martes, 23 de junio de 2009

MOMENTOS REALES DE LA REINA

-Sí, estoy cansada, es que con estos hijos que me tocaron…

Siempre he sentido admiración por esta mujer; como saben, me gustan las mujeres fuertes. Y ella debe serlo. No ya tanto como sus predecesoras, que altivas y mal encaradas señalaban a alguien y soltaban un: “cortadle la cabeza”. Pero sí, me agrada. A pesar de los escándalos que le ha tocado enfrentar a la Casa Real inglesa, ella, como su señora madre antes que ella, ha sabido presentarle cara al momento; y eso que dentro del Reino Unido hay cierta y creciente resistencia, y rechazo, a las figura reales. Contrario a España, donde la pareja real es muy apreciada. Bueno, el rey don Juan Carlos hasta por estas tierras es bien recibido.

No le ha tocado fácil a la reina. La mujer ha envejecido, cada vez más amarga de cara (rostro que dudo alguna vez fuera dulcito o muy bonito), en su empeño por sostener la majestad real. Y eso pasa por retrazar lo más posible el ascenso del díscolo Carlos, el príncipe viejo, al trono. Seguramente llegará a rey, pero mientras ella tenga fuerzas, continuará… para ver si les deja algo a los nietos sin que el hijo lo deje perder todo; porque de todos los problemas a los que ha enfrentado la monarquía, los peores han sido atraídos por Carlos y su hermano, el príncipe Andrés; así como las ex mujeres de estos dos, Diana Spencer y Sarah Fergunson, brindaron duros y desagradables momentos, porque tocaron a la calaña personal de los herederos, algo que el pueblo ingles vio y tal vez le disgustó. El recuerdo de ambas nueras debe sentirse en la cabeza de la reina, como coronas de espinas.

Mucha gente le crítica a la mujer que no le permite a Carlos ascender, pero ¿cómo? Cosas como escándalos de dormitorios, traiciones y otros, suceden en todas partes, aún en la nobleza, a cada rato… el punto es que Carlos y Diana, Andrés y Sarah lo dejaron saber. ¿Qué no fue nada grave? Quien pretender ser rey, debe al menos mostrar, si no inteligencia, sentido común, tolerancia y constancia a la hora de elegir a la mujer que compartirá su cama, su vida, le dará hijos herederos y reinará con él. Él, o ellos, más que ningunos, son presos de lo que son, de su destino. Pero no, estos dos príncipes lo vieron como algo alegre y ligero… y lo resintió la monarquía como institución.

El caso Diana, que en paz descanse, dio golpes y zumbidos. Aún aquí, gente seria como Jurate Rosales y Rafael Poleo se ensalzaron en feroces batallas de pareceres, pero lo que más recuerdo fue una caricatura donde un narizón, flaco y dentón Carlos ve llegar a su madre, con la corona, con una llave de las usadas en mecánica en una mano, manchada de grasa y diciendo: “Bueno, ya me encargué de eso, espero que no sea necesario otro accidente”. Fue una caricatura divertida, y dura, pero en buena medida habla de las presiones que el resto de los mortales nada sabemos ni debemos enfrentar muchas veces: no es que ciertas personas deban ser ‘perfectas’, también deben parecerlo.

Luego están las obligaciones protocolares, quien va a Inglaterra por equis o ye (bueno, los poderosos, voy yo y a lo mejor me sacan del patio del palacio a bayonetazos), siente que debe verla. Es más, está en su derecho. Y ella debe soportar todo eso, con rostro que quiere ser amable, sin lograrlo. ¿Quién no se rió al saber de la visita de Bush padre, tan patón (qué en paz descanse) como el hijo, que en una reunión con la mujer, luego de la reverencia de saludo, tomó asiento antes que ella? Lo que es insólito, todo carajo sabe que debe esperar que las mujeres tomen asiento haces de hacerlo ellos. También estuvo el episodio con Hugo Chávez…

Según el protocolo real, explicado cuidadosamente a cada visitante, nadie puede tocar a una mujer como la reina; pero Chávez no le paró a eso, en su primera gira triunfal a Europa, que duro semanas de jolgorio y derroche (ah, fue tan fastuosa, y eso que todavía hablaba de vida frugal). Bien, cuando a nuestro presidente lo presentaron a la reina, este abrió los brazos como aspas de molino, pero la reina dio dos pasos atrás. Estaba alertada la mujer por una llamada de la reina de España, doña Sofía, quien debió soportar su abrazo campechanote (qué hoy sabemos no es sincero) del mandatario venezolano. Fue un momento incómodo que gente de la embajada (todavía Venezuela los tenía, personal diplomático, no gritones que chillan “uh ah Chávez no se va”), supo capear.

Cosa que vale la pena recordar, los dos pasos atrás de la reina, a raíz de otra gira presidencial al viejo continente, también triunfales, la de Barack y Michelle Obama. En presencia de Su Alteza, la Primera Dama norteamericana hizo pedazos el rígido protocolo ceremonial de la vieja y rancia Corte Inglesa. La espigada y bonita morenaza cruzó con su brazo la real espalda, gesto no sólo no tolerado, sino mal visto. Pero, para sorpresa de los asistentes, la cosa no pareció molestar a la otra, quien aceptó el gesto afectuoso y correspondió posando su brazo sobre la espalda de la señora Obama. Bueno, también la reina es humana, seguramente tiene sus preferencias, sus simpatías… pero también es lista y seguramente hubo mucho de cálculo en el gesto; sabía bien que los Obama, para ese momento, estaban en una onda de popularidad sin precedentes en Europa. Fue bueno que la vieran así.

Es por detalles así, que uno la mira con simpatía. Tenga paciencia, Su Majestad, coma bien, respire profundamente, deje que el príncipe Guillermo madure.

Julio César.

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