jueves, 26 de febrero de 2009

LA SOLEDAD… UN APORTE DE MARGA, LA GITANA…

“Cuando pienso en ti, aún en medio de la nada, no me siento solo…”.
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Recuerdo ese bolero, triste, de Rolando La Serie, o al menos es a él quien mejor se la he escuchado, que reza: “Hola, soledad, no me extraña tu presencia, hace rato te esperaba…”. Al parecer ella era parte de su vida. La soledad es extraña, muchas veces la buscamos como quien aspira a la paz, a estar en silencio, tranquilos… y otras veces pesa, agobia. Deprime. ¿Por qué es tan dual? Tal vez la soledad es como la gente, compleja. Veamos algo que mi amiga Marga, la gitana rubia con asuntos pendientes en Ibiza, y quien jamás ha bailado al taconeo sobre una mesa, reseñó en su página:
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SOLEDAD

La soledad me permite saber quién soy, sólo después puedo tener una verdadera relación.

Se puede interpretar la soledad de dos maneras: estar solo o sentirse solo. Estar solo es un hecho común para todos. No siempre estamos acompañados. Esta experiencia de soledad se puede disfrutar mucho y suele ser muy constructiva. Cuando estamos solos podemos no hacer nada y sentirnos bien, descansar, disfrutar de la naturaleza, tomar sol, caminar, meditar o simplemente hacer lo que nos gusta sin interferencias de otras personas.

Sentirse solos es diferente, porque uno se puede sentir solo también en compañía. El sentimiento de soledad está relacionado con el aislamiento, la noción de no formar parte de algo, la idea de no estar incluido en ningún proyecto y entender que a nadie le importamos lo suficiente como para pertenecer a su mundo. El sentimiento de no pertenencia nos lleva a la depresión, cuando además nos sentimos culpables de nuestra propia soledad.

Es una ilusión creer estar acompañado porque en realidad la mayoría está sola.
No muchos saben lo que es una verdadera relación y crean vínculos que no lo son. Sólo una persona madura puede tener una relación verdadera, porque se ha liberado de las dependencias. La madurez es la capacidad de vivir la vida sin muletas ocasionales, es aprender a hacerse cargo de los propios problemas, reflexionando antes de actuar y haciéndose responsable de las consecuencias de las acciones, sin proyectar los errores en los demás. La relación no implica tener a alguien para eventualmente apoyarse, sino por el contrario significa interesarse por el otro y comprenderlo tratando de olvidarse de uno mismo.

La dependencia crea vínculos dependientes con personas omnipotentes, intentando recrear la simbiosis madre-hijo, y ese tipo de relación patológica, que tiene carácter sadomasoquista, está destinada al fracaso. Recién cuando nos liberamos de las dependencias y nos olvidamos de nosotros mismos aprendemos a vivir, a no tener miedo y a ser libres, accediendo a la posibilidad de una verdadera relación. Si no hay desarrollo personal tampoco puede haber una relación duradera, porque el estancamiento produce aburrimiento.

La intención vale más que el hecho en si mismo, porque no se trata de resultados sino de orientarse hacia el camino de la propia senda. Únicamente cuando estamos solos podemos ponernos en contacto con nosotros mismos. Esa oportunidad nos permite vernos y evaluar si realmente somos como queremos ser y si estamos haciendo lo que deseamos hacer; y si esa imagen no estuviera de acuerdo con nuestras expectativas, es el momento de preguntarnos, que es lo que estamos haciendo ahora para lograrlo.

Transitar el propio camino es lo más importante y el principal propósito de nuestra vida y todo el universo conspirará para lograrlo.

http://psicologia.laguia2000.com/

27/09/2008 19:37 Agregar un comentario Enviar un mensaje Vínculo permanente Ver vínculos de referencia (0) Agregar al blog
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Buen, se puede concluir que la fuerza para continuar, para ser, está dentro de cada uno, así que cada quien debe hacerse cargo del peso de su vida, aunque suena feo dicho así. De verdad no entiendo bien el estar solo cuando no se desea. Sé de personas inteligentes, agradables, solventes y buena gente, que están solos, y hablo de la soledad de adentro, a quienes se les nota la angustia porque ‘no hay nadie en sus vidas’, y es algo que no comprendo, ¿cómo puede ocurrir? Está bien, algunos somos egoístas y jamás terminamos de tender el puente que permita a otros entrar en nuestros… no sé cómo decirlo, corazones, instalándose, siendo uno con nosotros; no lo hacemos porque da trabajo, o no se quiere perder lo que se tiene, o no se ama lo suficiente. Cada alternativa es triste en sí. ¿Pero no encontrar a nadie?

Es increíble, pero hay quienes no parecen capaces de lograr una mirada de interés, una sonrisa de simpatía en otros. En algunos casos entiendo que la ansiedad lo estropea, hay hombres muy ansiosos por ‘poseer’ sentimentalmente a otras personas; hay mujeres que se hacen “amantes-dependientes”, que nos siguen, que callan, que exigen y sufren mirándonos como preguntando “¿De dónde sacas fuerzas para lastimarme tanto?”; y eso asusta. ¿Qué ocurre con tanta gente? Creo, como dice el artículo traído gentilmente por Marga a nuestra consideración, que la respuesta está en aprender eso, que la fuerza está en nosotros, que somos personas, seres, que existimos independientemente de dónde, o cómo, o con quién. Hay que aprender a conocerse, a reconocer los puntos oscuros; hay que intentar cambiar, por difícil que resulte… o por molesto que nos parezca.

Julio César.

INOCENTICO

-¿Me va a botar? –preguntó.

Y al otro se le olvidó por qué era que iban a salir de él (por incompetente, pero ¿quién lo recordaba en ese momento?).

Julio César.

¿POR QUÉ LAS MUJERES TARDAN TANTO TIEMPO EN EL BAÑO?

-Es un pendejo, tenías razón…

Por correo me llegó esta amena nota. Es como todo en esta vida, tras su sencillez se oculta el conocimiento de causas, y aunque reí mucho, la verdad que sonaba aterrador. También explica, realmente, por qué las féminas tardan tanto en el baño, y de paso por qué muchas van en grupo; contrariando lo que dice El Conde del Guachado (humorista venezolano caído un poco en desgracia), quien sostiene que van en grupo para hablar de los hombres con los que salieron para hacer un acomodo de última hora, “ese para ti y el otro para mí”. Haciendo chistes del detalle que siempre se ponen de pie dos o tres en una mesa para ir a un tiempo, sostiene El Conde un imaginario dialogo entre ellas: “Manita, vamos al baño”; “No tengo ganas”; “No importa, por el camino te dan”. Antes de decir nada más, leamos la nota:

¿Por qué las mujeres estamos tanto tiempo en un baño?

El gran secreto de todas las mujeres respecto a los baños es que de chiquita tu mamá te llevaba al baño, te enseñaba a limpiar la tapa del inodoro con papel higiénico y luego ponía tiras de papel cuidadosamente en el perímetro de la taza.

Finalmente te instruía: 'Nunca, nunca te sientes en un baño público'. Y luego te mostraba 'la posición' que consiste en balancearte sobre el inodoro en una posición de sentarse sin que tu cuerpo haga contacto con la taza.

'La Posición' es una de las primeras lecciones de vida de una niña, súper importante y necesaria, nos ha de acompañar durante el resto de nuestras vidas. Pero aún hoy en nuestros años adultos, 'la posición' es dolorosamente difícil de mantener cuando tu vejiga está a punto de reventar.

Cuando TIENES que ir a un baño público, te encuentras con una cola de mujeres que te hace pensar que dentro está Brad Pitt. Así que te resignas a esperar, sonriendo amablemente a las demás mujeres que también están discretamente cruzando piernas y brazos en la posición oficial de 'me estoy meando'.
Finalmente te toca a ti, si no llega la típica mamá con 'la nenita que no se puede aguantar más'. Entonces verificas cada cubículo por debajo para ver si no hay piernas. Todos están ocupados. Finalmente uno se abre y te lanzas casi tirando a la persona que va saliendo. Entras y te das cuenta de que el picaporte no funciona (nunca funciona); no importa...

Cuelgas el bolso del gancho que hay en la puerta, y si no hay gancho (nunca hay gancho), inspeccionas la zona, el suelo esta lleno de líquidos indefinidos y no te atreves a dejarlo ahí, así que te lo cuelgas del cuello mientras miras como se balancea debajo tuyo, sin contar que te desnuca la correa, porque el bolso está lleno de pelotudeces que fuiste metiendo dentro, la mayoría de las cuales no usas, pero que las tienes por si acaso...

Pero volviendo a la puerta... Como no tiene picaporte, la única opción es sostenerla con una mano, mientras que con la otra de un tirón te bajas la bombacha y te pones en 'la posición'... Alivio... AAhhhhhh... por fin... Ahí es cuando tus muslos empiezan a temblar... Porque estás suspendida en el aire, con las piernas flexionadas, los calzones cortándote la circulación de los muslos, el brazo extendido haciendo fuerza contra la puerta y un bolso de 5 kilogramos colgando de tu cuello.

Te encantaría sentarte, pero no tuviste tiempo de limpiar la taza. Ni la cubriste con papel, interiormente crees que no pasaría nada pero la voz de tu madre retumba en tu cabeza '¡¡jamás te sientes en un inodoro público!!', así que te quedas en 'la posición' con el tembleque de piernas...

Y por un fallo de cálculo en las distancias una salpicada finíiiiiisima del chorro te salpica en tu propio culo ¡¡¡y te moja hasta las medias!!! Con suerte no te mojas tus propios zapatos, y es que adoptar 'la posición' requiere una gran concentración.

Para alejar de tu mente esa desgracia, buscas el rollo de papel higiénico peroooo, ¡la puuuuuuuuta...! ¡El rollo esta vacío...! (siempre). Entonces suplicas al cielo que entre los 5 kilos de cachivaches que llevas en el bolso haya un miserable kleenex, pero para buscar en tu bolso tienes que soltar la puerta. Dudas un momento, pero no hay más remedio... Y en cuanto la sueltas, alguien la empuja y tú tienes que frenar con un movimiento rápido y brusco, mientras gritas ¡¡¡OCUPAAADOOOO!!!

Ahí das por hecho que todas las que esperan en el exterior escucharon tu mensaje y ya podes soltar la puerta sin miedo, nadie intentará abrirla de nuevo (en eso las mujeres nos respetamos mucho) y te pones a buscar tu kleenex sin agobios, te gustaría usar todos pero sabes lo valiosos que son en casos similares y te guardas uno por si acaso.

Ahí ya vas contando los segundos que te quedan para salir de ahí, transpirando porque llevas el abrigo puesto ya que no hay perchero, y es increíble el calor que hace en esos sitios tan pequeños y en esa posición de fuerza en la que continuas, con los gemelos a punto de estallar.
Sin contar el garrón del portazo, el desnuque con la correa del bolso, el sudor que corre por tu frente, la salpicada del chorro en las piernas... El recuerdo de tu mamá que estaría avergonzadísima si te viera así; porque su culo nunca tocó el asiento de un baño público, porque francamente, 'sabe Dios qué enfermedades podrías agarrarte ahí'.

...Estás exhausta, cuando te paras ya no sientes las piernas, te acomodas la ropa rapidísimo y tiras la cadena ¡sobretodo! Entonces vas al lavamanos. Todo está lleno de agua así que no puedes soltar el bolso ni un segundo, te lo cuelgas al hombro; no sabes cómo funciona la canilla con los sensores automáticos, así que tocas hasta que sale un chorrito de agua fresca, y consigues jabón, te lavas en una posición de jorobado de Notredame para que no se resbale el bolso y quede debajo del chorro...

El secador ni lo usas, es un trasto inútil, así que terminas secándote las manos en tus pantalones, porque no pensarás gastar tu kleenex para eso y sales... Tendrás suerte si no se te pego un pedazo de papel higiénico al zapato y lo vas arrastrando, o peor, con la falda arremangada enganchada por las medias que te subiste a la velocidad de la luz, ¡mostrando todo el culo!

En este momento ves a tu chico que entró y salió del baño de hombres y encima le quedó tiempo de sobra para leer un libro de Borges mientras te esperaba.
'¿Por qué tardaste tanto?', te pregunta el idiota.

‘Había mucha cola', te limitas a decir.

Y esta es la razón por la que las mujeres vamos en grupo al baño, por solidaridad, ya que una te aguanta el bolso y el abrigo, la otra te sujeta la puerta, otra te pasa el kleenex por debajo de la puerta y así es mucho más sencillo y rápido ya que una solo tiene que concentrarse en mantener 'la posición' y la dignidad.
¡¡¡Gracias a Todas por Haberme Acompañado alguna vez al Baño y servirme de Perchero o tenedora de Puerta!!!...
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Dios mío, pero cuánto trabajo. Definitivamente, para nosotros es muchísimo más fácil. Estamos de pie frente a un largo orinal, lo sacamos, apuntamos y ya. La posición clásica se adopta, claro. Miraba baja, vigilando lo tuyo, la otra mano en la pared como sosteniéndola, para cortar visibilidad de ese lado, no vaya alguien a creer que estamos mirando. Si son conocidos que coinciden (los hombres no vamos juntos al baño, no vamos a estar tomando en una mesa y decirle a otro “vamos al baño, amigo”), se comenta algo, pero sin mirar (y en casos de accidentes nos hacemos los locos y ni bajo tortura confesamos que vimos algo). Cuando se trata de desconocidos sólo se oye el agua, la orinada y una que otra respiración o tos. Del resto, nada. O muy poco. Todo es rápido e indoloro.
Julio César.

viernes, 20 de febrero de 2009

ENNIS ESTÁ EN RIVERTON

Me encantan los relatos encontrados en los blogs sobre Brokeback Mountain, no esos que describen la película y su calidad técnica, o falta de esta. Sino esos que hablan de los personajes, de lo que significaron para ellos. Hay personas tan imaginativas, pero sobretodo tan sensibles, que uno se sorprende. La gente normal en su diario vivir no suele hablar de esas cosas, de esos sentimientos, de esas vainas que a veces no sólo te hieren la vista sino adentro, algo que uno tiene que llamar el alma. Un niño pequeño que llora en una calle porque no sabe donde está la mamá; un hermano que sufre porque la mujer lo dejó y aunque se gritaron y la mandó para el carajo, en cuanto ella sale se derrumba y llora (¡con lo feo que es ver llorar a un hombre!), son cosas que pegan.

Hace tiempo un conocido, no un amigo, amigo soy de la esposa, me contó que en su trabajo, un hospital, vio a un hombre cuarentón, un portugués, con metástasis de encéfalo (cáncer en la cabeza), que iba con aire extraviado a cada uno de los diez días del tratamiento. Él sostiene que la gente con ese mal se vuelve como más inocente, más joven, con un algo de perdidos en la mirada que a veces da sentimiento; pero que a él lo que le conmovía era que el hombre llegaba de la mano de la mamá que lo acompañaba porque se desorientaba y mareaba y no podía salir solo a la calle. Y la mamá era una de esas portuguesas viejas, gordita y malencarada, pero que iba allí, caminando lento, llevando al hijo de la mano como tal vez lo llevó casi cuarenta años atrás mientras aprendía a caminar por sí mismo en esta vida. Al parecer la esposa lo había abandonado al ir empeorando y los hijos estaban lejos, como muchos que decidieron irse del país antes de enfrentar el horror a la cubana que se nos viene encima.

Ese hombre, después de cuarenta años, de casarse, tener hijos y hacer toda una vida, volvía a ser un niño pequeño, alguien débil e indefenso, y su mamá tenía que llevarlo otra vez de la mano por este mundo. Eso le enterneció, a mi conocido quiero decir, y es de lo que hablo ahora. Hay situaciones y escenas que te dejan alegre por días, sonriendo sin saber por qué, o te entristecen de forma terrible. Algo que hizo ambas, alegrar y entristecer, fue Brokeback Mountain, y la gente en esos blogs se dedicaban a eso, a llenar esos huecos dolorosos entre escenas que todos necesitábamos explicarnos, darle sentido para poder continuar. Y ahora quiero reproducirles uno de esos cuentos que ojeé, pero interpretado por mí. No recuerdo el nombre del blog, porque cuando lo leí y saqué copias, jamás imaginé verme un día escribiendo estas cosas y no tomé notas de quiénes eran. La historia es buenísima, y si alguien la reconoce, que nos lo diga. Y si llegamos a saber quién es, y alguien lee esto, le recomiendo que entre en esas páginas. Son maravillosas en verdad.

LAVANDERÍA EN RIVERTON

¿Cómo pude vivir cuatro años de mi vida sin tenerte así?

Han pasado ya cuatro años desde la última vez que te vi, cuando la mirada se me empañó de dolor al verte caminar tras mi camioneta, altivo, con tu mirada baja, enjuto y resuelto, como si todo hubiera terminado en realidad, como si aquello no hubiera sido la cosa más importante que había pasado en tu vida, como sentí había sido en la mía. Porque en la mía sí lo fue, vaquero, y por eso me dolía mientras me alejaba de ti. Han sido cuatro largos y dolorosos años que he tenido que llenar con los recuerdos de tu sonrisa grave, de tu mirada oscura, de tu cabello claro como el sol. Cuatro años de vivir de recordar olores, del deseo de volver a estar junto a ti, de estar en tus brazos y tú allí, rodeándome con fuerza, y yo engañándome, diciéndome que siempre sería así, que siempre estaría a tu lado y que tú me amarías toda la vida.

Recorro millas y millas, y mi mirada se centra en un sólo punto de esta carretera algo desolada y agreste: el horizonte donde tú vives. He tenido que preguntar mucho, que buscar en todas partes para saber de ti, para ubicarte, y me ha llevado muy poco tiempo reunir el valor para ir a ti. Todo comenzó con mi regreso a la montaña, cuando Aguirre me corrió, pero ahí pude pescar un poco de tu rastro. Ahora siento temor, me pregunto si continuarás siendo el mismo Ennis del Mar que conocí y a quien entregué mi corazón, mi vida y mi amor. ¿Has pensado en mí alguna vez, Ennis? ¿Me has recordado con cariño o he sido un pensamiento odioso y terrible que has preferido enterrar? No, no lo creo. Me invitaste a visitarte. También tú debes haber llenado los vacíos de tu vida con el recuerdo de nuestra pasión, con esa necesidad que yo tenía de ti, y la que hacía que me buscaras, que ocultaras tu rostro en mi cuello olisqueándome antes de tomarme con tu ardor. ¿Te parece a ti que el tiempo ha transcurrido lentamente, como una tortura, como me lo ha parecido a mí?

¿Cómo será tu casa? ¿Qué has hecho de tu vida? ¿Te casaste con tu novia de toda la vida, aquella que usabas como un escudo contra lo que ya sentías por mí? ¿Tienes la propiedad que deseabas, algo pequeño pero tuyo? ¿Tienes hijos, Ennis del Mar, a quienes amarás con locura? ¿Cuándo te mire a los ojos seguiré viendo en ellos lo que esa segunda noche descubrí, que me necesitabas y querías tanto como yo a ti? Perdóname, Dios, pero quiero que sea así, quiero ver en su mirada lo que me mostró hace cuatro años atrás. Por favor, Señor, deja que lo vea antes de condenarme. Piso el acelerador al tope, quiero llegar y sorprenderte, caer sobre ti antes de que tengas tiempo para pensar o reaccionar y apoderarme de tus labios, de tu boca fina, viril y sensual, y hundirme en ella, mientras me fundo contra tu cuerpo y me lleno la nariz con tu aroma de hombre fuerte. Quiero que sepas cuánto te amo antes de que respondas, porque no sé si tú sentirás lo mismo que yo o me alejarás de un empujón. ¿Y si me has olvidado? ¿Y si no recuerdas nada de toda esa maravillosa locura? No, Dios, no dejes que sea así, aunque sea malo pedírtelo. Me tiembla todo el cuerpo, de alegría anticipada, de nervios, de miedo… y no lo puedo remediar.

Llevo todo el día pegado al volante pero no puedo detenerme ni para comer, no me llegaría nada al estómago. Parece que no tengo estómago ni cuerpo en realidad. En estos momentos no soy nada porque llevo cuatro años sin verte. Cuando estemos frente a frente sabré sí vuelvo a la vida, si vuelvo a ser Jack Twist, el tipo hablador, alegre y optimista que todos dicen que soy, pero que ahora es sólo una máscara, una sombra de lo que fue. Veo el cartel de Riverton, y así como doy un vuelco con el vehículo, me lo da el corazón en el pecho. Mis ojos me arden al tenerlos tan abiertos, buscando tu casa, como el sediento perdido que busca el escondido oasis donde será saciado y feliz. Ahora recorro lentamente las calles por las que sueles andar, y todavía tiemblo más. ¿Ese de allá, que camina lento con los hombros caídos, eres tú, Ennis? No, le falta la altivez y belleza que sé que posees, y no sólo porque te ame.

Joder, puto Jack Twist, han transcurrido cuatro años en los que intenté no pensar más en ti, pero esperando contra toda lógica verte cada mañana a la entrada de mi casa, esperándome, diciéndome que al fin me habías encontrado. Y ahora estoy aquí, temblando de nervios como un muchacho que espera a su novia de toda la vida, a la que realmente desea y ama, con la que sueña pasar el resto de su vida. ¿Por qué tuve que amarte a ti, Jack Twist? Pero lo hice aunque nunca te lo dije, y tal vez jamás lo haga. ¿Supiste leerlo en mis ojos, en mis besos, en la forma en que necesitaba de tu cuerpo? No lo sé, no soy bueno en eso. Pero te espero, y eso me consuela en este momento frente a esta ventana desde donde vigilo el horizonte y la calle, sin parar de beber cervezas, encendiendo un cigarrillo tras otro, escuchando sin oír a Alma, incapaz de concentrarme en nada como no sea en mi espera, en mi espera de ti, Jack. La mirada me duele de forzarla buscando en la carretera, mi corazón salta cuando escucho alguna camioneta, esperando que sea la que te trae nuevamente a mi vida.

Anoche no pude dormir recordando una y otra vez un verano pasado a las puertas del Cielo cuando fui feliz por primera y única vez, aunque en ese momento no supe verlo, pero que debí intuir al mirar tus ojos enormes y bellos, llenos de luz, que me decían sin tapujos todo lo que sentías. Oh, Jack, cuantas veces no me pareció la experiencia más increíble de este mundo verme en tu azulada mirada cuando juntos alcanzábamos la gloria del clímax. Te he recordado tanto que a veces río en silencio al pensar en ti, y otras no puedo con la tristeza, y otras más sentía que hervía de ganas, de deseo, pensando en tu cuerpo joven y perfecto, tibio, siempre dispuesto para mí, para que te tocara y recorriera con pasión. Pensar en tus labios dulces, en tu aliento tibio, en el sonido de tu cuerpo todo al caminar me enloquecía lentamente. Y aún lo hace.

Joder, puto Jack Twist, no llegas y me estoy poniendo frenético, nervioso y temeroso. Quizás no hallas podido venir, y sí es así creo que gritaré y me desmoronaré porque no sé qué haré con todo esto que me quema por dentro, que me tiene de pie, caminando de un lado a otro, de la nevera con cervezas a la ventana donde espero verte aparecer de la nada, sonriéndome con cariño, con tus hermosos ojos viéndome con ese amor que siempre estaba allí. ¡Aparece ya, por Dios! Estos cuatro años no han sido vivir, sino estar. Sólo he trabajado en vainas feas y desagradables, duras y que daban poco dinero; o en llevar a las niñas al colegio, niñas que nunca hablan conmigo, aunque Alma, mi hija mayor, siempre me mira con cariño, pero yo no sé que responderle como cuando me pregunta, sorprendiéndome, por qué nunca río o por qué nunca me veo contento. No sé cómo decirle que antes si lo hacía, que antes fui feliz, porque sólo fue contigo, Jack. Contigo reía y hablaba, lleno de una felicidad febril. Estos han sido cuatro años de ir a misas para oír a los puritanos hablar del pecado y del castigo eterno, y a veces me he preguntado, pensando en el Crucificado, si al final sólo habrá condenación para mí. No lo sé, pero en este momento, mientras te espero, nada de eso parece tener importancia. Mañana me preocuparé por mi alma.

Han sido cuatro años viviendo sin vivir, sintiéndome vacío, como si me faltara algo, una parte valiosa e importante. Es cuando te recuerdo saltando y gritando como un tonto vaquero de comiquitas, y no puedo evitar sonreír, deseando verte. Carajo, ¿qué pasa que no terminas de llegar? No puedo estarme tranquilo, ni comer, pensando sólo en lo que sentiría si probara nuevamente tu boca, hundiéndome en ella, atrapando tu lengua cálida y vital, y mordiéndola y lamiéndola, sólo para oírte gemir como sólo tú sabes hacer, haciéndome arder de pasión al saberte tan entregado a mí. Miro mis manos que tiemblan e imagino que ya estoy frente a ti, tocándote, palpándote, convenciéndome de que realmente estás aquí, y me arden. Ya quiero tocarte, Jack, quiero tenerte a mi alcance. Por fin hoy estoy comenzando a vivir, estas ganas de hacer, de decir, de reír, de acariciar con ternura las estoy sintiendo por primera vez después de cuatro años, y la espera me está matando.

Estoy cansado, el corazón me late con fuerza y me debilita y marea. Debo sentarme y seguir esperándote, aunque me asuste el que no vengas. Pero seguiré esperando porque dijiste que vendrías, y tú siempre me cumpliste, Jack. Si, debo sentarme y tranquilizarme porque la urgencia comienza a notárseme y no quiero que Alma piense que estoy pasando por una crisis de ansiedad. Nunca me ha visto así, nervioso, emocionado, expectante, y ya comienza mirarme con extrañeza.

Ahí está, es la lavandería Riverton. Todo me parece tan distinto, tan extraño a lo que eran nuestras vidas hace cuatro años. Pero ya estoy aquí, ahora podré verte, intentaré estar tranquilo, pero sé que los ojos se me saldrán de las órbitas intentando atraparte en ellos, para retener tu imagen nuevamente, para llevarte conmigo para siempre. ¿Me darás la mano o sólo nos saludaremos de gesto? Necesito tocarte, Ennis del Mar, necesito sentirte contra mí, sentir tu calor. Creo que estos cuatro años todos los he vivido sólo para este momento, para poder estar aquí, frente a ti, como toda mi vida antes en la vieja y destartalada casa de mi padre, donde no había nunca mucho de nada, ni siquiera afecto, fue para ir a esa montaña y conocerte, momento cuando mi vida cobró sentido. Dios, no permitas que me embargue la emoción y llore o algo así. A él no le gusta eso, pero ¿y si no puedo contenerme?

¡Si! ¡Si!, te veo, estás ahí, en esa ventana, mirándome, y creo que algo como una sonrisa quiso dibujarse en tu rostro inexpresivo. ¡Estabas esperándome! ¿Te alegras realmente de que esté aquí? ¿Te hace feliz mi llegada, Ennis?

Aquí estás por fin, Jack puto Twist. Tu camioneta es nueva pero reconozco tu manera de conducir, porque no la he olvidado, porque la he visto en mis recuerdos una y otra vez, cuando llegabas a mí, y cuando te ibas dejándome tan abatido que creí que enfermaría de dolor. Carajo, como corres, pareces tener prisa. Y eso me gusta, porque me dice que quieres verme ya, que tú también has pensado en mí, que también has vivido recordándome. Te detienes al fin, no aguanto más, tengo que salir a recibirte, a verte, a convencerme de que realmente eres tú, mi Jack. ¡Has venido a mí, mi puto Jack Twist! Tengo que salir pero no a la carrera, y contenerme al verte. Y estás allí, de pie, con tu sombrero de ala ancha, con tu aire de niño adorable y grande, con tus ojos maravillosos que me miran como buscando una señal, como si temieras o dudaras de mis sentimientos en este momento y no supieras qué esperar.

-¡Hijo de puta! Jack Twist, grandísimo hijo de puta.

Bajo a tu encuentro, a mi encuentro con la alegría, con la risa, con las emociones, con la vida, y nos fundimos en un abrazo fuerte. Mi cuerpo no puede estar más pegado al tuyo, mientras te siento estremecerte y dejar escapar el aire retenido en tus pulmones, como aliviado de este recibiendo, el único que mereces, mi Jack. Estamos pecho con pecho y siento el loco cabalgar de tu corazón como tú debes sentir el mío. Mi mejilla choca de la tuya y siento el raspar de tu barba, como tú debes sentir la mía y entiendo que no cambiaría este momento de mi vida por ningún otro que pudiera venir. Percibo tu aliento cálido, ese aliento que muchas veces tomé mientras te besaba en esa montaña y siento que me muero de ganas. Mis brazos no dan más de sí, no puedo atraparte más, no puedo retenerte con la suficiente fuerza para convencerme de que ahora eres mío y nunca te irás otra vez. No lo entiendo, cabrón de mierda, ¿cómo pude vivir cuatro años tan lejos de ti, sin verte, sin sentirte así?

Pero al fin has llegado, maldito hijo de puta. Llevo todo el día pegado a esa ventana esperando este momento, pensando en mil cosas que decirte, en las mil maneras de actuar frente a este primer encuentro después de tanto tiempo, pero con tan sólo verte, al sentir la emoción embargarme, lo olvidé todo y sólo pude correr para tenerte así, atrapado en mis brazos, sintiéndote tan junto a mí. Siento tu calor, me lleno de tu olor. Me marea percibirlo. Por Dios, al fin estás entre mis brazos otra vez y ni así es suficiente. Miro a ver si hay alguien que pueda vernos, me asusta que hablen de ti y de mí, pero también me asusta que el dichoso mirón nos obligue a separarnos. Sonrío levemente porque no hay nadie, nadie que se escandalice, censure o nos grite por lo que voy a hacer, esto que lleva cuatro años matándome…

Sí, eres tú, Ennis, mi Ennis del Mar, así como yo soy tu Jack. Eres el hombre que conocí un mañana y me robó la paz, los sueños y los deseos. Eres el que me ata a su cuerpo con sólo desearlo, eres quien me desarma con su mirada, el que puede premiarme o castigarme con tan sólo una palabra. Ennis, siento que el fuego que arde en mí, al que me ataste la primera vez que fui tuyo, me devora nuevamente, y ya debe estarse notando bajo mis ropas, como noto el tuyo. Ahora me empujas, y en tus ojos sólo hay deseos, ganas, y me pegas contra la pared y miras mi boca mientras yo sólo deseo ver tus ojos oscuros y brillantes, y me besas. Aplastas tu boca contra la mía dejando escapar un gemido, un alarido o un sollozo de consumación. Me besas con todo tu ser, con toda tu entrega como si fuera el último beso que pensaras dar en tu vida.

Y tus manos me aferran con fuerza, apretándome con su calor, con su rudeza, las manos callosas del hombre que sé que amo. Tu lengua busca la mía, atándose a ella, y me mordisqueas, me lames todo y siento que no te cansas de eso, que deseas beber de mí tanto como yo de ti. Me muerdes y me aprietas, con fuerza, con rudeza, como el hombre tosco que eres. Estamos tan juntos que ni una brizna de viento puede pasar entre nosotros. Siento que cedes un poco en tu beso, y ahora yo te agarro también, toco tus orejas, tu cabello, tu nuca y te muerdo también, frotando mis mejillas de las tuyas. Es la entrega a las necesidades, el reconocimiento de aquello que urge para ser feliz en esta vida. Nuestras bocas jadeantes dejan de estar unidas, noto que aún sientes temor de que nos vea alguien, y yo sólo puedo mirarte a los ojos con toda mi entrega, con todo el dolor de la aceptación que hago de esta necesidad de ti, por ti, mi Ennis. Te miro y creo que si muriera en estos momentos, así, con tu aliento cayendo sobre mi boca, con tu frente sobre la mía, moriría feliz, sin temer a lo que me aguardara en la otra vida, porque ya estoy en el Paraíso. Tu recibimiento me ha dejado debilitado, y casi no lo puedo creer. Eres tú quien ha tomado la iniciativa esta vez, y te juro por mi vida que no vas a quedarte sin respuesta.

Jack, Jack… cordura, pueden vernos. Pero ¿cómo resistir tu mirada azulada y hermosa, donde casi creo que brilla la humedad del deseo, pero también del enternecimiento ante mis besos? Mi dulce y sentimental Jack… no me mires así, por favor, no aquí, porque tu amor se nota de lejos. Hummm, me besas ahora y siento que me muero, que ya no soy dueño de mis actos o de mi vida.

Tu boca sabe exactamente igual que en mis recuerdos, mi lengua reconoce la tuya, mi piel arde, se eriza y quema como antes. Parece que no nos hubiéramos separado años enteros, pero así fue, y yo lo siento en esta urgencia de ti, de tenerte que no me deja pensar. Por eso debo seguir besándote aunque ya estás inquieto, por eso no puedo alejar mis manos de tus mejillas, por eso mis piernas están atadas entre las tuyas, y puedo sentir la dureza de tu deseo, como tú sientes el mío. Por eso nos comemos otra vez, con hambre vieja, con el hambre de los años no saciados, separados, años en los que no se vivió en verdad.

Jack, Alma… Ella está arriba…

No te quieras alejar, Ennis. No se te ocurra separarte de mí, dejándome sólo otra vez…

No quiero separarme, no quiero soltarte otra vez, joder, pero pueden vernos. Coño, tienes algo que me une a ti, que me pega a tu piel. Separo mi boca, separo mi cuerpo pero mi frente continua pegada a la tuya, Jack, y me quemo con tu calor. Quiero tener cordura y poner distancia, pero mi piel se restriega de la tuya y parecemos dos gatitos mimosos. Me vuelvo, mirando hacia las escaleras, hacia el lugar donde puede estar Alma, tal vez viéndonos, pero sigo tocándote, sigo en tu frente, siento tus manos en mi barbilla, en mis mejillas, pidiéndome amor, ternura, cariño, y sé que no podré resistir mucho más.

¿Qué haremos ahora, Ennis del Mar? ¿Qué será de mí ahora?

Nos vamos a la mierda, Jack Twist. Vamos a donde pueda tocar cada centímetro de tu cuerpo y recrearme acariciándolo, donde pueda lamerte, sentirte, besarte y tenerte para mí. Quiero reflejarme en tu mirada cuando te ame, cuando seas nuevamente mi puto Jack Twist, el mío; el carajo hermoso que sin palabras me dice cuanto me ama. Nos vamos… y tal ve desaparezcamos. Dios, ojalá tenga el valor de robarte y no dejarte ir nunca más…

Julio César.

HORRORES NUEVOS… VIEJAS PESADILLAS…

Hace años quedé desconcertado y sorprendido cuando oí de los horrores que acompañaban la disolución de Yugoslavia. La violencia en forma de limpieza étnica. No entendía cómo algo así podía ocurrir. Luego supe que esa ‘política’ de guerra, matar a hombres y niños, violar y preñar mujeres y niñas para que la nueva población sea propia, era harto conocida. Desde las invasiones bárbaras el mundo lo conocía en esa región geográfica. Pasan los años, los siglos, y seguimos exactamente igual. Nos gusta creer que estamos en un mundo civilizado, en otra era, que eso ya no ocurre… pero recuerden que Milosevic, con los horrores del mundo eslavo contra los eslavos ‘distintos’, murió hace muy poco, que sus crímenes son resientes.

Gaza y Tel Avit continúan su guerra. La historia es vieja. Todos la conocemos. Estamos en otra era, pero la realidad es exactamente la misma, en lugar de hablar, razonar, en lugar de soñar con un mundo distinto, uno donde se pueda convivir y prosperar cada quien según le vaya saliendo, es más fácil sacar garras y colmillos, y clavarlos en las carnes de otro. Imagino que hay hombres y mujeres, de ambos lados, que quieren comer, dormir, pasear una tarde de brisa, ver correr a sus niños jugando, acostarse sabiendo, que dura y todo como es la vida, mañana será otro día para vivirla, que esperan la paz; pero los intolerantes, los señores del odio, de parte y parte, sólo sueñan con muertes y cadáveres. Su gloria está allí. Siempre ha sido más fácil matar y destruir que trabajar, perseverar y construir. Es una realidad.

A veces, cuando escucho programas sobre computación y tecnología, aún de medicina y ciencias, no puedo evitar una sonrisa de amargura. ¡Qué ingenuos! Casi me dan pena; se parecen al niño que, tomando un bate en sus manos, imagina que con tan sólo desearlo será un astro. Claro, él tiene derecho a soñarlo así, como algo fácil y seguro, como una realidad, ¡es un niño! Lo extraño es oír a esos que proclaman, sonrisa en rostro, que el mundo dejó atrás la horda. Piensan vivir en un mundo que no es este mundo. Todavía se recogen escombros en Gaza, pero de haber unas elecciones mañana, Hamas volvería a ganar, es el deseo de muchos palestinos, no importa que nada se construya mientras maten al sionista; y los israelitas, como defensa, únicamente continuaran su política de “muerto el perro, se acabó la rabia”. Es el mundo que nos tocó… pero es fácil entenderlo, la historia tiene siglos repitiéndose.

Julio César.

AMOR ES…

-¿Cómo que no lo quiere, señor? La señora lo ama, tanto que me contrató a mí para que lo atendiera en lo que fuera… -oyó el hombre a sus espaldas al quejarse de su matrimonio por teléfono. ¡Y supo que su mujer lo amaba!

Julio César.

AH, LA LUCHA…

-¡Oye, oye, no! No vas a tocarme nada. Tú siempre con esas.

Julio César.

LA LOCURA DE LA ERA… (4)

Con una crisis de valores, rodeados de mil problemas causados por las desigualdades sociales, políticas y económicas, caímos en el año dos mil, el nuevo siglo, algo que parecía lejano y misterioso, como si nunca fuéramos a llegar. Al paso del noventa y nueve al cero cero, el mundo debió enfrentar nuevamente los miedos atávicos de todas las profecías habidas y por haber sobre el fin del mundo, desde el Apocalipsis, al Hercobolus y aún al virus de las computadoras que nos regresarían al mil novecientos causando un colapso tecnológico. Ninguna se cumplió, cosa que no desanimó a los místicos a pesar de verse de tanto en tanto en el apuro de tener que explicar por qué el mundo seguía aquí. Ah, pero son gente descarada, casi admirable, en seguida estaban escribiendo nuevos libros y ganando más plata profetizando el final para otro momento; por ahí ya se habla de un planeta rojo (dicen que no es Marte) que se acerca a la Tierra, con quién sabe qué intensiones.

¿Qué traería el futuro como regalo a la humanidad? ¿Las bases en la Luna y el Imperio Galáctico? ¿Las ciudades submarinas? ¿El fin del cáncer, la diabetes y el sida? ¿Un método para adelgazar mientras se mira televisión sin hacer nada más? ¿Una forma práctica de viajar astralmente? No, no nos dio tiempo para soñar con todas esas maravillas que se suponía ya tendríamos en esta época. ¿Qué ocurrió en verdad? El 11 de septiembre de 2001 tres aviones comerciales llenos de civiles inocentes fueron secuestrados y desviados, hasta que se estrellaron, dos en Nueva York derribando las Torres Gemelas, y uno en Washington sobre el Pentágono, y se inició una nueva era de temor, regresábamos a la pesadilla de la muerte súbita que podía llegar a manos de dementes violentos. El miedo al terrorismo talibán en este caso.

Siquitrillados los comunistas, ahora era el turno al bate de los enemigos del Islam y de Occidente, los fundamentalistas. Bastó tan sólo una mañana para que revivieran todos los temores a la guerra, a la muerte, a la violencia. Con la caída de las Torres Gemelas cayó la sensación de seguridad y poder de Estados Unidos y de Occidente todo; la violencia y la muerte podía llegar en gran escala a cualquier lugar. El espejismo de un mundo a salvo se había roto. Ahora la muerte podía estar moviéndose en cualquier terreno, en un avión que despegara de aquí o allá, de una bolsa abandonada cerca de los rieles de un tranvía. Recuerdo que ese día trabajaba y mi jefe venía con ojos espantados, más sorprendido que angustiado, a decir que un avión se había estrellado contra el edificio. No le creí y fui hacia el televisor, y aunque estaba allí, viéndolo, me resistía a aceptarlo.

Me pasó como cuando el secuestro en el Urológico San Román, aquí en Venezuela, cuando la policía terminó con el incidente matando a todo el mundo dentro del vehiculo donde escapaban secuestradores y raptados, atendiendo a la máxima de que muerto el perro se acabó la rabia. Yo no podía creerlo (ni lo del Urológico ni lo de las Torres). Después de eso vino la guerra, ¿qué otra respuesta cabía? Hasta los afganos, donde decían estaban los organizadores del atentado, lo esperaban. Siempre recuerdo la cara de un tipo barbudo y joven, que armaba una carreta a toda velocidad para llevarse a su familia y lo poco que tenía, diciendo con miedo y angustia que se iban porque sabía que los norteamericanos llegarían y quería huir antes de que cerraran las fronteras; era el drama del tipo común, que sólo quiere comer, hablar, reír, ver crecer a sus muchachos y acostarse con su mujer, en contrapartida de los ‘poderosos’. Vino una guerra, y luego otra, y la gente se fastidió. No era extraño, era la misma gente que vivió en medio de la fatuidad de los noventas y educó a sus hijos en esos valores, el mundo había olvidado lo que era el esfuerzo o la constancia. Eran las familias a quienes los hijos decían que querían ser militares y al parecer jamás se les ocurrió que podía haber una guerra, o que el enemigo se molestara y atacara también.

Es el mundo de los artistas que lloraban por los niños afganos e iraquíes pero que les tiene sin cuidado los niños que caen al mar y se los comen los tiburones mientras intentan escapar de la isla prisión, Cuba; o de los que se quedaban allí utilizados en el turismo sexual, esperando a los alegres viajeros tan preocupados por la revolución digna del pueblo cubano, defendiendo al viejo barbudo que regenta el burdel (al menos se lo agradecen con declaraciones anti imperialistas o contra el bloqueo). Y en este punto, el de tanto bobo en Hollywood que defiende sistemas aberrantes, debo hacer la salvedad de que no creo que lo hagan por complicidad con los que manejan el burdel caribeño o los pone bombas, o porque atacando la guerra y a su país hacen más propaganda para ganar centimetraje en la prensa. Creo que lo hacen porque son personas de mentalidad algo simples, no tontos, no me malentiendan. Pero al final de cuentas no se puede pedir más de los artistas, fuera de que se vean bien. No tienen porque ser realmente inteligentes o racionales

El dosmil llegó envuelto en fuego y humo, con rumores de guerra otra vez. Creo que, fuera de que el señor George W. Bush y su tren ejecutivo han demostrado hasta la saciedad que son gente incapaz hasta de tocarse la nariz frente a un espejo y usando las dos manos (y lo siento por la señorita Condolezza Rice, quien tiene una pinta de fábula), a Estados Unidos no les quedaba otro camino sino la batalla. Fueron atacados en su territorio, y gobierno que permita eso y no haga nada, está jodido. Además quien lanza un avión lleno de personas contra un edificio, ¿qué le impide hacer estallar un artefacto nuclear en la plaza de San Pedro, o en Madrid, o en California? ¿Su buen corazón? ¿La cordura? ¿La decencia? Quien quiera engañarse que meta la cabeza en la arena como hace Europa (con el peligro de que dejan el culo afuera), quienes ven como grupos fanáticos del poder para sí, gritan y amenazan con matar a todo el que no les deje hacer su real gana, y que ven como se arman, pero no hacen nada porque creyendo que dejándolos hacer, desviarán su odio irracional y su violencia y que así se protegerán. Es como la familia que ve que a su vecindario se muda gente agresiva y grosera, que gritan y golpean a los que están cerca y toman lo que les da la gana porque nadie puede reclamarles o serán victimas de su rabia, y piensa que con el recurso de no verlos, ignorándolos, ya el problema desaparece, que están a salvo.

Y la situación europea es dramática, rodeada de infortunios; primero, los viejos mercenarios que cobraban de la extinta Unión Soviética, la recua que se hacía llamar intelectuales que controlan medios de comunicación, continúan recibiendo dinero para atacar a todo el que enfrente o diga algo contra el terrorismo, los dueños del capital de las drogas y armas, o los nuevos déspotas en países del Tercer Mundo que pagan sus buenos dólares a costosos lobbys. Segundo, del lado de las voces sensatas y valientes se fueron Oriana Falacci y el papa Juan pablo II. Tercero, aparentemente la era de Tony Blair está por terminar y tal vez el Reino Unido caiga en las aberraciones que sacuden a la pobre Francia de Mitterrand, que no da pie con bola, o más cercano, a la del alcalde de Londres. Lo que viene puede ser la era tipo Rodríguez Zapatero. ¡Pobre Europa! Por suerte la canciller alemana, Ángela Merckel, parece tener tabaco en la vejiga. No todo podía ser tan malo como las corrientes de caudillismos del siglo dieciocho y diecinueve que amenazan barrer con toda Latinoamérica, mientras muchos aplauden.

Hay quienes dicen que el mundo afronta un enfrentamiento entre Oriente y Occidente, y puede ser verdad, esos choques siempre han existido. Pero en este caso en particular, no lo parece. Uno cree detectar sólo ambiciones demenciales de pequeños grupos que quieren una obediencia perruna, una sumisión total a sus caprichos, vicios o demencias, del resto de la población. En todas partes se sostiene que el señor Bin Laden, es uno de los hombres más rico del medio oriente, y tal vez del mundo, y que se ocultaba en Afganistán, un país increíblemente pobre. Nunca se oyó que utilizara esa fortuna para construir hospitales para combatir enfermedades, o plantas desalinizadoras para obtener agua dulce del mar, o proyectos para convertir el desierto en tierras fértiles. ¿Cuantas universidades creó que generaran un ejército de maestros contra la ignorancia, médicos, o arquitectos, o ingenieros? Que yo sepa, ninguna. Claro, hay más gloria, dignidad y belleza en comprar bombas y pegárselas a un pobre diablo al cuerpo y enviarlo a morir por su causa, para su gloria personal. De verdad todo eso suena justo y necesario. Y se supone que debemos admirar eso, verlo como un ejemplo de lucha y dignidad de un pueblo pobre contra la Gran Satán.

No construiremos una sola fábrica que de empleos, ni una carretera para transportar alimentos, muchos menos conseguir animales de cría para entregárselos a la población, compraremos ametralladoras y explosivos, para la gloria del Profeta; gritan, y se supone que hay que creerles, y respetarlos. Hay quienes sostienen que es algo cultural y que hay que dejarlos hacer, porque así son, que salgan y maten que ya se cansarán en algún momento. Entonces uno tiene que preguntarse porqué un hombre que viene de un hogar violento no tiene el derecho cultural de matar a palos a la mujer o a los hijos. Debe ser porque aún estamos en los años que van del dos mil al dos mil diez, pero aún no veo la cinta que describa este tiempo de gente que mata monjas a golpes para demostrar que ellos no son los grupos violentos que sostienen los malhablados; y que si los llaman violentos los ofenden

¿Será que el demente soy yo, o esta es simplemente otra manifestación más de la locura de la era?

Julio César.

SIN GANAS…

-Sé que se nota mucho, pero estoy tan cómodo que no tengo ganas de moverme. Ayúdame, arréglalo tú…

Julio César.

martes, 17 de febrero de 2009

LITUANIA Y LA RESISTENCIA

Me encanta leer sobre historia, creo que ha sido una pasión para mí desde siempre. De muchacho coleccionaba fascículos semanales sobre la Historia del Hombre y Armas de la Segunda Guerra Mundial; cuando contaba doce años seguí con avidez, por Venezolana de Televisión cuando era el canal del Estado, presentador de programas de calidad, EL MUNDO EN GUERRA. Uno de los periodos históricos que siempre me ha gustado más es ese, el de la Segunda Guerra Mundial. Una guerra no entre dos facciones humanas intentando demostrar la veracidad de sus argumentos mediante la derrota del otro; no, sino el exterminio sistemático, demente y calculado de poblaciones enteras, la desaparición en masa de seres humanos no como acción de una batalla sino de una política racial; lo que la convirtió en una verdadera guerra entre la luz y las sombras.

Ojeando reseña de libros, tratados de historias y cosas así, leí algo sobre Lituania y recordé otro hecho pasado. La reseña era sobre EL BOSQUE DE LOS DIOSES, que no he leído, y la reseña (en la revista ZETA) comentaba que durante la ocupación nazi de los países Bálticos, el ejército invasor exigió que los hombres jóvenes en edad para servir militarmente se unieran a las tropas de la tenebrosa SS. Pero los jóvenes lituanos se negaron al reclutamiento (qué valor hubo que tener para semejante acción), y las universidades entregaron apresuradamente certificados y títulos para que los estudiantes pudieran, papeles en mano, evadirse evitando las aulas de clases, saliendo del país algunos, ocultos en casas amigas otros. La retaliación del ejército alemán fue brutal: apresar a los profesores y enviarlos a los campos de exterminio. Así, como si los educadores hubieran cometido un acto horrible contra la humanidad. Uno de ellos, de los deportados, era Balys Sruoga, autor del libro reseñado en la revista. El hombre sobrevivió a los nazis para morir más tarde en una Lituania ocupada por los soviéticos, quienes censuraron el libro e impidieron su publicación. Unos y otros abrazaban el mismo credo, el autoritarismo de la fuerza para imponer sus ideas convirtiendo a otros en rehenes, prisionero. Esclavos. Ahí está Cuba todavía.

Lo que recordé de hace años fue una noticia en la prensa, leída apresuradamente por Marta Colomina en su espacio mañanero cuando enaltecía la pantalla ahora cobarde y entregada de TELEVEN. Cuando el régimen soviético comenzó a hacer agua, los países Bálticos fueron los primeros en exigir su independencia. Las iras de Moscú cayeron sobre Lituania y Estonia por ello. Hubo refriegas armadas, nuevamente los milicianos mostraban su rostro decidido. El caso fue que a un importante hospital de la capital lituana, llena de heridos combatientes, llegaron tropas soviéticas buscando detener a los rebeldes. Fue cuando médicos y personal de enfermería, tomando a los heridos, se lanzaron por sótanos y túneles, arrebatándoselos a los fascistas. Las retaliaciones del nuevo régimen de terror cayó sobre todo el personal asistencial, como debieron saber que ocurriría.

Cuesta imaginar un mundo así, ¿verdad? Antes y ahora, la historia siempre se repite cuando no queremos aprender la lección. Los lituanos la aprendieron, también los alemanes; unos enaltecen el pasado, otros lo cuidan en silencio, siempre temerosos de que sea sacado a relucir en medio de una conversación; cosa que explica por qué una joven moderadora de televisión fue censurada públicamente y despedida cuando en medio de una competencia animaba a los concursantes y soltó la frase “el trabajo los hará libres”, frase enmarcada en los campos de concentración. Hay quienes sostienen que fue una medida exagerada, pero repito, Alemania cuida el pasado porque la lección fue costosa. Por otro lado, los rusos no lo han aprendido, la guerra de Georgia lo demuestra. Y allí está Gaza todavía.

Julio César.

PAULA BEVILACQUA Y PREMIOS FARANDULEROS

Cada diciembre es igual, se comienzan los balances faranduleros para conocer lo peor del medio. Creo que todos sentimos cierta fascinación por saber quiénes ‘triunfan’ en cada categoría. El canal E!, de espectáculos, crea adicción con esos programas sobre los cien más esto y los cien más aquello (están desde los más sexy hasta lo peorcito). En Venezuela no podía ser diferente, y buscando caí en una página donde premiaban a la actriz más gris, sin vida, con menor carisma actoral, la que menos le pone a sus personajes (¡y quién se habría resistido a leerla!), y la joven que ganó (semejante honor) resulta que ya estaba involucrada en otro cuento, también jocosillo. Hay gente que hace meritos para resaltar, ¿verdad? Dicen que una máxima dentro del mundo del espectáculo reza: “Que hablen de mí, bien o mal no importa mientras hablen”. Suena tan insano. He aquí los dos comentarios, el primero no recuerdo de dónde salió, el segundo es de doña Chepa Candela. Disfrútenlo:
……

La más gris de la farándula es:

Tvchismosos, las votaciones estuvieron bastante parejas en esta oportunidad pero ustedes mismos marcaron la diferencia y escogieron a la más gris, o sea la más insípida de la farándula venezolana.

“Según los resultados de nuestra encuesta de la semana, La más GRISASEA de la nación resultó ser la sin color y sin sabor de Paula Bevilacqua. Mi amor trágate un ARCOIRIS completico a ver qué te deja. En el segundo lugar quedó la protagonista de la telenovela de TVES, Brenda Hanst. El tercer puesto lo obtuvo Ana Karina Casanova. El cuarto fue para la muestra médica de una dizque actriz, Mariantonieta Castillo mientras que en el quinto y último lugar le perteneció a Abril Schriber, la supuesta novia de Ricardo Alamo.

“O seaaaaa, esto confirma que los ejecutivos de RCTV tienen razón en no querer contratar a la ex de Winston Ballenilla, PAULA BEVILACQUA, por GRISSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS...
……

DE CHEPA CANDELA

“ Yyy ¡“aavaantii”! con el cotilleo, les bato que PAULA BEVILACQUA, (¡Que apellido tan enredado!) le montó ¡tremendo ataque! al Yull Burkle, en un “petité comité” que armaron en un “botiquín” de Las Mercedes con el fin de celebrarle el “japi verdi” a la empresaria artística Marieli Briceño... y en el que se apersonaron varios artistas, entre ellos la actriz de marras, quien al tropezarse con el marido de Scarlet Ortiz, sintió no mariposas en el estómago, sino zamuros, que hambrientos y con la boca hecha agua, querían mordisquear ese suculento “lomito”... !¡Así cómo me lo contaron!... La susodicha, que estuvo ¡a un tris! de lanzarse al agua con Winston Vallenilla, se le pegó ¡cual “chinche”! al villano de “Voltea pa’ que te enamores”, quien taampocoo disimuló que si no le gusta, al menos lo entretenía... Siin eembaargoo no cayó en tentaciones, pues resulta y acontece que en el “sarao” estaban presentes las mejores amigas de Scarlet y quienes, a toda costa, evitaron que al Yull Burkle lo montaran en la olla y La Paula Bevilacqua ¡se saliera con la suya!...”.
……

No te digo, en este mundo no se puede hacer nada, aún sostener una pequeña y divertida aventurilla en un estacionamiento, sin que alguien se fije. También demuestra que en todas partes hay alguien que te conoce. La verdad es que la muchachita tiene carita de buena gente, de seriecita… deben ser los anteojos.

Julio César.

CHAVEZ Y SUS ENEMIGOS INTERNOS: BADUEL

Todo señala a ese asesor…

Hace poco, Raúl Isaías Baduel, ex ministro de la defensa de Chávez, el hombre de confías, su hermano del alma, quien lo regresó el trece de abril de 2002 a la presidencia (cómo lo odié), pero quien luego cayó en desgracia cuando dijo que no era pertinente una presidencia vitalicia, acaba de sufrir un nuevo atentado contra su vida. Uno va a terminar por creer que salir en un carro con Baduel es tan peligroso como ir con Jack Bauer (24) a saber de algo. Contra su vehiculo dispararon nuevamente, delante de testigos, es que ya ni se preocupan de cubrir las apariencias. El ahora Ministro del Interior y Justicia, el muy criollito Tareck El Aissami, dijo que esas eran payasadas, que en este país todo el mundo estaba al alcance de las balas del hampa (menos ellos, y en eso gastan una fortuna), y que si todos esos fueran a llorar a la televisión no saldríamos de un llantén, y que él, como garante de la seguridad pública, no tenía tiempo para defender a nadie ni garantizarle la vida a nadie, que él sólo estaba para perseguir estudiantes que se oponían al Gobierno, o hacer campaña.

Pero eso ya lo sabíamos, y aunque fue hasta sincero, el Ministro no debió decirlo, fue poco inteligente, ¿qué pensará entonces la madre que llora a sus hijos muertos por un atraco? Uno imagina lo que cree el Ministro, con una sonrisita cínica en el rostro, “seguro que después de que entierre a los vástagos, irá a votar Sí por la presidencia vitalicia”. Coño, ¡seguro que lo piensa!, los enemigos de Chávez lo pusieron ahí para eso. Sin embargo, la declaración más infeliz, en una lamentable galería de infelices (declaraciones, aclaro) fue la del Ministro de Propaganda del Régimen, Jesse Chacón, aquel que quería ser alcalde de Petare, garantizando la seguridad.

Dijo el hombre, seguramente inspirado por Satán, enemigo de Chávez (al menos eso dice Chávez) que era raro que ¡siempre atentaran contra Raúl Baduel en estos tiempos! Y lo dijo con ese tonito ronroneante de gatita maluca que guarda para sus declaraciones más sensacionales. Fue tan idiota el comentario, que uno se sorprendió. Señor ministro, ¿acaso cuándo atentaron la primera vez se detuvo a los terroristas? ¡No! Allí están, libres, haciendo lo que le dan la gana. Como el Gobierno no investigó ni nada hizo, siguen actuando. Si los hubieran detenido, se lo aseguro (y así lo cree cada venezolano en su casa) no podrían haber atentado contra nadie más. Pero nada hicieron porque ya no pueden, cosa que se repite, entre gritos y llanto frente a cada muerto de este país; ni él, Jesse, ni el presidente Chávez pueden ya garantizar la seguridad o estabilidad de nada, el Gobierno perdió el control del país, ya nadie gobierna, y este hombrecito de mirada elusiva se encarga, públicamente, de subrayarlo, casi con resaltador amarillo verdoso. ¿Acaso esa cabecita cada vez más brillante… por la calva, no le dio para saber que con eso hundía más al presidente? Sinceramente, la CIA debe estar tras esos dos…

Julio César.

QUÉ IMPRESIÓN

-¡¿Qué?! ¿Qué tienes que me miras así?

-Yo… este, ¡¡¡no te me acerques más!!!

-Y tú aparta la mano…

Julio César.

viernes, 13 de febrero de 2009

¿RECUERDAS ESA VIEJA CANCIÓN DEL CORAZÓN?

¿Acaso no duele el llanto de aquellos a quienes amamos una vez?

-No quiero hablar ahora, estoy cansado. –gruñó, volviéndose en la cama, mirando a la nada, mirando en sus pensamientos.

Anaís nada dijo mientras salía de la cama, costándole un poco sentarse, casi tomando algo de aliento para despegar del colchón, reparando en que ahora le ocurría cuando salía de los autos, se separaba de su escritorio o de una silla baja. Ya no era una jovencita de reflejos y movimientos felinos, pero nadie lo era ya, de dice dándole una última mirada a su marido, el hombre que durante los últimos quince años ha compartido su vida. El hombre que ahora le daba la espalda y miraba a la pared.

Le duele, siente un pesar amargo, pero compone una sonrisa mientras desarrolla su aseo diario. Lo más pesado fue cepillar sus dientes porque tuvo que mirarse al espejo, notar que ya no era una bella chica, aunque sí una atractiva mujer madura, o al menos así se veía. Sus parpados caían un poco, sus ojeras ya no era sólo de color, había pequeñas marcas que los cruzaban, como las líneas de sus manos. Los carrillos de las mejillas se notaban un poco. Era lo más desagradable, le parecía que ya se parecía a su madre, a quien llamaban cachetes de buldog. Pero ya nadie era tan joven. Ella lo fue. Y Germán. Ya no. ¡Germán!

Le dolía su alejamiento, la frialdad que notaba en su mirada, el furor que a veces notaba cuando ella le preguntaba, exigía o recriminaba algo. No había paciencia, no había cariño. Pero antes no era así. Un día se amaron como niños felices en una juguetería; un día ella le dijo a su madre que a Germán lo amaba sobre todas las cosas, que era gentil, amable, apasionado, que era un luchador y que adoraba el piso que ella pisaba. Sí, un día se quisieron con locura, esperaron todo de la vida e hicieron planes. Muchos planes. Los hijos llegaron, la buena casa también. Antes hubo días tormentosos cuando las cosas no iban tan bien. A él le molestó, como si de cosas de ella se trataran, que se embarazara tres veces. Nunca hablaron de planificar hijos, ella imaginaba que uno o dos bastarían, pero tuvieron tres. Y fueron, cada uno, un problema de deudas, de malestares, de ciertas tensiones entre los dos… Cosas que quedaban olvidadas en cuando los sostuvo contra su pecho, sintiéndose morir de amor y felicidad, momentos cuanto, mirándolos con sus ojitos cerrados, tan pequeños, tan inocentes, lloraba. Muchos creían que lo hacía de felicidad, y en parte lo era, pero también de arrepentimiento por haberlos considerado aunque fuera por un segundo, una molestia, entendiendo que lo amabas. Germán también, jamás lo hablaron, como no hablaron muchas cosas tal vez debieron hacer; pero ella lo sabía.

Fueron días duro cuando ambos trabajaban fuera, cuando ella regresaba y debía atender a tres niños voluntariosos y tremendos, sus enfermedades, sus rabietas, sus temperamentos variables, alegrándose con la docilidad de uno, alarmada ante la naturaleza agresiva del otro. Pero los amaron. Ella y Germán. Y mientras regresa de la cocina donde montó al fuego la cafetera metálica, sigilosa, se asoma a los dos cuartos. El mayor dormía boca abajo, su dormitorio apestaba un poco a sudor, a pies, a hombrecito. En el otro dormían los menores, y sus rostros aun aniñados la llenan de sentimiento y de pesar. ¡No era justo! Pero debía seguir. Todos continuarían. Hubo buenos años, se dice con una sonrisa, recordando a Germán con nauseas durante su primer embarazo, y la primera vez que lo dejó cuidándolo, a solas, nada más salir ella, el bebé lo había cagado de punta a punta, casi volviéndolo loco de impotencia. Y más atrás recordaba las risas en la cama al despertar un sábado como hoy, los hociqueos de Germán, buscándola, porque eran jóvenes, había tiempo, eran apasionados… y se amaban.

El olor del café llena la cocina, así como el sonido de la regadera le anuncia que el hombre dejó la cama. Desmonta la cafetera y vierte el negro líquido en el pequeño termo. Y sirve una taza, una grande, de porcelana. Sirve una; hubo un tiempo, recuerda mientras deja de oír la regadera, cuando habría servido dos, dejando que la otra se templara un poco, Germán jamás salía de casa sin su café. Se enfermaba. Sentándose, la mujer saborea su brebaje, amargo, o tal vez sólo se lo parecía. No levanta la mirada cuando el hombre entra, pareciendo extraviado, molesto, con esa insatisfacción que ahora lo dominaba. Debían hablar, se dice Germán, pero mirándola sentada a la mesa, oyendo a través del pasillo la respiración fuerte de su hijo mayor, le parece todo muy extraño. Ella no lo mira y eso lo corta, pero debía decirle que…

-Mejor vete ya, Germán. Creí que lo harías anoche, que me dirías que todo acabó, recogerías unas cuantas cosas y te irías. –dice ausente, con la mirada empañada.- Lo esperaba la semana pasada, cuando me miraste al llegar de la oficina y yo estaba aquí. Entraste y lo vi en tu mirada, me dije “ahora lo dirá, que ya no aguanta más”. Estaba segura que dirías que ya no me querías, que ya no podías seguir en esta casa, con esta vida. Que ya no sentías lo mismo por mí. Me dolió y me duele, pero lo entiendo, ¿qué se hace cuando ya no hay amor? –toma otro poco de café, y ahora lo comprueba, era más amargo.- Mejor vete ya, los muchachos van a despertar y entonces te costará más. Y te dolerá y a ellos también. Llámalos esta noche, diles que los amas, que no es su culpa, repítelo varias veces, que ellos no tienen ninguna culpa. No vengas en el resto del día, pasa mañana por la noche, déjalos asimilarlo. Y si todavía queda algo de quien un día fuiste, llorarás como ellos lloraran. Pero está bien; mañana comenzaremos a sanar. Mejor vete ya… que encuentres eso que ahora quieres… y buena suerte.

Julio César.

COLOMBIA CAYÓ FEO DE UNA PIRAMIDE

Lamento decirles que no sé llegar al nudo de las cosas de forma directa, así que tendrán que calarse dos referencias previas. Como inspector sanitario me tocó trasladarme hace unos tres años a un conocido hospital público caraqueño donde atienden enfermedades neoplásicas, era únicamente oncológico, el Luís Razetti. Un hospital chico, feo, sin grandes recursos, pero donde la gente trabajaba, y trabaja aún, con las uñas. Se discutía en el Servio de Radioterapia qué hacer con los pacientes que llegaban, ya que al colapsar por ese tiempo este servicio en el Hospital Militar (una larga historia de lamentos), y el Llanito (otra historia de dolor con esa máquina nueva), todos debieron ser referidos al Razetti. El equipo que tienen capaz de atender volumen es un acelerador lineal computarizado, pero de los viejos, que salió bueno. Les habían recomendado al entregarlo en el 97, que trataran de 60 a 70 pacientes diarios; al poco tiempo atendían 80, luego 90 y para ese momento andaba por sobre los 110 pacientes, por la emergencia. Pues, como era de esperar, el equipo dio señales de que no aguantaría y los médicos del centro se dividieron en dos corrientes. La jefa del servicio no quería admitir un paciente más, pero otros, jugando a la política, decían que había que ingresar hasta que aguantara. Recuerdo, molesto como estaba yo, a uno de los médicos nuevos decir que él jamás rechazaría a un solo paciente y que los iniciaría a todos. Fue cuando me sorprendió mi jefa, la doctora Pereira, nueva para ese momento.

Con un tono de voz seco, le dijo al galeno que esa era una gran manera de actuar, que era un buen sujeto y un buen médico, pero que jamás serviría para jefe y que nunca aceptara una jefatura. Eso lo descontroló. Fue cuando dijo que apoyaba a la jefa del servicio, alegando algo más o menos como esto: muchas veces un jefe debe tomar medidas duras, que parecen hasta crueles, por eso está solo, la gente lo culpa de todo, y más cuando debe ser duro hasta con aquellos a quienes aprecia si se desvían. Mirando al doctor en cuestión le dijo que la doctora no podía detenerse a pensar en un paciente, por muy doloroso que fuera su caso, cuando tenía bajo su responsabilidad el tratamiento de más de cien; que esos cien pesaban más. Que era irresponsable y hasta criminal poner en peligro el tratamiento de todos esos por una sola persona, que de dañarse la máquina ¿qué bien le harían a todos, incluido a ese?, y que además tendrían el problema de qué hacer con toda esa gente. Y es cierto, era, y es aún, preferible tratar a esos cien aunque muchos lloren de desconsuelo, que arriesgarse a no poder tratar a ninguno. En caso de emergencia allí también, ¿a dónde podían haber enviado a esos más de cien pacientes, qué instituciones podrían haberse hecho cargo de semejante volumen? Era una decisión dura, pero afortunadamente siempre hay alguien que la toma sobre sí.

Lo otro que quiero comentar, brevemente, se refiere ya en sí a Colombia, cuando al presidente colombiano Ernesto Samper se le investigaba por la narco patrocinada a su campaña, algo que fue comprobado (no fue que lo imaginaban o suponían), y los políticos colombianos, la fiscalía colombiana y los tribunales colombianos lo absorbieron de toda culpa y responsabilidad, el pueblo neogranadino debió entender muy bien el mensaje: vale la pena ser un vivo, un delincuente, porque eso da dividendos y jamás hay que pagar el precio. Aquí en Venezuela se dijo, lo leí en la revista ZETA, comentado por Rafael Poleo y Jurate Rosales, que el daño causado por la clase política a ese pueblo, era similar al hecho aquí por Carlos Andrés Pérez, el mayor corrupto hasta ese momento (antes de Chávez, a ese no creo que le gane nadie), cuando no solo robó sino que envileció los patrones éticos de todos los venezolanos.

En Colombia, actualmente, ha estallado el escándalo de esos centros financieros fraudulentos que pagaban exorbitantes ganancias a sus participantes, quienes vendían todo lo que tenían y lo invertían allí para duplicarlo prontamente. Lo increíble es que semejantes instituciones trabajaran durante tanto tiempo sin llamar la atención de las autoridades, ¿en verdad nadie se había dado cuenta? Algo parecido ocurrió aquí cuando la crisis bancaria del noventa, mientras más endeudado estaba un banco, y más señales daba de estar hundiéndose (algunos parecían semáforos), y aunque algunos periodistas así lo alertaban, más intereses pagaban a los ahorristas y más gente depositaba en ellos. Cuando quebraron y escaparon con las botijas llenas, muchos lloraron y culparon al gobierno del viejo Caldera, que culpa tenía, cuando no quisieron oír advertencias. ¿Me va a decir un colombiano típico que jamás se preguntó como hacía esa gente para pagar esos dividendos? En un país donde el narcotráfico anda desesperado por blanquear capitales, ¿no se le ocurrió a esa gente de bien que de allí podían salir esas ganancias extrañas? Quién sabe cuánto del secuestro, el robo y la extorsión no salió bendecido también por ese camino.

La avaricia cegó a los colombianos, no quisieron recordar que nada cae del cielo, que nadie regala nada de gratis, que siempre hay un precio que cancelar, el de la estafa, la del estafador, al final del 'arco iris’. Y ahora les llega el tiempo de pagar, y se molestan, claro, por una parte pagar no es sabroso ni saber que a uno le vieron la cara de idiota (que no es el caso, en el fondo sabían que esas ganancias provenían del delito). Las autoridades intervinieron esas organizaciones, esa gente perdió su dinero y ahora gritan, patalean, lloran y amenazan por sus munas. Dinero que pensaron que sembrándolo en la tierra abonada y milagrosa del estafador les daría maticas de real. Viéndolo en frío, uno no se explica cómo tantos cayeron en esa estafa de la pirámide, ¡es que es un truco tan viejo y conocido! (por eso insisto, no son inocentes); sólo hay algo más falso que eso, el juego del grano en tres cáscaras de nueces, ¿quién, con dos dedos de frente, puede caer en semejante trácala?: aquellos que creen que son muy vivos, y que se van a llenar sin tener que hacer nada. Ningún colombiano puede alegar que creyó que ese dinero salía de debajo de un colchón, del mar o de debajo de las piedras. No, no quisieron ver, no desearon saber, no intentaron averiguar; un tipo llegó con un traje de rayas, un gran lazo rojo en el cuello, un sombrero de feria y con una carretilla llena de billetes gritándoles que arrojaran su dinero y todo lo que cayera era suyo… y se lo creyeron… porque querían creerlo. Ahora viene el amargo despertar, pero aún así se aferran a la esperanza de salvar su parte del botín.

Una de las cosas más aberrantes que nos ha tocado presenciar de la hermana república, son esas marchas, concentraciones, protestas y gritos contra las autoridades exigiendo que reabran las casas de pirámide y los dejen seguir legitimando capitales. De verdad fue impresionante. Casi temo que, quitándose la careta como en un baile de mascaras, la población pida un referéndum para convertirse, ahora sí, en una nación productora y exportadora de drogas, ya que eso da plata. Pero es comprensible el desasosiego de esa gente, y su confusión mental; cuando no se observa fácilmente la línea entre lo ético y lo que no lo es, lo permitido o lo que no, cuando se sanciona al bolsa por cualquier infracción pero no al presidente Samper, esto tiene que pasar. Ahora a Álvaro Uribe Vélez, el cuatriboleado presidente colombiano, le toca el duro papel del villano, el que dice: “No, no pueden seguir legitimando dinero de las drogas; lo siento, pero no”, y como el abogado del diablo, será atacado y odiado, por hacer lo que se tiene que hacer, cortar con otro tentáculo del crimen organizado en Colombia. Es un hombre inteligente, sabe que el narcotráfico, la narcoguerrilla, y agitadores sin Piedad, intentarán sacar provecho de esto. Todo esto me daría pena, ordinariamente, ahora no, también Uribe se hizo el loco con otras formas de delitos, comenzando por apoyar a esas instituciones y regimenes seudo democráticos, que atacan a la población desarmada. Pero, ojalá, salgan con bien de esto; hasta el ridículo incidente de la gente que creía en los frijoles mágicos, porque quería creer, siempre nos pareció que la sociedad neogranadina era más sensata.

Julio César.

¿NO TE HA PASADO?

-¡Coño, coño…! ¡Un bachaco…! –grita alarmado.

-Quítatelo, quítatelo… -le aconseja, desinteresadamente, la gente a su alrededor.

Julio César.

NOTA: Serán ideas mías, ¿o este sujeto se parece a Jake Gyllenhaal?

jueves, 12 de febrero de 2009

FELIZ AÑO 2009

Recordándolos en mi soledad…

Ha pasado tiempo desde la última vez, ¿cierto? Será como dicen, la última vez, fue precisamente la última vez. Comienzo deseándoles una feliz navidad a todos, un feliz año (tenía una bonita foto para este día, que hablaba de la película que tanto me gusta y de ese sentimiento que a veces se apodera de todos, la nostalgia, la tristeza, pero también la belleza… Quedará para otra vez) y felices reyes.

Un problema con el computador, que resultó ser el modem del Internet, me apartó en primer lugar, luego un viaje, después una falla técnica de mi proveedores de Internet (CANTV) que me obligó a mandarlos a lavarse el paltó, pero la otra alternativa, MOVISTAR, no resultó mucho mejor. Han sucedido muchas cosas, y les confieso que las navidades no son mi época preferida. Así como en todos los seriales de televisión todo el mundo parece tener problemas con sus padres (¡qué gente!), yo lo tengo con estas fechas. No me gusta el fin de año, ni el balance que obliga a hacer, aún el de las personas a las que continuamos viendo o no. Sufrí la pérdida de un amigo, pero… eso lo contaré después. Igualmente sufrí una fea caída que me mantuvo con una pierna inmovilizada, la cosa más fastidiosa del mundo, y ahora llega Chávez otra vez…

Sí, el país se prepara para afrontar otro proceso electoral, más circo, nada de pan. Pensar en el tiempo, recursos y personal que se malgasta en los caprichos de una mentalidad enferma (que se encadena por radio y televisión desde las dos y media de la tarde hasta las diez y cuarenta de la noche para dar su balance y cuenta de un año) en lugar de resolver problemas reales, es descorazonador. Pero no es únicamente Venezuela, han sucedido tantas cosas terribles en estos días, guerras, violencia, condenas, la inoperancia de los grandes organismos internacionales para dar respuestas no sólo a una crisis financiera mundial, sino para enfrentar a dictadorcitos mediocres como Mugabe o detener una guerra en Gaza, ya no entristece sino que produce depresión, arrechera. Todo es tan fútil.

Pero me gusta escribir, soy de los necios que cree que tiene algo que decir y que puede resultar interesante; como verán, en eso me parezco a Chávez, y tal vez a todo el mundo, pero por lo menos no pretendo que sea yo escuchado a juro, ni creo tener todas las respuestas. Lo que sí aclaro desde ahora es que ando molesto, y deprimido, por lo tanto seré más directo, claro y… malo en mis apreciaciones. Quedan advertidos. El espacio es mío, lo utilizaré a discreción, sin dejar que algo que suene mal, desagradable o poco popular, me detenga.

Únicamente dos cosas me alegraron cuando entré a revisar mis correos, una amiga, Marga, la gitana rubia en España, ha iniciado un nuevo espacio, un blog ameno y profundo, parece simple, pero lleva mensaje: ....Vamos haciendo... que no es poco. Y me gusta el homenaje que hizo en una entrada llamada REGALO, tal vez sin reparar en ellos, a una persona que ya no está, mostrando una hermosa fotografía. Fuera de sus lindas palabras a su ‘amigo’, ya quisiera yo tener esa facha. Lo otro fue un mensaje simple de alguien que ya me ha escrito, Apolo se hace llamar, “escribe pronto”. Fue todo lo que dijo, pero me cayó bien, me hizo saber que había quien deseaba que continuara el espacio. También fue grato que los Tigres de Aragua, los Tigres de Venezuela, ganaran la serie del Caribe. Y lo mejor fue la eliminación de los Leones del Caracas (ja ja ja).

Veremos a dónde nos lleva la marea; me gustaría creer que de alguna manera, al final, todo bien, pero…

Julio César.