domingo, 10 de mayo de 2009

AH, ROPA INTERIOR…

-Yo sólo estoy de adorno, esto no tiene que ver conmigo.

-¿Qué, no te gusta así?
Siempre he siento cierta preferencia a la hora de imaginar ropa interior. No es complicado, me fascina ver fotografías de bikinis, tangas y e hilos dentales. ¿Qué se le hace?, son imágenes que me llenan de calorcito. Casi puedo rastrear esa fijación hasta mi última niñez, ya a los once, cuando la primera revistica verde cayó en mis manos, una PENTHOUSE, donde una hermosa chica, con una diminuta pantaletica roja, se exhibía. Desde ese momento me quedó el amor, como imagino que le ocurre a la mayoría de los hombres, héteros u homos, según el caso, por semejantes prendas sobre el cuerpo correspondiente.

Esas prendas mínimas son de lo más grande. Un cuerpo bonito, esbelto, semi desnudo, llama la atención. De hecho hay sujetos, héteros, aunque jamás lo dirían así, que se quedan mirando a carajos bien formados en una piscina si llevan un bañador chico, tal vez para criticar o algo, pero de que miran, miran (con el consabido “parece marica”, interior). Sí, esas prendas diminutas causan furor, y esto me lleva al punto del que quiero hablar, respecto a nosotros los hombres: en la vida real, cotidiana, eso no es tan bueno. A menos que se tenga un cuerpo del carajo, ningún tipo debería arriesgarse a pasear la masa así como así es un bikini ni nada por el estilo. No se ve bien. Un sujeto obeso, peludo y con aire de rascarse las metras cuando no lo miran (y aún cuando lo miran) no es nada sugestivo en tales vestimentas. Igual que aquellos carajos que parecen peleados con el agua y el jabón. La tanga no le queda bien a todo el mundo, incluso a muchas féminas, lamentablemente hay que admitirlo. Pero hablemos de calzoncillos, de aseo personal y de hombres…

Con los bóxer hemos venido a descubrir lo que es comodidad al vestir, o bajo las ropas. Son prendas tan placenteras, tan funcionales, que uno se pregunta cómo no las usaba antes. O no lo recordábamos, porque mi abuelo usaba algo parecido, aunque más largo. Como hombre que de niño usé los tipos ovejitas (mi mamá me los compraba), al ir creciendo compré mi propia ropa y usé los más chicos, porque eran prácticos para llevar la camisa por dentro y sujetar con cierto grado de seguridad… el bojote, sobretodo en esos años cuando no podía acariciarnos una brisa sin que despertara con ruido. Pero ahora me parece más cómodo, y hasta elegante, el bóxer. Sí, lo sé, no es una prenda tan fantástica para bailar sobre una tarima enloqueciendo mujeres, pero en la vida real, el bóxer es mejor.

Personalmente no los uso de media manga, son incómodos, uno se sienta y cuando el muslo se retrae, molestan. También se notan a veces con cierto tipo de telas. Prefiero el bóxer corto, ese que termina en el bajo paquete. He notado, modestia aparte, que se ve bien cuando uno se quita las ropas, quedando en medias, camiseta corta y uno de ellos, algo recogido por los costados; toda mujer mira en ese momento y se nota que también le agradan. Los de algodón son increíblemente buenos, suaves y funcionales. Tengo unos que me trajo una amiga de Colombia y parece que jamás van a acabarse, aunque son blancos, color poco práctico para el hombre. Ese color está bien para un modelito guapo que se quita las ropas para una película; en uno, después de todo un día en la calle, lo más probable es que se note cierta mancha al frente, amarillo pollito, y no precisamente de virilidad. Los colores grises, azules y negros son representativos, elegantes, y te cubren por si hay ese problemita. Y esto de mojar no tiene nada que ver con la edad. Ya lo dijo Stephen King en una de sus mejores novelas, cuando unos chicos meaban unos al lado de otros y cada uno se sacudía al terminar pero veían que se mojaban; fue cuando uno declamó: lo dijo Aristóteles, ya lo sabía Platón, el hombre cuando orina guarda las últimas gotas para el pantalón. En este caso sería para el calzoncillo.

¿Por qué hablo de ropa interior representativa y de agua y jabón? Fue algo que aprendí cuando comencé a trabajar como inspector sanitario en hospitales. En una de mis primeras observaciones de campo me tocó estar en el servicio de radiología del hospital Pérez de León, en Petare, la zona más Oeste de la Gran Caracas. Allí llegaban las emergencias, y eran como las ocho y media de la mañana cuando llegó un tipo cuarentón, barbudo, sucio de ropas, gordo, y cuando le quitaron los pantalones para practicarle una radiografía de abdomen y pelvis, llevaba uno de esos bikinis de licra, rojo para ñapa, roto por la liga de la cintura, metido casi todo entre las nalgas, enrollado en todo lo demás. Y olía a rayos. La médico de turno, una muchacha bonita (me parecía muy joven), dijo algo lapidario: son el colmo estos hombres que salen a la calle sin lavarse el culo y las bolas, y vistiendo esa mariquerías. Desde ese momento tomé por costumbre asearme muy bien y llevar ropa interior más o menos, que aunque fuera algo chica en esa época, fuera de buena calidad. No se puede ser miserable con uno mismo en ciertas cosas.

A mis amigos, los más jóvenes sí están ahí: jamás salgan de sus casas sin bañarse y lavarse muy bien bolas y culo, como decía esa doctora. Ese olor, sobretodo si se ha tenido actividad y huele a huevos podridos, no es nada grato, y lo peor es que parece percibirlo todo el mundo; y lo digo en serio, no es para enorgullecerse de eso. Hay que formarse esos hábitos. Bastante agua y jabón, y hasta talquito, y sobre todo eso, un bóxer que quede del carajo… Quien sabe, tal vez tengas que entrar en el baño unisex de una discoteca, un cine, un mercado o algo y una muchachota se quede mirándote. ¿Puedes imaginarte la escena, ella sonriendo y tú, por accidente, dejando caer medio pantalón ya todo alegre? Lástima que no sean tan populares estos sanitarios. Pero ¿te imaginas que realmente esa chica se te acerque, felina, sexy y te diga algo como: fo, pana, hueles a chivo muerto?

Créanme, muchas veces un olorcillo, o una ropa con pinta de desaseo o descuido, enfría el guarapo. Imagino que si se es muy joven y se tiene muchas testosteronas dando vueltas, eso no parará a nadie, pero siempre he creído que quien no se cuida de lavar ni su miembro, quién sabe que más es capaz de dejar de hacer, y eso siempre es un riesgo. Así que, aseo. Lo del talquito tiene sus otras ventajas, evita rozones, humedades incomodas entre el muslo y la cadera, y casi todos conserva cierto aroma; y como dije una vez, nunca se sabe cuando alguien del trabajo tiene que agacharse bajo tu escritorio a buscar algo que se le cayó, olfateando y diciendo algo como: vaya, qué bien huele. Eso siempre da pies a más: ¿quieres olerlo mejor? (sí la vida fuera así).

Busca, pregunta, tal vez encuentres el tipo de talco o crema que mejor te acomode y que termine agradándote. Igual que los bóxer. Hay variedad, cantidad y colores, así como modelos, algo habrá que te guste y que te sirva. Esos detalles que hablan de cuidado, de aseo, de… elegancia, siempre son bien captados, y apreciados… por otras personas, que es lo que buscamos al llegar a una tasca, una reunión de amigos, o tan sólo al ir caminando por una calle cuando dos miradas se cruzan, ¿o no?

Para finalizar, un cuento que me echaron una vez: estaban dos indigentes haciendo el amor con pasión, cuando la mujer le dice al hombre: mi amor, tienes ese pájaro como un palo de yuca. El hombre, todo pomposo, le pregunta: ¿por qué lo dices, por lo grueso y nervudo? Y ella replica: no, porque está todo lleno de tierra.

Julio César.

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