miércoles, 22 de octubre de 2008

NUNCA ES FÁCIL

…nada importante lo es.

Hace tiempo encontré una página blog de otro venezolano, quien hablaba, en tono serio y comedido, sobre lo duro que era ser gay en Venezuela. Me llamó tanto la tención que envié un comentario sobre su primera entrada, cosa que debió agradecer, es bueno saber que realmente hay alguien que te lee. Creo que es cierto lo que decía, que ser homosexual en este país era dificultoso. Pero pienso que ser gay, diferente, distinto o extraño en cualquier parte del mundo es igual de complicado y difícil. Sobretodo cuando el tiempo va pasando y el hombre o mujer en cuestión decidió, tiempo ha, vivir aparentando lo que no es.

De muchacho noté que había jóvenes que adoptaban una forma de vida distinta, de manera abierta, clara, y todos sabíamos quiénes eran y cómo eran. Como señalaban el dicho blog, y como fui testigo, a esos jóvenes se les criticaba, señalaba y hasta se le perseguía con groseras bromas; pero ellos continuaron con sus vidas, desafiantes o desordenados. Supongo que al llegar a cierta edad debe ser duro seguir ocultándose, sobretodo de aquellos a los que se ama, hermanos, padres, amigos cercanos; lo que se es, lo que se desea en verdad, muchas veces empuja demasiado (pasa desde el hombre que se enamora de la mejor amiga de la mujer, hasta la doñita que se chifla por el amigo del hijo, puede ser inconveniente o ‘malo’ pero pasa y la mente y las carnes gritan). En buena medida les pasa por dejar correr demasiado tiempo, y por el temor de ver algo que no se quiere en los ojos de esas personas amadas. No debe ser fácil, no sólo escapar de prejuicios externos, sino también de los propios, como le pasaba a cierto vaquero seco y silencioso que amaba a quien no podía reconocer que amaba.

Sin embargo, hay otras regiones del mundo donde las cosas son peores, donde un gay es encarcelado como un delincuente, una lacra, por eso, por homosexual. Y están esos horribles regímenes donde dos hombres atrapados in fragantti son condenados a muerte, en la horca, porque les dio la mala estrella de necesitarse uno al otro. Sin ir muy lejos, son frecuentes los reportes de gay atacados por grupitos que se excitan lastimándolos en lugares específicos en Europa o Estados Unidos. En este punto se podría decir, según la crianza de cada quien y su manera de ver la vida, que se lo tienen merecido por ‘maricones’, o por pecadores. Pero si usamos una vara tan rígida, muchas cosas pasan por algo, desde la madre a la que le nace un niño ciego, a la buena mujer que trabajó duro para levantar una familia decente y termina su vida luchando con contra un cáncer. En cuanto a lo de ‘pecadores’, en eso no me meto, al parecer codiciar bienes ajenos, mirar raro a la mujer del prójimo, mentir, robar, no santificar fiestas, matar o levantar falsos testimonios (supongo que calumnias) son igualmente pecado y dicen que merecedores de muerte, a menos que se suponga que hay unos graves y otros no tantos; que pecados malos sólo los de los demás, los mío no, esos son… debilidades perdonables.

Peor, ¿y en los casos de quienes les resulta fácil clasificar y justificar todo atropello con decir simplemente: se lo buscaron por ociosos? Eso deja la puerta abierta a todo tipo de arbitrariedad, de peligros. Al parecer la vida no es fácil en ninguna parte, siempre hay alguien que la agarra con un inmigrante, un negro, un judío o una mujer que se atreva a salir a la calle sin un velo en el rostro. No faltará quien diga que se lo busca por exhibicionista. Pero también están las prácticas tribales africanas donde a la mujer llegan a amputarle el clítoris para que no sientan placer sexuales, ¿puede alguien imaginar que eso no es tan malo o que de alguna manera pueda justificarse? En España, con todo y lo España que es y estar en Europa, es alarmante la cantidad de mujeres agredidas por sus maridos que creen tener derecho de vida y muerte sobre ellas, llegando a unas agresiones insólitas por lo salvaje y cargado de rencor; al parecer las odian demasiado, tal vez sea ese miedo a las mujeres que tantos hombres (si se les puede catalogar de tales) sienten.

El mundo es muy complejo, y al parecer hay gente que estudia seria y concienzudamente para hacerlo aún más; ya no bastan las viejas clasificaciones de hétero, homo y bis, al parecer hay una variada gama que suena más bien a los elementos inventados de la tabla periódica. Sin entrar en tónica agresiva (cierta película me pegó muy fuerte) creo, de corazón, que los cambios deben comenzar a darse poco a poco, abriéndose las compuertas de la tolerancia, de la transformación gradual, pero iniciándose ya. Muchos grupos lograrían más dejando el grito del militante y tomando la bandera de lo cotidiano. En el fondo lo que todo el mundo debe entender, aceptar y tolerar (como todos toleramos a los que nos desagradan pero no podemos hacer desaparecer) es que el gay es una persona, un sujeto como cualquiera, normal, corriente, no un ser excepcional o extraño. Que es un ser humano que siente, que quiere o sufre; que sus sentimientos son tan reales, tan valederos y aceptables como los del muchacho que se enamora de la muchacha más bonita de la cuadra y a quien todos le celebran el hecho, comenzando por los padres. Para el gay no hay nada de eso de entrada, su vida es menos clara, menos alegre.

Si, la vida del gay es más dura, porque habrá de correr mucha agua bajo los puentes antes de que el padre venezolano normal acepte al novio de su hijo de visita, y que se siente con él a la mesa, tomando unas cervecitas, a hablar de lo bien que le va a Magglio Ordóñez en las Grandes Ligas; entendiendo que ese sujeto quiere en verdad a su muchacho. A pesar de todo lo que ha evolucionado el mundo, y uso el termino sin connotaciones propagandísticas pro gay (ya no queman a las viudas junto al cuerpo de sus maridos, ni arrojan un niño enfermizo a un matorral para que se lo lleven los animales), aún falta para que dos hombres caminen por una calle, sin aspavientos o exhibicionismo, mirándose con ternura o tomándose de las manos por Sabana Grande (en el caso de las mujeres nadie se alarma tanto). Pero quién sabe, el mundo gira mucho.

Jamás he creído en las libertades ilimitadas; los derechos, los benéficos, deben estar sujetos a la responsabilidad y a cierto control. No vamos a reconocer el derecho del pedófilo sólo porque su práctica aberrante lo hace feliz, y que así es él, al lastimar niños. Tampoco vamos a entender al que sale a atacar mujeres, mutilándolas y matarlas sólo porque así siente alivio sexual. Igualmente no vamos a reconocerle el ‘derecho’ al carajo que le quema el rostro a una mujer, o la mata, porque esta quiere terminar con él y comenzar de nuevo. Pero es fácil ver la diferencia entre un caso y otros; una agresión es agresión, pero lo otro, al final, se reduce a sentimientos entre personas que entienden lo que sienten y desean compartirlo.

Hay tantos problemas en el mundo, desde los ambientales a los económicos y políticos, que la gente no debería meterse en la vida de los demás simplemente por el gusto de joder. Ese afán siempre ha sido para mí un misterio. En Venezuela se cree mucho en la… (¡que pena!) brujería, y al parecer hay gente que reúne plata para fuñir a otros. Si esas cosas funcionaran, y tuviera yo el dinero para invertirlo en la bruja, lo usaría para hacer más dinero, que me fuera bien y que tuviera salud. Pero el placer de fregar a los demás parece muy fuerte en muchas personas.

Julio César.

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