viernes, 3 de octubre de 2008

DESPERTARES

A tu lado y sin ti… ¿qué me queda?

¿Desde cuando no despiertas una mañana de trabajo recostado de la persona que comparte tu vida, abrazado a su espalda sintiendo su cuerpo tibio, vital, acomodándote más contra su piel tan sólo para sentir como se mueve y medio suspira, tal vez con agrado o simplemente despertando también? Dirás que es incómodo dormir así, que está haciendo mucho calor, que la cama es más grande ahora; pero hubo un tiempo cuando lo hacías y te parecía lo más maravilloso de este mundo, que allí estaba tu sueño de gloria, ¿recuerdas esos días? ¿En verdad ya ha pasado tanto tiempo? Pero ya no se puede. Entre semanas en Caracas, Guatire, Guarenas, Ocumare, Los Teques, La Guaira, lo normal es despertar de madrugada, molesto al tener que abrir los ojos cuando las estrellas aún brillan en un cielo sin asomo de que vaya a terminar la noche. Extraña no tropezar a espantos y aparecidos a esas horas de noche cerrada.

Pero despiertas y tu primer pensamiento no es para agradecer un nuevo día en esta tierra ni para llenarte de nuevos bríos para vivir. No, es un: Dios, qué sueño. Y ya piensas en regresar, deseas que el día se vaya rápido para volver a tu camita e intentar recuperar el tiempo perdido, el descanso que no llega. No hay tiempo para hablar en lo oscuro, bajito, al oído de esa otra persona, para decirle que se te ocurrió durante la noche que podían verse para comer y pasear, o para preguntarle qué hará ese día. ¿De dónde saldrán las fuerzas para una caricia, para un abrazo fuerte, para un beso cuando ya hay que saltar de la cama antes de que se llenen de personas los terminales y de carros las autopistas? Despertamos, y por más temprano que sea, ya es tarde. Correr, apurarse, saber que si no te das prisa no te alcanzará el tiempo para comprar el diario o para tomar ese cafecito negro que tanto te despabila y que vende la señora a la entrada de la oficina.

Si sales a las cinco de la mañana, o antes, ¿cómo degustar algo con tu pareja, cómo mirarla al otro lado de una mesa y decirle (tal vez mintiendo) “te ves bien hoy”, tan sólo para lograr una sonrisa, una recompensa que llenará tu mañana? ¿Qué no hay tiempo? ¿Qué esos detalles ya no son importantes porque los dos compiten por sobrevivir y no dejarse arrastrar por la vida? Entonces, ¿qué vida es esa? ¿Será por eso que a veces un escalofrío de insatisfacción por algo que no entiendes te recorre mientras tomas una ducha? ¿Explicara esa mirada que a veces descubres en sus ojos, y que parece tristeza?

Julio César.

No hay comentarios: