lunes, 16 de marzo de 2009

NOVELA NORTEAMERICANA, DATO CURIOSO

No, no pienso meterme en el problema de investigar cuándo, dónde y cómo comenzaron a imprimirse, o cuál fue la primera editorial ni nada de eso. Tan sólo quiero compartir una nota encontrada en la prensa. Habla sobre un pionero, alguien que tuvo la paciencia, el arte y la dedicación para hacer algo, escribir. También de aquellos que hicieron posible su divulgación. Lo tomé de la columna de Eduardo Riveros en el diario EL NUEVO PAÍS. Me pareció interesantísimo, pero más que eso, fue revelador. Casi admirable. Tanto el relato en sí, como el esfuerzo del señor Riveros por darlo a conocer. Disfrútenlo:
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LA ARRECHERA COTIDIANA
¿Qué merecimiento, crédito tiene William Hill Brown? El haber sido el primer escritor norteamericano al que se le publicó una novela. Fue el 21 de enero de 1789 y la obra se titulaba: “El poder de la simpatía”. La editó Isaiah Thomas, en dos volúmenes, y se promocionó como una historia de amor y sexo. Esto no era del todo cierto; casi integro lo contrario. En el libro Hill hacía un llamado a las mujeres estadounidenses para que: “preservaran el honor y las buenas costumbres”, salvaguardando así la moral del país. De paso advertía sobre el peligro de sucumbir a los llamados del sexo.

William Hill Brown nació en Boston en noviembre de 1765 y murió, con tan sólo 28 años, el 2 de septiembre de 1793 en Carolina del Norte. Desafortunadamente no hay muchos detalles sobre su vida. Se sabe que elaboró otras historias entre la que destaca: “West Point Preserve”, donde narra las peripecias del espía británico John André. Se entiende que no se guarden muchos antecedentes de la vida y obra de este intelectual. Para entonces el país todavía era un proyecto, la llamada Conquista del Oeste estaba vigente y, para tener una idea, basta citar algo que todos han oído alguna vez: la Batalla del Álamo en que el ejército mexicano derrotó, luego de 21 días de asedio, a los segregacionistas de Texas. Esto fue 71 años después que Hill diera a luz su: “El poder de la simpatía”.

Los que han estudiado el trabajo de Hill no le dan mayor merito que el haber abierto la llave de la emisión de libros en su país. “El poder de la simpatía” es una recopilación, fantaseada, de un intercambio de cartas entre los protagonistas: Thomas Harrington, Harriot Faucet, Jack Worthy, Myra Harrington y la principal Elizabeth Holmes. Esta es la que despierta las inquietudes eróticas entre algunos de los varones y entonces comienzan en canje epistolar, como si fuese con Maribel Anders, la Corresponsal del Amor aquí en El Nuevo País. ¿Qué actitud tomar antes los avances de tal? ¿Es lícito que me deje seducir por cuál? ¿Cómo saber las intensiones reales de esa muchacha? Y el relato se hilvana mediante esta serie de consultas, dudas y sus respuestas. Otro mérito que no se recalca y que recae totalmente en Hill es haber sido el que inició la distribución de libros. Los charlatanes que recorrían Norteamérica en sus carromatos cargados de tónicos, brebajes para la tos y caída del cabello, comenzaron a llevar libros. Quizá esa difusión sea el mayor mérito de William Hill Brown.
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Me gustó, como me gusta siempre la historia. ¿Imaginan un mundo donde vocean que traen un tónico para el vigor, un ungüento contra las arrugas y lo más desconcertante de todo: un libro, una novela de amor y sexo? Y había quienes se interesaban, que lo compraban y lo hojeaban, tal vez sintiéndose atrapados, subyugados por una trama… aunque hoy día nos parezca algo fatal. Estas ideas sobre lo que son lecturas “viejas”, son engañosas. La Biblia misma es un libro de aventuras emocionantes, hay traiciones, suspenso, sorpresas. El Satiricón es ameno y divertido. El Decamerón también, amén de ilustrativo. ¿Y qué decir de “Lo que el viento se llevó”? Esa novela es apasionante se tenga la edad que se tenga.

Julio César.

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