sábado, 29 de noviembre de 2008

ES QUE CUANDO BESA…

MUUUUAACHHH..

Reviviendo el juego donde se lesionó Lionel Messi, caí en cuenta qué tanto furor despiertan estos jóvenes jugadores argentinos de fútbol, pero también cuánta lealtades y devoción. La lista es larga, mucho más allá, y acá, de Maradona. Yo llego hasta él. Los nombres de otros astros resplandecientes del cielo austral, que los hay, no los domino. Pero ahí, sin esforzar mucho la memoria, llegan tres a la mente: Maradona, Batístuta y Messi… Pero fue cuando recordé que durante los días de Maradona, por los noventa cuando ya era un rey decretado, había un joven delgado, de cara afilada y larga melena amarillenta que también brillaba, Claudio Caniggia. Y era bueno.

¿Que habrá sido de la vida de ese señor? Sigue siendo un ídolo en su Argentina natal. Pero yo de él, sólo encuentro en la memoria colectiva dos cosas, que jugaba muy bien y… que su mujer declaró a la prensa que no le gustaban las muestras de afecto de Maradona para con su marido. No entiendo por qué. No es costumbre por estos lados, pero tal vez gente más cosmopolita que nosotros acostumbren esas demostraciones viriles de afecto. No es como si se dieran sendos latazos a bocas selladas (ay, Dios, ¿y las lenguas?), con agarrones a ropas y cabellos, y jadeos. Esas son cosas de Maradona quien (en lo personal no es santo de mi devoción por chavista y fidelista) ya es una especie de niño grande, travieso y querido. Es como era hasta hace poco Estefanía de Mónaco, o como lo es Madonna, hagan lo que hagan se les perdona, entiende y quiere.

Obviamente a la señora de Caniggia no le caía bien el Pelusa, debió ser eso. También cabe que fuera del tipo celosa, hay mujeres que vigilan a sus maridos hasta de los amigos y de los afectos entre estos; puede ser el caso, ¿no?

Julio César.

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