lunes, 2 de marzo de 2009

A TODO COCHINO LE LLEGA…

-Les dijo que los quería… ¡y se lo creyeron…! ¡Ha-ha-ha!

De verdad no pensaba escribir esto, por dos causas: la primera porque todos pensarían que sigo resentido por la derrota del NO en el referéndum, y segundo porque… Eh, bien, nunca es elegante expresar totalmente lo que se piensa cuando esto se aparta del modo de ser de otros, o cuando se cruza una línea de civilidad. Me han llamado salvaje algunas veces. Pero es demasiado bueno, fue algo que me provocó muchas carcajadas en un momento cuando andaba más molesto que deprimido.

En una población cercana a Maracay, Estado Aragua, un grupo de personas se metieron en un terreno municipal; con tablas y planchas de zinc levantaron ranchitos, en una noche (qué laboriosos) y dijeron que invadían porque no tenían dónde vivir, que les habían prometido mil veces unas casitas y nada que se las daban (¿no entienden que hacer casas en Cuba o Bolivia es más importante? Seguro no son revolucionarios de verdad). El caso fue que se vistieron de rojo, levantaron una bandera con la cara de Chávez (imagino que les llovió bastante, el hombre es pavoso) y se hacían llamar chavistas por el SI. Les regalaron bolsas de comida y se les dijo que los ayudarían (también les metieron el dedo en las bocas). Fueron ese domingo y votaron, ganó Chávez… y el lunes les cayó la guardia nacional y la policía, y a palos los desalojaron, tumbaron los rachos y los mandaron a bañarse (no por sucio, creo yo, sino por la expresión “haz lo que te de la gana pero no aquí”).

Gritaron y patalearon, gimieron que cómo les hacían eso a ellos que estaban por el sí. En medio de las risas (me ahogué de tanto reír), vi a mujeres que lloraban que ellas habían dado todo por Chávez y así les pagaban, qué para dónde iba a irse con la muchachera, sobretodo una, joven pero obesa, con cuatro niños de los cuales dos estaban enfermos (sólo faltaba un marido en sillas de ruedas y una abuela ciega). Me avergüenza decirlo, pero mientras más la escuchaba más me reía, porque usaba un tono de reproche como diciendo “Chávez ¿cómo me haces esto a mí que te quiero tanto?”, exactamente lo que dice la mujer golpeada regularmente por el marido, a quien le aguanta todo, cuando descubre que este tiene a otra a la que trata como una reina.

Fuera del momento jocoso, hay que decir que cada halamecate tiene que sufrir un rato (estos ya llevan diez años en eso, pero como les gusta que se burlen de ellos, Chávez se los hace: sarna con gusto no pica), pero también me hizo reflexionar sobre el poco sentido común de tanta gente. Esa señora, por ejemplo, ¿qué espera de una gente que lleva diez años haciendo exactamente lo que hace? ¿De verdad creyó que, ahora sí, se iban a poner a trabajar para resolverle los problemas… ellos que hacen lo que sea para no hacer nada? ¿De verdad cree algo de lo que sale por la boca de Hugo Chávez (olvidé anotar su nombre, estoy vendiendo tierras con petróleo, baratas, a lo mejor se interesa)? Bueno, qué le queda si no es sufrir y padecer; y no es culpa de nadie, lamentablemente el sentido común no se vende en botellitas, y nadie aprende en cabeza ajena. Tener ojos y oídos sirve, en muchos casos, de muy poco si no se conectan al cerebro.

Esto vino a confirmar un comentario generalizado entre los conocidos, algo que yo pensé pero no pensaba decirlo en voz alta, justo cuando Tibisay Lucena hacía su anuncio desde el CNE; varios me lo han repetido después: yo no estoy pasando hambre y tengo un techo sobre mi cabeza, por algo trabajo hace casi veinte años ya, otros están peor… ¡qué se jodan!, bastante han hecho para que así sea. Espero que el día de mañana esa señora, y los otros que fueron sacados a palos, no vaya a pensar que ella personalmente, no tiene culpas o responsabilidades en nada de lo que les ocurrió y ocurra a sus niños en el futuro, que recuerde bien lo qué hizo. Pero seguramente lo olvidará, las culpas siempre son de los demás, sobretodo cuando se tiene menos sesos que un conejo.

Julio César.

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