos brillante. Y te incomoda, mientras te miras al espejo al asear tu boca, recordar esos mil planes, esas mil fantasías. No viajaste a donde querías. No tienes lo que anhelabas cuando con tan sólo dieciséis años soñabas con todo. Pero no importa. Porque estás bien, en un mundo de pesares, inquietudes e incomodidades, tú estás bien. Puedes sonreír indiferente al dolor, a la enfermedad, al temor de una vida sin seguridades. Tienes lo tuyo, tu mundo, y eso te brinda paz. Puedes salir al piano bar a tomar algo, a mirar un juego por satélite, a encontrar otra mirada, y sabes que todavía interesas, y que por un rato todo vacío se llenará. Pero…

La visitas, mitad cariño, mitad obligación, porque cuando dejas de verla la oyes quejarse de que ya no la buscan. Mamá está allí, pero de pronto ya no parece la mujer enorme, fuerte y decidida de años atrás. Parece más menuda, más frágil. Más pequeña. Y su rostro, Dios, ¿qué pasa en su cara? Hay manchas, pecas y arrugas. Sus mejillas caen. Su cabello encanece a pesar de sus tintes. Sus manos, esas manos que acariciaban o golpeaban, dedos fuertes que la casa guiaba con disciplina, las manos de mamá, ahora parecen algo inseguras, las arrugas las recorren, y entiendes que está más vieja. Y allí, sentado a la mesita de la cocina, viéndola afanada prepara algo, algo que sabes te gustará porque siempre parece tener a punto algo que a sus hijos les agradaba de niños, saboreando un café, la notas algo más encorvada. Y hablas y hablas, de pronto inquieto, inseguro de los silencios. Hablas para saberla allí, pensando en cosas que hasta el cumpleaños anterior no considerabas: un día será una anciana… después un recuerdo que se llorará en momentos de soledad, una sombra que se paseará por su casa y la cual nos atormentará un poco al desparecer cuando más la deseamos ver.

Porque el tiempo ha pasado. Los años se han ido rápidamente, te parece ahora. Y todo lo que tienes te parece poco. Todavía demasiado poco. Ahora es más pesado llegar a casa, a tu casa cómoda, aseada, provista de todo lo que necesitas… porque de alguna manera te sientes insatisfecho. ¿Qué falta? ¿Qué necesitas? Lo sabes y no lo sabes. Te dicen que necesitas a alguien, compartir tu casa, tu vida. Y te ríes, todavía ríes. Qué simplismo. Ni que fuera difícil encontrar con quien estar, con quien compartir la cama, una noche, una semana. Pero, ¿no es ese el problema? Recuerdas la vieja canción: “amar y querer no es igual”. El problema es que nunca quisiste en verdad. Nunca amaste. ¿Por qué? Y te inventas mil razones, a los amigos presentas mil pretextos. Pero a ti mismo no puedes engañarte, y eso te molesta. Eso te deprime.

Nunca quisiste aceptar que tu felicidad, el sentirte realmente dichoso, podía depender de otra mirada, de otra sonrisa, no de alguien casual, sino de quien te miraba entregándote también su alma. El miedo te paralizó porque alguien te dijo que si osabas entregar tu corazón tarde o temprano te lo destrozarían, y te dolería. Y no querías sufrir, eso jamás. Te parecía que entregarte a otra persona, convertirla en centro de tu vida, mucho trabajo te daría; ¿y tus fiestas de borracheras? ¿Y amanecer echado en un sofá antes de correr al baño para desahogar todo lo ingerido sin dar explicaciones? ¿Y dormir hasta tarde, en tu camota grande? Te pareció demasiada obligación decir de tarde en tarde, “te amo”; estar pendiente de una mirada lejana que pudiera ocultar una pena; detenerte una mañana antes de salir al trabajo, regresar y abrazar con fuerza, porque imperdonablemente se te había olvidado. No querías salir de tu vida cómoda, desviarte de tu camino tan conocido. Y las palabras están allí, acusándote, señalándote: cobarde… egoísta.

Pero todavía no lo entiendes, no con esas palabras. Solo sabes que ya no puedes simplemente yacer regodeándote en la nada sobre tu cama una tarde cualquiera, porque te ahoga la casa, te pesa el silencio. Quieres salir, correr, buscar… algo que no comprendes. Es la falta de algo que no es simplemente alguien. Una explicación, una razón. Y una tarde cualquiera, imprudentemente, haces planes con los amigos, los viejos y queridos amigos que han ido construyendo también su camino, y envidias en silencio a algunos, compadeciéndote de otros. Salir por ahí, y hacen planes. Y te resistes por molestar, porque… últimamente no quieres nada. O nada que entiendas. Pero vas, y ríes algo nervioso como los otros.

-Nos vamos a rayar viendo esta película. –dice la voz gruesa, riente, de un amigo que ya no está.

-Ay, sí, Ricardo, seguro te vuelves marico por ver El Secreto en la Montaña. –lo reprende Alicia, tan poco paciente siempre con él.

Pero nos los escuchas. Ya es normal entre ellos (y bastante que lo lloraría ella más tarde). Entras, te sientas en medio de ese cine extrañamente lleno para semejante película. No esperas gran cosa, tan sólo divertirte y escandalizarte satíricamente con la trama. Pero no es así; no entiendes tu rabia por un lado, ni el pesar de tantos por el otro. La película tenía magia, una que te alcanzaría de una forma que no entenderías hasta mucho después. Y era horrible; aquel hombre viejo y solitario que todo lo perdió, te espanta, hace que tu piel se erice de miedo, te quita el sueño y la paz. No puedes dejar de sentir su dolor, su pesar, y se convierte en el tuyo. Ese hombre que amó una bella ilusión de ojos azules, y que ahora padece, eres tú. Es como enfrentar de pronto y sin estar preparado al fantasma de tus navidades futuras, tan cruel y descarnado como siempre. Y lo odias, odias a Ennis porque es muy parecido a ti; y quieres al otro porque no se te parece en nada. Pero lo entiendes, entiendes al cobarde y egoísta hombre que dejó escapar la dicha de los días de su vida.

Y ese miedo, ese dolor, no te deja. Te dices que hay tiempo, que en algún lugar, en un momento dado, encontrará tu destino. Te gritas que dejes la cobardía, tu egoísmo y que salgas a interesarte en la vida de los demás. Porque eso es lo que ha faltado, no miradas de cariño porque las ha recibido, no toques de ternura porque también se te dio… lo que falta es sentir. Nunca has sentido de verdad. Eres tú el que ha fallado.

Pasado el tiempo, una noche en un mercado, mientras lees una etiqueta de algo que arrojas a un carrito, se te ocurre una idea extraña, también desagradable: Ennis sufría porque estaba solo, porque dejó pasar la vida… pero en algunos momentos, en medio de su amargura, tal vez una tarde ya anocheciendo, mirando el cielo del Oeste, sonreiría con nostalgia, recordando caricias y besos, porque él, al menos, fue amado. Y quiso. Apuras el carrito, alejándote del pasillo donde la desagradable pregunta flota: ¿alguna vez amaste a alguien de verdad?

Esperando la respuesta, continúas, con tus pasos, con tus acciones. De tarde en tarde, al mirar ese cielo al Oeste, puedes anclar tu vida nuevamente en la realidad: el tiempo pasa, la vida se va, por favor, termina de subir a la montaña.

Julio César.

ADIOS A TODOS LOS QUE SE FUERON

El inicio de este año fue dolorosamente movido, referido a gente conocida. No por mí, sé que jamás vi personalmente a ninguna de estas personas, pero sí significaron algo. Creo que el santoral de penas lo comenzó la artista Mari Trini, cantante de voz algo ronquita que siempre me pareció hermosa. Juraba yo que la mujer era italiana, pero no, era española, nacida en un lugar llamado Caravaca de la Cruz, Murcia, pasando luego a Madrid y finalmente a Francia. De ella era muy conocido “Escúchame” y “Yo no soy esa”; pero yo la recuerdo es por “Ayúdala”. Siendo yo un niño de unos seis años, era cuidado por una tía joven que me lleva diez años. Y yo la adoraba. Jugaba conmigo como una niña más, pero ella veía novelas. Recuerdo que por esa época transmitían una llamada “Elizabeth”, y en el capítulo final, mientras ella va muriéndose de una extraña enfermedad, su rival en la trama le canta esa canción al galán “Ayúdala, no le lleves la contraría, pon un sol en su ventana…”, y mi tía lloraba toda emocionada. Siempre asocié ese enamoramiento por mi tía, con Elizabeth y la canción de Mari Trini que era tema de la novela. Cada vez que la escucho, cualquier cosa de su repertorio, evoco aquello. Y me gusta.

Con la segunda pérdida puede aplicarse aquello que un hermano mío, Joseiño, dijo una vez de una conocida cuando le informé que había muerto: “¿Qué, todavía estaba viva? Yo creí que se había muerto hace tiempo”. Se trata de la muy viejita Betty Marion White, la eterna “Rose” de la serie “Los años dorados”. Me encantaban esas viejas solteras llevando sol en Miami. Ella era la despistada, la dulce, la buena. Recuerdo que cuando una hermana de la que era toda atacona apareció necesitando un riñón para un transplante, Rose, con rostro confuso preguntaba “¿Un riñón, para qué quiere un riñón?”, y la más seca le replicó: “Para su gato, Rose”. Así eran. Por mucho tiempo le perdí la pista, hasta verla como analista en Alli McBeal, encarando a una vieja desagradable… totalmente adorable. Hace poco apareció en la serie Mi Nombre es Earl, encarnando a una vieja malvada que quiere desquitarse de todos los que la llamaron el algún momento de su vida, bruja. Los sedaba, metía en un saco, los arrojaba por las escaleras y ataba a grilletes. Fue genial. Dígame cuando Eral le pregunta por qué los mete en el saco si los seda. “Porque es más dramático”. Estuvo increíble. Fue triste saber que se había ido.

Después partió un venezolano de vida dilatada, aguerrida y hasta polémica, José Ángel Ciliberto. De joven combativo adeco en los cuarenta, enfrentó la dictadura de Pérez Jiménez, siendo encarcelado desde 1952 al 55. Siempre ocupó altos cargos en los gobiernos de Acción Democrática, ya desde los tiempos de Rómulo Gallegos (quien fue adeco). Durante el gobierno de Jaime Lusinchi le tocó ser ministro del Interior, cuando estos no se dedicaban a gritar insultos por televisión y mucho menos a perseguir a sus enemigos personales. Sin embargo fue allí donde recibió el peor de los pagos: nuevamente la cárcel. Fue con el caso que se llamó los Jeeps de Ciliberto. Estando Acción Democrática en campaña electoral para que se eligiera Carlos Andrés Pérez la segunda vez, crimen histórico del que Acción Democrática y Venezuela todavía no se recuperan, el hombre puso unos Jeeps de la nación a favor de la campaña. Que es delito, por más que ahora el Presidente le envíe helicópteros y camiones a sus amiguitos fueras de la frontera sin que nadie se inmute. Más tarde Carlos Andrés lo hizo saber para perjudicar a Jaime Lusinchi (el Diablo siempre paga así), y Ciliberto cayó. Pagó su culpa y volvió a la vida pública, para, como el anciano cardenal Castillo Lara, combatir los viejos los demonios de su juventud: el autoritarismo y el militarismo abusador. Murió enfrentando a esta gente en todos los frentes. Se fue de forma sorpresiva, callada. Su voz hace falta.

El siguiente era un hombre, lo confieso, sin cara. Era tan sólo un nombre: Pedro Infante Jr., el hijo de Pedro Infante. Así lo conocía. ¡El hijo de Pedro Infante! El hombre murió de una neumonía que se complicó y no le dio paz. Como hijo de gato, también él cazó ratón. Era cantante y actor. ¿Era bueno en ello? A los hijos de los famosos, sobretodo los de figuras legendarias como su padre, les cuesta demostrarlo. A mí me dolió un poco por eso, porque se había muerto el hijo del recordado y eterno Pedro Infante, el Martín Corona de siempre. De niño vi muchas de sus películas, siendo mis favoritas “Los hijos de María Morales”, “Dos tipos de cuidado” y “Escuela de vagabundos”. Su “Quién será la que me quiere a mí”, es una de las versiones más hermosas que existe de esta canción. ¿Quién no lo oye al sentarse con las panas a tomar cervezas y hablar tonterías? Ese era Pedro Infante para uno, y por cariño y reconocimiento a él, se le apreciaba al hijo. Paz a sus restos.

Y apenas el año comenzaba.

Julio César.

¿CULTURISTAS? ¡ZAPE!

-Mi mami no quiere que practique con ustedes.

-Qué necia… oye, acéitame aquí…
……

¿Qué puedo decir? Me disgustan.

Julio César.

HOY SALGO…

-Dime, ¿no me hablarías?

Pasa. A todos nos pasa. A veces provoca olvidar quien fuiste y comenzar otra vez; llegar como la primera vez, que nadie sepa tu historia, que tu llegada sea recibida como de estreno, cuando todos se preguntan siguiéndote con la mirada, “¿Quién eres, tipo agradable?, ¿qué buscas, sujeto amigable?”. A veces provoca tener el cuaderno en blanco, sin tachas, sin borrones, y comenzar de nuevo, mintiéndote con una sonrisa de medio lado: “Esta vez seré bueno”. Y se puede, tal vez por un rato, con esas personas que no conoces pero que se cruzan en tu camino. Gracias a Dios queda ese consuelo.

Julio César.

FIESTA DE OPORTUNIDADES

-Qué buena idea para una fiesta. Vamos a ver si los chicos se animan, y dejan de estar comiendo tanto pollo con hormonas.

“Hummm… allí está Jorgito, comiendo pollo…”

Julio César.

¡NO! ¡LA COLONOSCIPIA!

Hay exámenes que de por sí son horribles, pero hay otros que son peores, aquellos que van acompañados de todo un ritual que se convierten en un calvario. La colonoscopia es una de ella. Fuera de lo invasivo y traumático que es, todo lo que lo precede es desagradable, diga lo que diga nadie, aún los amantes de las emociones ‘fuertes’.

Hace tiempo sufrí un percance en mi trabajo. Estaba yo de lo más tranquilo cuando comencé a sudar, a sentir un malestar indefinido, como cuando uno amanece enratonado de tanto tomar caña, pero no tan fuerte y sin una causa tan aparente. Era un malestar… de esos que no se haya como describir, y que uno atribuye a una baja del potasio o del sodio (sin estar nunca muy seguro de qué significa eso). El caso es que estaba sintiéndome mal cuando comenzó la taquicardia, pensé en dirigirme a mi oficina y sentarme hasta sentirme mejor, pero todo se puso oscuro y cuando desperté había un gentío rodeándome, todos preguntándome qué tenía, que sí había comido antes de ir a trabajar o sí estaba enfermo.

¡Dios, fue tan incómodo! Yo habría preferido mil veces desmayarme en la calle y no ahí. Todo el mundo lo comentó, y hubo preocupación en unos, y gran diversión en aquellos que me echaron broma hasta que se cansaron. En Venezuela se hace un chiste de todo, aún de un viejito que cae por unas escaleras. Y la cosa tuvo cola, porque como dos años después, en un pasillo me encontré con una jovencita muy bonita que me miraba y le pregunté si nos conocíamos, a lo que respondió: si, yo estaba pasando cuando usted se desmayó aquel día. Esa vaina como que iba a perseguirme toda la vida, pensé. Lo extraño, cosas inexplicable para mí, fue que cuando abrí los ojos, vi a mi alrededor a gente conocida que llevaba hasta años sin haberlos vistos, que ese día en especial iban al edificio por una u otra causa.

Todo el mundo me indicó a qué médico ver y al final fui con un internista que me diagnosticó con pruebas usuales de sangre, heces y orina que tenía bichos: la horrible, desagradable y maldita amibiasis. ¿Cómo la contraje? ¡Misterio!, aunque soy de los que comen porquería en las calles, los perros calientes al lado de un basurero saben siempre mejor que aquellos hechos en casa, y esa es una de las grandes verdades de la vida. Me mandaron un tratamiento largo, y al final que me hiciera un ecosonograma hepático y una colonoscopia. Como gente normal, en cuanto me sentí bien y no apareció rastro de nada ni en sangre o heces, no me hice nada más. Pero al tiempo volví a sentirme mal, y me detectaron otra vez los parásitos esos, que al parecer no estaban muertos sino que andaban de parranda.

El tratamiento fue más duro y me ordenaron, casi con una orden judicial, que tenía que llevar la próxima vez el eco y los resultados de la colonoscopia. Al parecer los bichos se van al hígado o al colón y hacen su nido, actuando como un arrecife de coral, creando cáscara sobre cáscara hasta que lo destruyen todo (Dios, ¡que imagen tan asquerosa!). El eco hepático no fue problema, más bien me dio algo de risa por las cosquillas en la panza. Ah, pero la colonoscopia si que fue otra historia, una donde se aplica la canción aquella de: érase una vez una historia de amor, ahora es sólo un cuento de horror…

Lo primero que molesta es que te hacen llegar a las doce del día al servicio de Gastro donde hay como quince tipos más, todos para lo mismo, y te dicen desnúdese todo, y tenga esta bata. A mí no me gusta mucho quitarme la ropa delante de otras personas, y menos delante de tantos extraños. Sé que hay sujetos que no aguantan dos pedidas para desnudarse, como si tal cosa, y eso que hablo de gente normal, panzona o no tan bien dotada en ciertas partes; pero para mí es incómodo. Creo que no me sería fácil ni aunque tuviera buena pinta. Pero en fin, hay que quitárselo todo y te dan una bata corta, para gente menos corpulenta que uno y con la abertura hacia atrás. Y uno tiene que ir agarrándosela para no mostrar el culo antes de tiempo. Eso pasa a las doce del mediodía, y llegan las tres de la tarde y todavía no te llaman. Al final dicen tu nombre y tienes que salir de ese cuarto, cruzar un pasillo lleno de gente, y como treinta metros más allá está el salón, y todo ese trayecto lo haces agarrándote la bata con la mano.

Llegas al cuarto y te dicen que te tiendas de lado en la camilla, que estés tranquilo que eso no dolerá ni sentirás nada, como si esos metros de manguera (lo parecen) al entrar no produjeran nada. Es como si pensaran que es costumbre de uno meterse cosas así por ocio, para pasar una tarde aburrida sin nada mejor que hacer. Otro detalle que no falla es la enfermera afable que te sonríe, y no se sabe si es porque, con los nervios, a uno como que se le encoge más el amiguito y ella piensa: pobre tipo. Y allí estás tú, recostado de medio lado, como Miranda en la Carraca, intentando no pensar ni sentir nada mientras te inyectan, untan y penetran, igual a lo que ocurre en ciertas discotecas de Caracas con las drogas de la violación, que ahora usan en todo el mundo: te sedan en la barra, te lo escupen en el baño y te joden sin más, de broma no te dejan un teléfono por si quieres que se repita; ¡se han vuelto tan descarados! En esa mesa uno intenta parecen indiferente y lejano, no vaya a ser que se lance un jadeo que pueda ser malinterpretado.

Pero con sinceridad, es horrible. Y eso dura y dura mientras el médico te va enseñando este recodo o aquel, como si en verdad uno quisiera verse el colón por dentro. O por lo menos yo; a mí todo eso no me podía dejar más frío. Lo único que me preocupaba era que fueran a encontrarme una supercolonia de bichos o algo así. Que no los hubo, gracias a Dios. Si el médico supiera que en lo único que se puede pensar en todo momento es: ¿cómo harán para lavar esta manguera? Uno no es tan ingenuo como para creer que el perol es nuevo de agencia; y aunque me dijeron que había un gel y líquidos especiales, la imagen de una camarera, molesta y malencarada, con un tobito de agua y un trapito inmundo, pasándolo una sola vez sobre la manguerita (que en un momento dado se le escapaba y le cae sobre una pierna haciéndola gritar e inyectarse antibióticos), no abandonaba tu cabeza.

Para terminar, no describiré el proceso en sí, que cada quien lo descubra a la antigua (¡sorpresa, sorpresa!), debo decirles que la mente humana es extraña y compleja. En medio de toda esa operación, y sin saber por qué o cuándo, me puse contemplativo. Casi filosófico, diría yo. De verdad, por razones que no entiendo, me puse a cavilar sobre… el amor. No sé por qué motivo recordé algo que me habían dicho algunas amigas, y uno que otro tipo también: que a veces, el amor duele…

Julio César.