sábado, 13 de diciembre de 2008

MUJERES SACERDOTES

Aunque en líneas generales estoy a favor de una postura conservadora dentro de la iglesia (desde que leí EN EL NOMBRE DEL PADRE, el antipapa llegado a la silla de San Pedro para destruir la iglesia desde adentro, era liberar y partidario de los cambios), en lo que respecta a la ordenación de mujeres como sacerdotes (sacerdotisas es otra vaina), y la negativa de Roma a esto, estoy de parte del alegato femenino. Eso de decir que fue Dios quien destinó a los hombres para ser únicamente ellos los dadores de la verdad, es absurdo. Jesús, como todos mientras por aquí anduvo, fue un hombre de su tiempo y su momento, llegó al mundo en una época y un lugar donde la mujer era segregada, un ciudadano de segunda, como aún se observa en muchas de las aberrantes costumbres del Oriente Medio, cosa que los condenó al atraso frente a otras culturas, y era lógico que el Carpintero se viera rodeado de aquellos señores. Pero quien lee con atención sus andanzas observa que siempre se rodeó de mujeres, y que estas, en buena medida, eran descritas como más valientes, decididas y mostraban una mayor fe que los mismos apóstoles. Se qué no es cierto, o no lo sabemos, pero del Jesús de Narazareth de Zeffirelli, recuerdo la escena cuando Pilatos pregunta ¿a quién desean que se libere, a Jesús o a Barrabás?, y como la que interpretaba a la Magdalena gritaba ella solita, intentando sonar a multitud, “Jesús, liberen a Jesús”.

Se alega, como en lo tocante al celibato (¡brrr!) que Jesús dijo a sus apóstoles que abandonaran a sus mujeres para ser sus seguidores. Esa es una interpretación acomodaticia, que no se siguió con suficiente rigor en lo referente a no levantar ídolos e imágenes y postrarse ante ellas como si fueran dioses. El pasaje se refería a que los hombres (como humanidad, hombre y mujer) no debían amar las cosas del mundo por encima de las espirituales pues estas a la larga le darían vida eterna y felicidad, cosa que no tendrían jamás en la Tierra. Se puede ser feliz por un rato, pero no para siempre. Ahí está el hampa, la crisis económica, las enfermedades, incluso los años que pasan y van arrebatándonos a quienes amamos sumiéndonos en el dolor. La Biblia misma no era antifeminista como alegan muchos (cosas de ociosos) al referirse a las culpas de Eva. Rut fue una gran mujer, Esther una heroína, y María es la madre espiritual de todos nosotros, ¿y quién osaría levantar su mano contra su madre?

En estos momentos la iglesia católica atraviesa por el peor momento de una larga crisis, por una parte un grupo espera que los conservadores que no murieron con Juan Pablo Segundo, el grande, lo hagan con Sixto XVI, e iniciar reformas que no se sabe dónde puedan terminar. Cuando hablan de cambios y revoluciones de esto y aquello me da escalofrío imaginando a Chávez y su gente metiéndose para revolverlo todo. Cada vez menos personas piensan en las cosas del espíritu, pocos asisten a sus iglesias, especialmente en Europa, en América Latina avanzan los evangélicos; y en casos como el venezolano cada vez hay menos sacerdotes (en la urbanización de La Rosa, en el estado Miranda, no mandan curas jóvenes, tres ya han colgado los hábitos); también los escándalos de tintes sexuales, sobretodo de pederastia han causado mucho daño. El Papa alemán fue valiente al abordarlo, pero el mal está muy extendido, años de silencio cómplice y de mandar de aquí para allá al aberrado han causado su daño. Y en momentos cuando las mujeres desean prestar su hombro, poner en las tareas del espíritu, de ayudar a la iglesia con toda esa carga de determinación, entrega, paciencia e imaginación, les cierran las puertas en las narices. Mal asunto.

Voy poco a misa, generalmente a un acto determinado, un bautismo, una boda, un funeral (que me dan alergia), pero me gusta que mis sobrinos escuchen sobre Dios, de ese algo que está por encima de todos, que todo lo sabe y todo lo ve, quien se entristece cuando somos malos y se alegra cuando somos buenos (así nos lo dijo, cuando tenía ocho años, la seca monja de rostro regañón, que sin embargo sonreía al hablar de Dios, cuando me preparaba para la primera comunión). Deseo que mis sobrinos, esos niños adorables y hermosos aunque llenos de una energía terrible, escuchen sobre honrar a padre y madre; que no se debe mentir ni levantar falsos testimonios; que robar es malo, sin atenuantes ni medias tintas; y que por encima de todo, no matarás. Esos son los valores con los que ha crecido la sociedad Occidental durante siglos, cuando la iglesia tenía voz; ahora somos más hedonistas, fue nuestra elección, como nos vaya es nuestra responsabilidad.

Pero no quiero sermonear, me gustaría saber:

-¿De verdad puede haber algo ‘malo’, desde el punto de vista espiritual, a nivel de Dios, que impida que las mujeres puedan oficiar misas?

-¿No debería llamar el clero a formar parte de sus filas a todo el que desee ayudar por vocación, por “amor al Padre”?

Creo, de corazón, que una mujer sabría encontrar las palabras que muchas veces hacen falta para llamarnos al redil, como aquella monja, que en medio de su severidad nos decía que…Dios, es amor.

Julio César.

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