jueves, 26 de febrero de 2009

LA SOLEDAD… UN APORTE DE MARGA, LA GITANA…

“Cuando pienso en ti, aún en medio de la nada, no me siento solo…”.
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Recuerdo ese bolero, triste, de Rolando La Serie, o al menos es a él quien mejor se la he escuchado, que reza: “Hola, soledad, no me extraña tu presencia, hace rato te esperaba…”. Al parecer ella era parte de su vida. La soledad es extraña, muchas veces la buscamos como quien aspira a la paz, a estar en silencio, tranquilos… y otras veces pesa, agobia. Deprime. ¿Por qué es tan dual? Tal vez la soledad es como la gente, compleja. Veamos algo que mi amiga Marga, la gitana rubia con asuntos pendientes en Ibiza, y quien jamás ha bailado al taconeo sobre una mesa, reseñó en su página:
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SOLEDAD

La soledad me permite saber quién soy, sólo después puedo tener una verdadera relación.

Se puede interpretar la soledad de dos maneras: estar solo o sentirse solo. Estar solo es un hecho común para todos. No siempre estamos acompañados. Esta experiencia de soledad se puede disfrutar mucho y suele ser muy constructiva. Cuando estamos solos podemos no hacer nada y sentirnos bien, descansar, disfrutar de la naturaleza, tomar sol, caminar, meditar o simplemente hacer lo que nos gusta sin interferencias de otras personas.

Sentirse solos es diferente, porque uno se puede sentir solo también en compañía. El sentimiento de soledad está relacionado con el aislamiento, la noción de no formar parte de algo, la idea de no estar incluido en ningún proyecto y entender que a nadie le importamos lo suficiente como para pertenecer a su mundo. El sentimiento de no pertenencia nos lleva a la depresión, cuando además nos sentimos culpables de nuestra propia soledad.

Es una ilusión creer estar acompañado porque en realidad la mayoría está sola.
No muchos saben lo que es una verdadera relación y crean vínculos que no lo son. Sólo una persona madura puede tener una relación verdadera, porque se ha liberado de las dependencias. La madurez es la capacidad de vivir la vida sin muletas ocasionales, es aprender a hacerse cargo de los propios problemas, reflexionando antes de actuar y haciéndose responsable de las consecuencias de las acciones, sin proyectar los errores en los demás. La relación no implica tener a alguien para eventualmente apoyarse, sino por el contrario significa interesarse por el otro y comprenderlo tratando de olvidarse de uno mismo.

La dependencia crea vínculos dependientes con personas omnipotentes, intentando recrear la simbiosis madre-hijo, y ese tipo de relación patológica, que tiene carácter sadomasoquista, está destinada al fracaso. Recién cuando nos liberamos de las dependencias y nos olvidamos de nosotros mismos aprendemos a vivir, a no tener miedo y a ser libres, accediendo a la posibilidad de una verdadera relación. Si no hay desarrollo personal tampoco puede haber una relación duradera, porque el estancamiento produce aburrimiento.

La intención vale más que el hecho en si mismo, porque no se trata de resultados sino de orientarse hacia el camino de la propia senda. Únicamente cuando estamos solos podemos ponernos en contacto con nosotros mismos. Esa oportunidad nos permite vernos y evaluar si realmente somos como queremos ser y si estamos haciendo lo que deseamos hacer; y si esa imagen no estuviera de acuerdo con nuestras expectativas, es el momento de preguntarnos, que es lo que estamos haciendo ahora para lograrlo.

Transitar el propio camino es lo más importante y el principal propósito de nuestra vida y todo el universo conspirará para lograrlo.

http://psicologia.laguia2000.com/

27/09/2008 19:37 Agregar un comentario Enviar un mensaje Vínculo permanente Ver vínculos de referencia (0) Agregar al blog
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Buen, se puede concluir que la fuerza para continuar, para ser, está dentro de cada uno, así que cada quien debe hacerse cargo del peso de su vida, aunque suena feo dicho así. De verdad no entiendo bien el estar solo cuando no se desea. Sé de personas inteligentes, agradables, solventes y buena gente, que están solos, y hablo de la soledad de adentro, a quienes se les nota la angustia porque ‘no hay nadie en sus vidas’, y es algo que no comprendo, ¿cómo puede ocurrir? Está bien, algunos somos egoístas y jamás terminamos de tender el puente que permita a otros entrar en nuestros… no sé cómo decirlo, corazones, instalándose, siendo uno con nosotros; no lo hacemos porque da trabajo, o no se quiere perder lo que se tiene, o no se ama lo suficiente. Cada alternativa es triste en sí. ¿Pero no encontrar a nadie?

Es increíble, pero hay quienes no parecen capaces de lograr una mirada de interés, una sonrisa de simpatía en otros. En algunos casos entiendo que la ansiedad lo estropea, hay hombres muy ansiosos por ‘poseer’ sentimentalmente a otras personas; hay mujeres que se hacen “amantes-dependientes”, que nos siguen, que callan, que exigen y sufren mirándonos como preguntando “¿De dónde sacas fuerzas para lastimarme tanto?”; y eso asusta. ¿Qué ocurre con tanta gente? Creo, como dice el artículo traído gentilmente por Marga a nuestra consideración, que la respuesta está en aprender eso, que la fuerza está en nosotros, que somos personas, seres, que existimos independientemente de dónde, o cómo, o con quién. Hay que aprender a conocerse, a reconocer los puntos oscuros; hay que intentar cambiar, por difícil que resulte… o por molesto que nos parezca.

Julio César.

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