viernes, 17 de abril de 2009

LA TRABAJADORA DE LA NOCHE

Si tienes para la tarifa contigo me voy…

El médico miró a la mujer, una desconocida todavía, aprobatoriamente. Era una fémina normal de clase media trabajadora pero con aspiraciones. Delgada y flexible, se veía fuerte físicamente aunque no era alta. De cabellos amarillentos, ni por un momento la cree catira natural, con esas cejas no podía serlo, se veía bien sin embargo. Era treintona, comenzando, de rostro cuidado pero no maquillado en exceso. Una mujer segura de sí, podía muy bien imaginarla haciéndole frente a un hombre, gritándole hasta del mal que se iba a morir con las manos en las caderas y tongoneándose desafiante. Sus ropas eran llamativas pero no muy buenas, un suéter algo ajustado que enmarcaba divinamente su busto generoso y una faldita a medio muslo. Su cartera y zapatos sí eran de calidad. Cuando mira sus ojos, se inquieta… Ella ha estado estudiándolo y no parece convencida de que sirva. Vaya…

-Buenos días, señora Martínez.

-Buenos días, doctor. –responde ella tomando asiento, mirándolo inquisitiva.- Disculpe que se lo diga, pero no me imaginaba que usted…

-¿Fuera tan joven? Hay muchos siquiatras jóvenes, señora.

-No, no es eso sino que… ¿me estaba mirando las tetas? En mi trabajo noto cuando un sujeto…

-No, no es eso, señora. Estaba acotando algunos signos externos sobre su… -se acalora, tomado fuera de base por un momento.

-¡Ah!, no le gustan las mujeres. Por mí está bien. –parece más relajada.- Me agradan los gay. –sonríe señalándolo.- Y me disculpo por creerlo un mirón, no me fije bien en sus… -y no termina pero mueve las manos elocuente. Él la mira terriblemente impactado.

-¡¡¡Señora Martínez!!! –traga saliva, acomodándose la corbata; maldita sea, y justo ese día llevaba una de seda rosa suave.- No creo que debamos hablar de mí. –reprende.

-Bien, doctor. Lo siento si me metí en su vida. –toma aire.- Vengo a verlo por consejos de mi ginecólogo, ese hombre es una maravilla, adivina cuando tengo problemas, me conoce realmente muy bien. Verá, estoy agotada. No puedo descansar. Termino mi trabajo cada noche y al regresar a casa no puedo dormir. Es por culpa de esa pesadilla que tengo cada vez.

-Bien, ¿de qué trata la pesadilla?

-Es algo casi cotidiano. Algo que me aterra que ocurra en verdad siempre que salgo a trabajar, y creo que eso es lo que me angustia tanto. Pues bien, me acomodo bien y salgo a trabajar como siempre, como cada noche, recorriendo mi ruta… -relata mientras él va alzando las cejas.- …cuando en una esquina se me montan cuatro carajos. Me llevan a una zona lejana, aislada y ahí viene el abuso. ¿Lo ve? Se montan, me usan y se van sin pagarme…

-Ah, ya veo, ¿y usted trabaja…?

-Manejando un taxi.

Julio César.

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