viernes, 6 de marzo de 2009

TE MIRO Y ESPERO…

Regresa, por favor…

¿A dónde vas? Deseo saber pero no me atrevo a preguntar. Cuando sales eres feliz, tus ojos brillan y sonríes con ayer, con inocencia y juventud; con ganas, no como cuando estás tras tu escritorio mirando con pesar por la ventana hacía la nada. Yo quisiera un poco de eso para mí, quiero notar esa alegría en tu voz cuando me hablas y ese brillo en tus ojos cuando me miras… Pero nunca me has dado nada de eso, tan sólo tu cuerpo a mi lado tocándome cuando hace falta. Mías fueron las caricias, los besos, las ganas de querer, de que me amaras como te amé. Tu cuerpo estuvo allí más no tu corazón; aunque tus labios recorrían mi piel, tus ojos no me veían. Esa noche, esa primera noche sentí que querías entregarme tu alma, pero no pudiste. Lo intentaste, amor mío, yo lo sé.

Quisiste darme el mundo pero no pudiste, y sufrías mientras lo intentabas. Y te dolía. Día a día he visto tu mirada envejecer y la alegría de tu risa agotarse. Querías amarme como yo te amé, de tu parte sólo hubo buena fe ya que tu corazón no podías dármelo. Ya lo habías entregado, ¿verdad? Cuando llegaste a mi vida ya no eras libre, como pájaro en una jaula tu espíritu aguardaba para cantarle a alguien más. Fui yo quien me equivoqué una noche al recorrer un salón y notar tu estampa, tu sonrisa y tu mirada; te quise y no me detuve hasta que tu cuerpo me brindó calor. Pero me equivoqué… No fue tu culpa, lo sé, pero ya no sé qué hacer, tan sólo esperarte, y a veces odiarte. Ahora sólo me queda esperar que regreses a mí otra vez, como hago cada vez que sales con los ojos brillando de dicha, notando más tarde en tu mirada, al volver, que sufres al no quedarte donde quisieras estar. Pero vuelve, regresa conmigo por favor…
……

Debe ser horrible notar eso, ¿verdad? Saber que a uno no lo quieren, sobretodo si se ha entrega todo. De muchacho, en mil correrías con mi papá, me aficioné a lo que llaman música chatarrita, música de rocolas en bares, y siempre recuerdo aquella canción que me hacía reír, y que ahora suena tan triste: Esa mujer vive conmigo, queriendo a otro… ¡Qué infierno!

Julio César.

No hay comentarios: