viernes, 17 de abril de 2009

LA MALA SEMILLA SIEMPRE CAE CERCA DEL ÁRBOL

¿Recuerdan aquella película? ¿La de la niña asesina? ¿Y la de El Ángel Malvado, el niño sicópata? Las personas cometen con los niños un error natural de apreciación: piensan que infancia, que nacer, es sinónimo de bondad. No, no nacemos buenos, nacemos inocentes porque aún no hemos hecho nada malo. No hemos tenido tiempo. Eso no significa ni es garantía de que podemos mantenernos en ‘estado de gracia’. Eso de que un niño bien criado y guiado será ‘bueno’, es tan cierto como creer que dándole un besito a una zona herida, se quita o cura el dolor físico. Todo es fe en fuerzas que no se ven.

Repito, nacemos inocentes, no buenos. Y el ser ‘malos’ no depende de una falla educativa o falta de amor. Eso puede influir. Un niño golpeado, abandonado, puede estar más lleno de ira o resentimientos que uno que fue protegido y amado, pero eso no predispone hacia ‘el lado oscuro’, como gustan de creer tantos payasos que intentan explicar el problema de la delincuencia juvenil con simplismos. Esa es tan sólo una excusa floja y torpe. Millones y millones pasan por situaciones horribles, dantescas, y no se transforman en delincuentes o monstruos. La falta de mano dura para fijar los límites de lo permitido o no, demarcar la diferencia de lo bueno de lo malo, sí influye, ya que por tendencia el muchacho hará aquello que le brinde placer, sea escapando por una ventana para ir a una fiesta, o golpeando a niños más pequeños en el preescolar; y dentro de esta categoría, más aberrante pero con igual explicación, está quien va a una fiesta y viola a una joven, creyendo que no es grave, encontrando atenuantes y complicidades en familiares y amigos. Aquí estamos en presencia de personalidades sicóticas.

Tengo una amiga (seguramente pensarán, ¿pero cuántas tiene? Muchas. Tengo facilidad para hacer amistades. Sé escuchar y poner cara de circunstancia), a la que llamaremos Gina (no es su nombre, pero no la quiero detrás de mí con una escopeta). Ella tiene una nena de cinco años, pequeña para su edad, pero de ojos grandes, atentos, inteligentes. Es de las que se queda mirándote como calculando dónde darte. La niña se llama Nancy (inventado, ¿lo ves, Gina?). Cuando Nancy comenzó el preescolar a los cuatro añitos, un niño más grande que ella le quitó su lonchera, arrojó su comida al piso y le dio una cachetada.

Nancy no le dijo nada a nadie, pero al otro día comenzó a brindarle al niño caramelos y manzanas. Se hicieron amigos, eran el terror del salón, por tremendos y todo eso. Más o menos un mes después (sospecho que esperaba el ‘aniversario’), Nancy le dijo que pusiera la mano que le traía un regalo. En palabras de la maestra que estaba allí, el niño abrió la palma… y ella le clavó un lápiz al que había afilado previamente. No contenta con eso, lo agitó, rompiendo la mina dentro de la piel del niño. Imaginarán los gritos de este y el susto de la maestra ante la agresión. Nancy, y Gina, fueron con el ‘director’, y allí la niña contó por qué lo hizo. Claro que no se hizo un favor al hacerlo, porque como le dije luego a Gina, en su actuar mostró que no fue tremendura o rabia de una niña agredida, sino que actuó con premeditación, alevosía y hasta fingimiento. ¡Una niña de cuatro años! Uno entiende una venganza, ese niño la golpeó y al descuidarse, ella se desquitó. Pero esto era… tortuoso. A Gina le recomendaron que cambiara a la niña de colegio, y creo que temiendo un escándalo o una nota de mala conducta, por decir lo menos, aceptó. La ha llevado con sicólogos infantiles, y se ve bien, sonriente, bonita y pícara… pero yo siempre le digo a Gina que si discuten, no le de la espada y que tenga cuidado con el racumín.

Todo eso lo recordé revisando la Web leyendo noticias, encontrando esta. La leí y reviví todo aquello. ¿Puede un niño nacer malo, torcido? Todos aseguran que no, pero a veces temo que sea únicamente el deseo de creer que no es así lo que nos impulsa a decirlo. En fin, leamos la nota:
……

KIP KINKEL – EL ASESINO DEL INSTITUTO

El 20 de mayo de 1998, hace ahora once años, Kip Kinkel, el hijo adolescente de una respetada familia de clase media de Springfield, Oregón, asesinó a sus padres y luego disparó contra sus compañeros de instituto, matando a dos e hiriendo gravemente a veinticinco.

El joven fue criado bajo la autoridad de unos padres represivos. Era frecuente la aparición de dibujos siniestros en sus tareas de clase. En su adolescencia mostró afición por las armas de fuego, afición consentida por sus padres. En 1998 fue detenido por llevar y haber guardado una pistola dentro de su casillero. La policía lo dejó bajo la custodia de su padre, quien al llegar a casa reprendía duramente a Kip.

Poco después, mientras su padre se encontraba en la cocina, Kip tomó un rifle, apuntó a su nuca y disparó. Al poco tiempo recibió la llamada de un amigo, con quien conversó durante más de una hora con aparente tranquilidad. Mientras su madre subía las escaleras de la case Kip le dijo "te quiero mamá" y disparó. Fueron encontrados 6 disparos en el cuerpo de ésta.

Kip cargó su pistola, y dejó escrita una nota en su casa: "Acabo de asesinar a mis padres. Soy un hijo terrible. Ojalá mi madre hubiera abortado. Mi cabeza no funciona bien, oigo voces dentro de ella." Aquella noche Kip la pasó solo en su casa y a la mañana siguiente se puso una gabardina, para esconder su rifle. Condujo solo el coche de sus padres y en 20 minutos llegó al instituto. Poco después de las 10, llegó a su colegio. El vestíbulo estaba casi vacío, por lo que se llegó a la cafetería. Disparó 48 veces en menos de un minuto. Alcanzó a 24 estudiantes.

El rifle de Kip se quedó sin munición, sacó su pistola y pudo hacer todavía un disparo mientras un grupo de muchachos intentaba reducirle. Grita a los muchachos que lo maten.

En sus declaraciones a la policía se muestra muy dolido por la muerte de sus padres, a quienes quería mucho. Repite continuamente que quiere morir. En Septiembre de 1999 se declara culpable de 4 asesinatos y 26 intentos de homicidio. Con su edad, 15 años, es condenado a cadena perpetua (gracias a Dios, nota de JC).

Si el tópico asegura que detrás de este tipo de actos hay familias desestructuradas, hogares inhóspitos, abandono físico o emocional, la investigación llevada a cabo para este documental sorprende al descubrir un entorno familiar cálido, unos padres atentos, una comunidad confortable. Nada en el expediente escolar de Kip hacía pensar en que se tratara de un chico con predisposición a la violencia.

“El asesino del Instituto” cuenta con los vídeos domésticos de la familia Kinkel y los escritos dejados por Kip, lo que permite explorar en profundidad los hechos de su vida cotidiana, en un intento por comprender qué acontecimientos hubieran podido conducir a este muchacho a este acto impredecible de violencia. De su análisis se van extrayendo pequeñas señales que permiten intuir qué acontecimientos fueron marcando el mundo interior de Kip y creando las perturbaciones emocionales que le llevaron a cometer esos asesinatos. Kip dejó escrito: “Soy el diablo. Deseo matar y provocar dolor gratuito. Me odio por haberme convertido en esto”.
……

¿Qué creo? Nació malo. Y sin embargo hay detalles que hablan de una perturbación mental, que suena más bien a una profunda depresión, una oscura y mórbida de la que no supo cómo salir. Ese chico parecía atrapado en una miasma que no lo dejaba ver el sol o el día bonito más allá de su pesar anímico, posiblemente sintiéndose nada, basura en comparación con otros. Casi es posible imaginar lo que se dijo: Sí acabo con todo, todo puede cambiar. ¿Será este un caso aislado, algo raro que ocurre de tarde en tarde, o estamos rodeados de monstruos, de seres que de lejos parecen gente como todos pero de cerca tienen más colmillos que un vampiro? Asusta e inquieta.

Julio César.

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